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El día en que finalicé el segundo año de la carrera, estaba de buen humor por dos razones:

1- Empezaban las vacaciones.

2- Cristal sentía cosas por mí.

Todo el rato pensando que era insignificante para ella. Enforzándome por olvidarla, y lo único que había conseguido con eso era perder el tiempo.

Salí de la Universidad, encendí un cigarrillo y me apoyé en una pared cerca de mi antiguo instituto ¿Cómo era posible? Pues bien, el pueblo de Brisas gozaba de un sistema educativo por y para la integración, es decir, por un lado estaba mi universidad con todas las facultades, en uno de la edificios contiguos se encontraba el instituto, y así sucesivamente hasta el jardín de niños.

Mis años de instituto habían sido divertidos, pero no demasiado. Eso es lo que sucede cuando tu padre es el director y por alguna razón absurda te dice que debes dar el ejemplo.

En ese instante, la ví, el uniforme le sentaba demasiado bien. Nuestras miradas se cruzaron y me observó fijamente con aquellos intensos ojos café. Estuve a punto a de caminar hacia ella pero el inoportuno de Carlos apareció.

– ¿Qué vamos a hacer hoy? – preguntó.

– Me da igual.

– Venga Pol, estamos de vacaciones, tenemos que divertirnos – dijo entusiasmado.

– La playa estaría bien – comenté.

En ese instante me percaté que Cristal caminaba hacia nosotros. Actúa normal, repetía en mi cabeza.

Vi que Trini también venía en mi dirección y le guiñé un ojo, esa era la señal que utilizaba cuando no quería que se acercara. Recientemente había firmado el contrato y estaba seguro que me iba a causar problemas.

– Al fin vacaciones, necesitaba un respiro – expresé para llamar la atención de Cristal. Soy idiota.

– Ni que hubieras estudiado mucho este semestre, aprobaste por los pelos Brutus – soltó Carlos sin recordar sus notas.

– Mira quién habla, el último de la clase, así pretendes terminar la ingeniería – me defendí.

Entonces Cristal habló con aquella voz chillona que tanto me divertía.

– Lolo ¿Me puedes llevar a casa? – preguntó mencionando el feo apodo que había ideado para su hermano.

Por suerte para mí, en unos pocos minutos logró convencerla de venir con nosotros, pero intentaba actuar lo más indiferente posible.

En ese instante, Trinidad me llamó y no tuve otra que caminar hacia ella.

– Puchunguito – odiaba ese apodo – mis padres quieren almorzar con nosotros.

Mierda, lo que me faltaba.

– No puedo, tengo planes con Carlos.

– ¿Qué planes pueden ser más importantes que cumplir el contrato?- preguntó enfadada.

Era cierto. Ante la sociedad tenía que actuar como su novio, pero sin pasar los límites. Y si no iba con ella, incumpliría una de las cláusulas.

– Voy a la playa – dije sin más.

– Vamos a la playa – soltó con una sonrisa triunfadora y no pude hacer nada, tendría que aguantar esto por un mes. Agarró mi mano y nos acercamos a los demás.

Cristal me dió una mirada rápida, y sentí cierta decepción en su expresión.

Al poco rato se unió al grupo la mujer más dramática que había visto en mi vida. Siempre opté por ignorarla, no me caía bien del todo. ¿Su nombre? Alejandra ¿Por qué estaba allí? Era novia de mi mejor amigo. Todas las parejas anteriores de Carlos habían sido demasiado incompatibles con él, y esa chica no era la excepción.

Ojos CaféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora