Miraba el techo de la habitación de Carlos pensando en cómo se estaban sintiendo Cristal y mi mejor amigo mientras Bonnie les contaba todo. De cierta forma, era mejor esa verdad a pensar que Jenkins los abandonó, pues al menos sabrían que, independientemente a lo que hizo, siempre los quiso.
Una llamada me devolvió a la realidad.
– Hola – dije junto al teléfono.
– Pol – la voz de mi padre me irritó rápidamente.
– ¿Qué quieres?
– Me informaron que Rebeca se encuentra en un hospital psiquiátrico. Quizás debí conocerla mejor antes de casarme con ella.
– Te diste cuenta demasiado tarde – contesté con sequedad.
– Aquella noche – hizo una pausa – debí escucharte.
Se estaba disculpando de la forma más sutil posible, él jamás admitiría su error directamente.
– Te espero para cenar esta noche – agregó autoritario.
– ¿De verdad piensas que todo lo que hiciste esa madrugada se me va a olvidar tan fácil?– solté enfadado – no voy a volver.
– Pol Blanche – su tono casi se tornó en un regaño – no abuses de mi bondad.
– ¿Bondad? – dije a modo de burla – una persona como tú no sabe lo que significa esa palabra.
– Qué rápido has olvidado lo que he hecho por tí y el favor que me debes – su frase me dejó helado.
– Yo nunca quise que eso ocurriera, fue un accidente – expresé nervioso.
– Quizás el juez hubiera pensado diferente y ahora mismo podrías estar en prisión.
El hecho de que le dijera a Cristal que no me consideraba una buena persona, fue en un sentido muy literal para mí. No lo era, no después de lo que hice.
Y para colmo, mi padre me salvó de ese lío.
4 años atrás
– Quiero desaparecer – soltó Marina entre lágrimas con la cabeza sobre mi hombro – Fui humillada, dijo que lo había engañado, me llamó bicho raro, maricón asqueroso, escupió frente a mis pies como si fuera basura y se burló junto a toda la escuela. ¿Cómo pudo hacerme algo así después de todo este tiempo juntos?
– Lo voy a matar – finalicé nublado por la ira. Me puse de pie y salí de su casa a toda máquina.
Sentí cómo gritó pidiendo que me detuviera pero le hice caso omiso.
Recordaba a la perfección dónde se localizaba la residencia de Ángel, antes solía ser su amigo. Carlos, él y yo nos reuníamos para jugar FIFA todos los fines de semana. En cuanto llegué, toqué la puerta con fuerza y él salió a mi encuentro.
Al parecer estaba solo, sostenía una botella en su mano y podía sentir el olor a alcohol que emanaba.
– Pol, yo... – fue a decir algo, pero lo interrumpí dando una patada en su abdomen.
Cayó al suelo retorciéndose de dolor.
– Eres una mierda – expresé impactando mis puños contra su rostro continuamente.
La sangre había embarrado mis nudillos pero eso no me detuvo. Quería lastimarlo, hacerlo sufrir, realmente me estaba gustando destrozar su cara a golpes, ni siquiera me importaba el daño que pudiera causarle, algo superior a mí había tomado el control.
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Ojos Café
Teen Fiction"Soy un maldito desastre. Ojalá pudiera regresar en el tiempo, lo haría todo diferente"