7. The exit

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Parece que tenemos heridas similares
Pero la mía aún está negra y magullada
Y la tuya está perfectamente bien
Parece que enterramos vivo
Algo que nunca murió

Louis intenta no pensar mucho en su infancia. Sin embargo, en tormentosas noches como la que se desata fuera de su ventana, es muy difícil no ansiar la compañía de aquella época.

Tiene muy presente una tormenta en específico. No debía ser menor de 10 años porque su papá ya se había ido.

Llevaba varias horas intentando quedarse dormido, pero el ruido de la borrasca lo hacía imposible. Odiaba estar solo en un cuarto bañado con sombras tenebrosas y ruidos de ultratumba. En su imaginación, la habitación se había convertido en el escenario perfecto para una película de terror. E incluso sus más amados peluches le parecieron parientes lejanos de chucky, el muñeco diabólico.

En definitiva no quería estar solo, pues al momento en que cerraba los ojos, las más terroríficas imágenes llenaban su cabeza. Estaba asustado y la idea de dormir con su mamá fue tan tentadora como una noche libre de pesadillas. Sin embargo, Jay lloraba tanto por esos días que Louis pocas veces se atrevía a robarle el tiempo que tenía para ella sola. Por ende, hizo lo que siempre hacía y buscó a Harry, arrojando diferentes objetos a su ventana hasta que el rizado por fin se asomó, frotándose ambos ojos con los puños cerrados.

Harry no se enojó, ni levantó la voz o le miró mal por haberlo levantado. En realidad, el rizado jamás se enojaba con él, aunque tuviera motivos para hacerlo. De modo que cuando Louis le explicó la situación, Styles corrió hasta su casa a pesar de la tormenta y se quedó a dormir.

Hizo de su casa embrujada un lugar seguro y de lo monstruos bajo la cama amigos con los cuales jugar. Le contó historias de piratas, cantó viejas canciones de cuna y cuidó de él con más devoción de la que Louis había conocido nunca. Su mejor amigo y alma gemela. La única persona en que confiaba para enseñarle todas sus cicatrices, incluso las que aún no habían terminado de sanar. El cuchillo de doble filo; su único odio, nacido de su único amor.

Sintiendo su respiración pesada, Louis tira las sábanas lejos de su cuerpo y se incorpora, sentándose al borde de la cama con el rostro entre las manos y el torso encogido.

No es la primera tormenta que enfrenta solo y sabe que tampoco será la última. Sin embargo, aquello no calma los calambres en sus pulmones, producto del miedo. Odia pensar que el techo le caerá encima y que su cuerpo quedará aplastado bajo los escombros, pero es inevitable que su mente viaje a los escenarios más catastróficos.

Siempre piensa lo peor cuando está asustado.

Su padre se fue en un día lluvioso. De hecho, llovía a cántaros. Y ni siquiera la tormenta lo detuvo de irse. A veces Louis se pregunta si lo hubiera seguido de no ser por los brazos que lo sostuvieron.

Nunca consigue una respuesta, por más que la busque. Con diecisiete años sabe que tomó la decisión correcta al quedarse, pero la curiosidad de lo que hubiera querido el Louis de nueve años le persigue. Muchas veces se escribió cartas a sí mismo, pidiéndose dejar el pasado atrás. Todas en vano, pues son cartas que aún guarda junto a las de Styles.

Styles. Hace años que debió dejarlo atrás. No obstante, se encuentra asomado en la ventana, esperando encontrar al niño de rizos chocolate que lanzaba aviones de papel cada que se aburría.

Golden String • LarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora