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II.

--->>>PRESENTE<<<---

ELIOT

Estaba en el callejón, con una persona tirándome de mi brazo y una bolsa opaca que no dejaba ver nada y mi respiración se entrecortaba.

No era mi día de suerte.

Caminamos demasiado mientras forcejeaba para intentar escapar, esa persona giraba bruscamente de vez en cuando como si fuera una bolsa de basura.

De pronto paró.

Me dejo sentado en un lugar donde el olor era realmente delicioso. Lograba escuchar copas chocar entre si y tacones, como si se tratase de un bar sumamente elegante.

¿Me secuestraron o gane la lotería y su manera de recompensa era así?

—Sácate la bolsa

Escuché firmemente y alce ambas manos del piso a mi cara para intentar sacarme la bolsa, pero no lograba nada, la bolsa era resistente y mi claustrofobia empezó a atacar, odiaba los espacios cerrados y tener mi cabeza dentro de una bolsa rígida me alteraba.

—No puedo —dije intentando calmar mi desesperación.

Escuché pasos acercarse y tomo mi mano. Empecé a creer que me iba a sacar cada uno de mis dedos y comérselo como si fueran salchichas en descuento.

Pero no, solo era mi paranoia haciendo acción.

Soltó mi mano, escuché risas por lo bajo y el alzó sus palmas a la altura de mi rostro para sacar mi cabeza.

Y no.

No podía ser

No lo podía creer

—¡SORPRESA! —gritaban y reían Esteban, Kate, Ant y mi mamá.

Si.

Mi mamá.

—¿Qué diablos les pasa? —vocifere— ¡¿Están bien de la cabeza como para ser esta estupidez?! —volví a alzar mi voz y me levanté.

—Todo fue idea de tu mamá —aclararon en coro Esteban, Kate y Ant.

—Pues... Como nunca celebraste que entraste con éxito a la universidad le pedí ayuda a ellos para que idearan una celebración un poco distinta —mencionó mi mamá, ella rio. Y después de convencerme también me reí mientras pasaba el susto.

No sé qué mierda ocurría en la cabeza de esas personas, pero al final todos la pasamos bien.

Todos excepto yo cuando note la presencia de alguien más en el bar.

Había un chico encapuchado observándonos en la esquina mas lejana de nosotros.

El chico terminó de tomar su cerveza y salió del bar. Yo seguí riendo y hablando con mis amigos que al final todos nos dirigimos hacia nuestras casas.

Tomé un Uber, no quería que está vez me secuestraran en serio o un asesino serial me descuartice.

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En la clase de Ética, nuevamente el misterioso alto y guapo pelinegro llegó tarde, y cada vez que ocurría la profesora lo dejaba pasar. Lo más extraño era que a otros estudiantes los dejaba afuera si llegan con al menos 1 o 2 minutos de retraso.

—Únanse con sus grupos y resuelvan estas actividades —dijo la profesora mientras escribía en el pizarrón y mi maravilloso compañero que hace dos días atrás me dejo humillado frente a toda la clase aproximó su asiento al lado del mío.

Déjà VuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora