Gracia sobrevivía como todos.
A la joven de dieciséis años no le importaba nada y le importaba todo al mismo tiempo.
Ella quería morir, pero no en sus propias manos.
Podía atropellarla un camión, o mucho mejor, que un asesino en serie le pusiera fi...
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En un mundo caótico desde sus inicios, cosas horribles pasan todo el tiempo. La humanidad que nació desde el pecado, personas siendo castigadas gracias a sus antepasados, cualquier cosa puede parecer mucho menos injusta.
La linea Selvmord fue una de tantas con un destino para sus integrantes. Se suicidaban, porque los Selvmord jamás encontrarían el sosiego a su infinita ansiedad, tristeza y penumbra. Aunque ninguno se salvaba del sufrimiento, fuese como fuese. Estaban los que nacían para renovar la condena, un ser humano que se sabía sin valor ni propósito, el mas desgraciado de todos. Y los demás vivirían con aquella suerte, esperando, nada mas quedaba por hacer. Porque cada 13 de junio el desgraciado sabía que no era cuestión de valentía o fuerza de voluntad, era liberación. Y moría.
Los siglos pasaron, muchos, los desgraciados viven con nosotros desde el primer pecado. Pero lo olvidaron, gran parte del mundo olvidó su flagelo. Pero aún estaban ahí, los desgraciados, los Selvmord, los demás, jamás se irán.
Pero qué pasa cuando una leyenda reencarna, nunca se dictaminó que todo siguiera su rumbo. ¿Que si se podía romper una maldición así como se rompen las reglas? ¿lo habían siquiera intentado? Si, alguien lo hizo. La irreverencia en persona.
Gracia sobrevivía como todos. A la joven de dieciséis años no le importaba nada y le importaba todo al mismo tiempo. Ella quería morir, pero no en sus propias manos. Podía atropellarla un camión, o mucho mejor, que un asesino en serie le pusiera fin a su vida con un majestuoso crimen. Gracia era una Selvmord, no le daba mucho significado, o simplemente no lo sabía. Sin embargo, todo cambiaría, porque algún día tenía que despertar el dios que llevaba dentro.
