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Actitud fría, chaqueta de cuero, ojos penetrantes y oscuros, belleza aterradora y dualidad encerrada y misteriosa en su interior.

Daba miedo, mucho miedo; era tan bueno siendo malo que todos temían.
Pero cada villano tiene una parte buena, la del nuestro era su (c)reciente gran amor hacia el pequeño vendedor insoportable que ablandó su corazón.

Él no volvería a sentir los colmillos de bestia en sus labios cuando quería atacar, o ése torrido cigarro que lo calmaba, porque ahora sus belfos tenían algo mejor y más precioso sobre ellos. Los labios del nuevo amor de su vida.

—↷︙🍷—

El nerviosismo lo recorría de principio a fin, desde la punta de sus pies hasta la cabeza, hasta las más fina vena sentía todo el nerviosismo que albergaba su ser mientras caminaba dándose valor y agitando sus manos que sudaban.

¿Qué demonios le había hecho ese chico? Era un idiota iluso, desesperanzado de afirmaciones, sudoroso sin razón, y enamorado caminando hacia la tiendita que había iniciado todo.

Sus dedos temblorosos apretaban los tallos unidos de las flores en su mano derecha en un puño, dándole un toque bonito a su extremidad llena de tatuajes malévolos de calaveras.

Kim Namjoon estaba por ser romántico, y eso no se veía ni en las mejores y más fantasiosas películas de Disney.

Llegó frente a la prestigiosa puerta, la cuál se deslizaba automáticamente cuando algo tocaba la alfombra negra delante.

Miró al suelo; sus botas lustradas brillaban en el suelo de cemento gris, y luego observó la alfombra que estaba apunto de pisar para entrar. Respiró hondo y exhaló todos sus nervios, poniendo un pie tras otro en pasos, quedando sobre la cosa negra peluda. La puerta se deslizó enseguida y entonces miró dentro con algo de miedo.

Ahí estaba él, tan precioso como la primera vez que lo vió, con una gran sonrisa que lo tenía en cielos rosas y cantares mágicos de hadas, con el ridículo uniforme del lugar color rojo. Se había quitado la gorra y peinaba su cabello hacia atrás, tan sensual como siempre.

Sonrió bobo, pero entonces se preguntó al fondo la razón de su sonrisa al frente, y su mirada se dirigió entonces a un apuesto muchacho que estaba apoyado como él cada que llegaba a la caja a registrar sus compras y le coqueteaba.

Esa misma pose. Sonriéndole. Inclinado. Coquetamente. No a cualquiera. A Seokjin. SU Seokjin.

Apretó su dentadura marcando maléficamente su mandíbula, apretó sus puños sin percatarse del ramo que estaba siendo aplastado ahora más por sus dedos.

Se acercó a pasos rápidos y furiosos, gruñendo por las sonrisitas que se daban ambos y como Jin seguía peinando su cabello cómo cuando él llegaba a ésa misma hora todos los días.

Ésa era SU hora, ningún otro idiota pelitos de muñeco podía entrar y coquetear con él. ¡El chico irritante que fingia ser sexy y le salía, era suyo!

Una vez estuvo cerca estampó su puño, contrario al que sostenía los tulipanes, en la cara forzadamente bonita del joven el cuál casi chilló cayendo al suelo ante el golpe fuerte en su mejilla.

—¡Namjoon! ¿Que carajos te pasa? chilló Jin tras la caja asomándose para ver al pobre chico inconsciente seguramente, y luego ver a Kim con una mirada molesta.

—Ése idiota y tú estaban coqueteando.– respondió furioso.

—¡No estábamos coqueteando!– replicó exaltado.– Vino a hacer una entrega de productos y me contaba sobre cómo un refresco se le cayó al suelo y por el gas se abrió y salió disparado. ¡Por eso reíamos!

good to be bad © namjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora