𝐏𝐫𝐨́𝐥𝐨𝐠𝐨

87 8 5
                                    

-No lo hagas.

Sentí como mi corazón se estrujo ante escuchar tales palabras del pelicastaño, no podía voltear y hacer que nuestra mirada se encontrara, no podía sostenerle la mirada, sabía que sí lo hacía, uno de los dos estallaría en lágrimas.

Al parecer este tampoco estaba mirándome, no sabía lo que pasaba por su mente en ese momento pero apuesto a que, si yo lo sabía, me destrozaría, sabía que él estaba preocupado, no era la primera vez que hablábamos  de este tema.

-No lo hagas.

Me sentí tan egoísta, el echo de que el me rogara eso, dolía  como un cigarrillo quemándose sobre mi piel, en este caso, en todo mi ser.

-No quiero hacerlo.-respondí con cautela-

-Entonces no lo hagas...es tan fácil como suena.-dijo cuidadosamente-
no estas sola, no mientras yo te esté ayudando.

Mi mirada se dirigió hacia su rostro, el seguía cabizbajo, su rostro ahí, enfrente de mí, no sabía cómo manejarlo, quería escupirle un océano de palabras en ese mismo instante, sabía que yo lo necesitaba, pero, no sabía que palabras usar, temía decirle la verdad, no quería aceptar la verdad. No estaba lista.

Nos quedamos en silencio mutuo por unos pocos minutos, hasta que tuve una lucha en mi mente sobre cómo decirle lo que estaba pensando, sobre cómo explicarle, estaba nerviosa y avergonzada, no era una persona que se le hiciera fácil expresar sus emociones, bueno, en realidad se me hacía muy fácil, lo difícil era compartirlo con las demás personas, incluso a las que más les tenía confianza.

De alguna manera, el echo de pensar que las demás personas sabían en cómo me sentía, especialmente en esos momentos extremadamente dulces, donde dejaba salir mi yo verdaderamente cursi, me hacían sentir estúpida, de alguna manera odiaba esa parte de mi, odiaba que mi vida se convirtiera en un verdadero cliché, o que al menos eso pensaran las personas de mi.

Quería que los demás tuvieran una imagen diferente a como yo era en realidad, como alguien fuerte, inalcanzable, segura de sí misma y de lo que yo podía lograr, donde yo podía superar muchísimas cosas por mi misma y sobre todo, sola.

Una persona independiente, y no una simple chica modesta, sensible y tímida, el echo de mostrar mi otra parte de mi hacía alguien más, simplemente era extremadamente agonizante para mí ego y orgullo, debo de decir que enserio deseaba ser una de esas chicas a las que les dicen "¿acaso tienes sentimientos?" algunas personas lo verían muy raro el anhelar que te digan eso, pero después de vivir toda tu vida con comentarios como "eres muy sensible todo el tiempo" "debes dejar tu timidez de lado" "eres una santa", me molestaba incluso que me llamaran "ángel" tal vez porque las demás personas me hacían sentir que yo no me atrevería a hacer ciertas cosas, y eso causaba que cuando hacía algo como, fumar por primera vez o ir a una fiesta de verdad, se burlaran de mi, de mi inexperiencia  al probar cosas nuevas, y odiaba que esto sucediera porque normalmente me lo tomaba muy a pecho, no ser como los demás, ser inocente todo el maldito tiempo.

Y con el paso del tiempo, me dio miedo mostrar mi yo vulnerable, porque la mayoría de personas que yo quería me hacían sentir insegura de esto, sentía que todo lo que hacía era demasiado empalagoso para las demás personas, sentía que me veía estúpida e incluso llegué a pensar que aquel castaño se llegaba a burlar de lo mucho que yo amaba a este, alimentando su ego cada vez más, porque esto no había pasado una, si no, tres veces ya, y yo seguía ahí, al lado de él.

Siempre creí que era estúpido depender de alguien, y aún más cuando se trataba de un chico, eso para mí era muy enfermizo, y yo odiaba eso, me esforzaba en ser sumamente independiente, y que los chicos supieran que yo jamás los necesitaría, tenía un odio repulsivo por parecer una chica que se pondría de rodillas ante un hombre y le besaría los zapatos, me negaba a ser esa clase chica, en especial con él, odiaba que la gente dijera que estaba sumamente loca por alguien más, me negaba a aceptarlo, y no me gustaba que la gente me lo repitiera, el echo de hacer cualquier cosa por un hombre, era sumamente aterrador, caer en sus verdades vacías, y ser una de sus presas, solo porque el "amor" que sentía por aquella persona, sea tan fuerte como para volver una y otra vez.

Y era aún más aterrador el echo de que los chicos se sintieran más "hombres" por la situación en la que se encontraban cuando una chica sentía tanto amor y aprecio por ellos que les llegaban a perdonar sus estupideces.

Debo de admitir que se que me equivoque con él.

Quiero creer eso.

Que él es diferente.

-Jun. - pronunció mi nombre con su voz notablemente apagada, sacándome de mi trance  por unos cuantos minutos, no me había dado cuenta, pero mi mirada se encontraba perdida, mientras recordé que había dejado a este, solo en donde solíamos estar parados uno al lado del otro, y vine a sentarme sola en el suelo, a unos cuantos metros de donde estaba él, solo para recuperar la cordura que el hacía que se esfumara cada vez que estábamos juntos, odiaba esto, odiaba lo que él me hacía sentir, pero igualmente adoraba la sensación, y la extrañaba, más que nada, odiaba amarlo.

Sentí sus pasos acercándose lentamente a donde yo estaba sentada, era un día fresco, un tanto gelído como para hacerme darme cuenta que mis manos estaban sumamente frías, en los días de otoño e invierno estas siempre se congelaban tanto que hacía parecer que era un fantasma desafiando las leyes de la vida.

Sentí como se sentó al lado mío acercándose lo suficiente como para sentir que nuestras rodillas rozaban por el contacto de estas y nuestros hombros juntos, de un momento a otro quería poner mi brazo sobre el suyo, haciendo que nuestras manos se entrelazaran entre sí, y mis manos perdieran el frío.

Pero no lo hice.

Controle mis deseos de tener más contacto físico con el, apesar de que sabía que lo anhelaba y lo necesitaba.

No me gustaba esa palabra en lo absoluto "necesitar", odiaba necesitar a alguien que no fuera yo misma.

-No lo hagas Juniper.- fue lo último que pronunció antes de que sintiera mis mejillas húmedas por el agua que caía de mis ojos, haciendo que mi vista se nublara y por ende, saber que mi nariz estaba goteando por tal acción.









𝙀𝙨𝙩𝙧𝙚𝙡𝙡𝙖 𝙙𝙚 𝙥𝙖𝙥𝙚𝙡 ® [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora