Capítulo III: Reencuentros

154 23 9
                                    

Un sonido atronador te aturdió.

Provenía del enorme cráter detrás de ti, la boca de un inmenso volcán negro que expelía un aura oscura, de aspecto... Letal. Retrocediste por instinto, alejándote con torpeza hasta finalmente caer y rodar por la inclinada pendiente. Al levantarte, la tierra bajo tus pies descalzos te arañó la piel con rudeza.

—Maldición —Te quejaste para ti misma.

Te sujetaste la cabeza. A pesar de ser consciente de que tus dedos se enredaron entre los mechones de cabello, no pudiste sentirlos contra tu piel.

—Claro. Estoy soñando otra vez —Irritada, te miraste las plantas de los pies, sangrando, y te soltaste la cabeza—. Genial. Adoro los malditos sueños lúcidos.

Tu sarcasmo era cómico en contraste con el lúgubre ambiente del volcán, y pretendiendo buscar una forma de salir de ahí (o de despertar) echaste una ojeada más atenta a todo tu alrededor a ver qué te servía de ayuda.

—Ah... carajo, ¿Por qué siempre tengo que soñar material potencial para una película de Biohazard*? Ni siquiera he terminado el juego y ya lo tengo metido bien hondo en la mollera.

A lo lejos viste lo que parecía una interminable fila de personas, que caminaban a paso lento por la pendiente del volcán hacia el cráter. A ninguna parecía hacerle gracia su camino, a juzgar por lo lastimero de sus voces al gemir y llorar, y lo desgarrador de sus gritos cuando finalmente caían al interior. Tragaste en seco.

—Muy bien, me largo de este sitio. No quiero acabar como ellos, a donde sea que vayan.

Te giraste a mirar hacia el barranco a tus espaldas, luego volviste a mirar la cumbre en donde las personas gritaban horriblemente antes de caer al cráter y te quedaste así largo rato.

Algo oscuro pareció removerse dentro de ti.

—... Ellos parecen realmente asustados. Me pregunto si me asustaré igual si camino hacia allá.

—

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


—... Has tenido ideas estúpidas en tu vida, niña, pero esa es la peor hasta ahora.

Te giraste de golpe para saber quién te hablaba. Fue una mujer, tan cerca que te sorprendiste, y te miraba con elegante hastío en un rostro precioso.

—Tsubaki... —La reconociste.

—Menos mal. Recuerdas mi nombre. Yo también recuerdo el tuyo, y me sigue pareciendo indigno.

Y Yo... A Ti, KaoriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora