Capítulo IV: Hōjō Akeisuke-kun

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Las manos grandes de Hōjō se apoderaron de tus hombros. Sentiste con claridad la fuerza de su agarre regándose hacia tu espalda sin hacerte daño mientras temblaba, y te miraba a los ojos con los suyos relampagueantes de impotencia. Sin embargo, cuando te habló su voz era infinitamente dulce.

—¿Te volvió a hacer daño, Toshi? —Preguntó suavemente—... Fue por esto que ayer tú no... Toshi... Había pasado tanto tiempo de la última vez que yo...

—... Vamos, no le des tantas vueltas.

La ternura te invadió conforme lo viste más angustiado, hasta que sencillamente no pudiste controlarlo más y con tu voz lo detuviste. Apenas sentías los dedos cuando tomaste sus manos tibias con las tuyas para apartarlo, a la par que una mueca ladina parecida a una sonrisa, se formaba en tus labios.

—Tú ya conoces la historia. No hace falta que te alteres... —Le soltaste como si el tacto de su piel quemara,  y en un intento para disimularlo tomaste las uwabaki* de su respectiva taquilla.

Akeisuke no dijo nada mientras te miraba agacharte, recoger el calzado, ponerlo en la zapatera, y agitar las zapatillas blandas, pero cuando un puñado de chinchetas de colores rodó por el suelo entre ambos, volvió a descontrolarse.

—¡Es que no es posible! —Gritó.

De inmediato se hizo silencio en la ruidosa estancia, y todos los presentes se volvieron presa de la curiosidad.

—Guarda silencio, Secretario del Consejo estudiantil —Reñiste procurando un tono de broma—. Todo el mundo nos está mirando, y no necesitamos tanta atención. Esto es algo a lo que ya estoy acostumbrada, ¿de acuerdo? Solo es un juego de niños.

—¿Cómo que juego de niños? —Cuestionó, exaltado—. ¿Y si te hubieras hecho daño? ¡El acoso no es ningún juego, Toshikazu! Tienes que decirme de quién se trata, ¿quién es el causante de esto? 

—¿Y tú crees que te voy a decir? —Te reíste suavemente, tomando las chinchetas de la otra zapatilla para guardarlas en tu bolsillo—. Ya te dije que no es para tanto, así que déjalo ser y vamos a clase, ¿Quieres?

—¿¡Que no fue para tanto!? —Dio una palmada brusca en la zapatera a su lado, el ruido metálico hizo ecos en el recibidor, y se alzaron los murmullos inmediatamente.

—Necesito que te calmes, Akeisuke-kun. Vamos a clase, préstame tus notas de ayer, y ya veremos si a la hora del descanso te cuento lo que pasó, ¿bien?

Dijiste, en el afán de calmarlo. Él se detuvo en seco y se te quedó mirando con los ojos desorbitados. Con un gran esfuerzo la sombra de una sonrisa ladina se volvió a posar en tus labios y le empujaste con tu hombro, pretendiendo ser juguetona.

—Silencio tácito: aceptas por default —Dijiste—. Por eso eres mi mejor amigo. Anda, vamos a clase.

Lo viste apartarse lentamente con la mueca descompuesta de angustia y bajar la mirada, lo que aprovechaste para ponerte las zapatillas y comenzar a andar. Te alcanzó casi de inmediato, y caminaron juntos por los pasillos sin decir nada más.

Sólo se detuvieron cuando dos chicas les cerraron el paso.

—¡Buenos días Hōjō-san! —Exclamaron Tachibana Eri y Kawauchi Ayumi, saltando por sorpresa ante ustedes.

«Falta una» Pensaste en el acto, buscando a Nagami Yuka por el pasillo. No la viste.

—Voy al aula de una vez, ¿me prestas tus notas? —Preguntaste a Akeisuke con urgencia, tocándole el hombro con un una mano.

Él pareció enredado en un dilema mientras miraba alternativamente a las dos muchachas y a ti. Al final, tuviste que darle una palmada en el hombro para tranquilizarlo que terminó frotandose disimuladamente por el dolor. Quizá utilizaste demasiada fuerza.

Y Yo... A Ti, KaoriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora