—¿Qué haces aquí?
—Sabía que seguías siendo la misma.
—¿A qué te refieres?
—Nada... Trua, voy a morir. Pero...
—¡¿Qué?! Yuri, dijiste que...
—Escúchame, lo lograste, te dije que funcionaría. Ahora no te faltará nada y puedes ser feliz, nunca tendrás un destino desdichado y yo voy a estar bien sabiendo eso.
—!Mentira! deja de hacer cosas como esas, por favor. Yo no lo necesito.
—Claro.
—No me mires así, no puedes simplemente...
—Te amo.
—Te buscaré.
—Está bien, me encontrarás. Pero ¿y después?
—No lo sé.
Aquellos ojos, de nuevo.
Trua parecía no reaccionar ante la llegado del otro individuo. A pesar de ser mas grande que el niño atrapado en el árbol, resultaba tener un gran parecido.
Ante la mirada enojada de la mujer, el hombre habló: —¿disculpa?
Giró la cabeza hacía el niño sin dejar de mirar a Trua, pero al finalizar se fijó en el pequeño Yuki.
—¿Quién es ella, Yuki?— cuestionó.
—¿Yuki? ¿tu nombre es Yuki? —habló al fin la diosa. Su graciosa expresión mostraba incertidumbre.
—Si, ese es el nombre de mi hermano —dijo lentamente el hombre que seguía siendo desconocido.
Trua se tomó la cabeza, pasó sus manos hacia atrás, rascó su nuca, e hizo un ademán de duda. Rio incomoda.
—Claro, lo siento —balbuceó dándose la vuelta —puedo estar equivocada, no voy a hacer nada estúpido —habló para ella misma siendo inentendible para las dos personas detrás.
Pero se volvió a mirarlos, sacó una pequeña tarjeta del bolsillo de su saco y se la entregó al pequeño.
—Llama ahí si necesitas algo.
Y se fue.
Hizo todo su camino hacia el puente mientras pensaba en como se había comportado unos minutos atrás. "Increíblemente torpe y ridícula" eran palabras con las que se calificaba a ella misma. Pensó que su actitud pudo haber sido mas mesurada y sensata, pero su mente había explotado totalmente y se había salido de sus cabales, por Yuki.
Y lo recordó, eso que le había preguntado, ¿y después?, también pensó en su respuesta, no lo sé. Aún no lo sabía.
¿Acaso estaría decepcionando a Yuki? jamás dudó que debía ir a buscarle aún así. Pero ¿cual sería su objetivo después? ¿iba a poder hacerle feliz?
Cuando llegó a su destino abrió las puertas y entró en modo automático, seguramente le esperaba mucho trabajo. Perfecto para distraerme. Pensó. Pero Makaria no parecía tranquila como lo estaría normalmente, o tal vez enfurruñada como cuando trabajaba en algo que no encontraba satisfactorio. Con el puño sobre el escritorio y los dientes apretados miró a Trua y detrás de ella, entonces habló.
—¿Dónde está?
Trua se rascó la cien con un dedo e hizo un puchero mientras parecía pensativa.
—¿Quién? —sus cejas se acomodaron en raras posiciones, dándole un aspecto gracioso.
—Yuki. Le encontraste ¿Dónde está? —insistió.
—¿Qué?¿Que dices? No, ese no era Yuki —replicó con un tono algo exagerado.
—¿Hasta cuando vas a negar mi sabiduría, Trua? Si te digo que lo encontraste es porque...
—Entonces ¿Yuki de verdad reencarnó en ese niño? todavía es tan pequeño —se quejó como una malcriada.
—¿Qué? no, yo no sentí a un niño.
—Aunque sabes en realidad si creí que era él al principio... ¿Qué? ¿no sentiste a un...
—A un niño.
Trua se sentó y le contó a Makaria todo lo que había pasado en el bosque. Makaria le hizo saber que pudo sentir su reencuentro ya que aquello significaba un gran impacto para el mundo aunque no lo pareciera; una diosa había vuelto a encontrar a su alma gemela reencarnada después de miles de años.
El sonido del canto de un campanero blanco sobresalto a Trua, y la mujer detrás del escritorio se mantuvo tranquila, esta extrajo un pergamino del buzón que colgaba desde el techo hasta caer a su lado. Con actitud serena lo desplegó en la cara de Trua.
—Descríbeme, por favor, lo que ves aquí —dijo Makaria condescendiente.
—Es mi apellido —señaló con duda —¿por que te llegó eso? Espera —acercó su rostro al papel —se está quemando, suelta eso.
Dio un manotazo al pergamino, el cual cayó de la mano de Makaria para llenar el suelo de cenizas mientras el fuego se extendía. Trua empezó a pisotearlo y logró apagarlo, sorprendida y algo asustada se giró y dirigió la mirada hacia la otra persona con ella quien la veía de forma irónica.
—Cuando volviste hice un trato, no te lo conté, no te cuento muchas cosas porque no lo necesitas. Simplemente tenías que hacer las cosas bien. Pero ahí estás, atascada en el pasado porque eres como una pequeña niña malcriada que solo piensa en ella. Eres una diosa, tienes un reino entero y un mundo que defender ¿por que no puedes quedarte con eso? —Makaria miró a Trua a los ojos intimidándola, a lo cual la otra tomó una postura a la defensiva —La maldición de tu familia, odias eso ¿no? te parece injusto, lo se, a mi también. Te prometí que podíamos buscar la forma de romperla si solo me dabas tiempo, y con tanta gente muriendo no iba a ser posible porque el mundo es un total desastre desde que decidiste irte al infierno —bramó aquellas ultimas palabras —pero volviste, y yo hice un trato con un dios mayor sobre que la diosa a mi cargo no causaría ningún estrago en el universo a cambio de que los suicidios pararan por un tiempo. Pero Trua fue a buscar a su amor, Trua que vive en un cuento de hadas, ¡Trua estúpida! —su cara estaba tan roja que provocaba temor.
Respirando profundo para relajarse, aquella muchacha inquieta y rebelde decidió guardar silencio. Bajó su vista al suelo y tragó saliva, Makaria se había quedado en silencio igualmente, habiendo dicho todo lo que tenía que decir. Esta ultima se acomodó en su silla y Trua no pudo quedarse mucho mas tiempo en silencio, así que habló.
—¿Por qué había fuego?
—Debido a que rompiste... o mas bien rompimos el trato que hice, te lo dije. Ya no hay ninguna interrupción, alguien debe... —hizo una pausa con mirada esquiva —alguien debe haber muerto.
Trua se lamentó.
—En mi linaje —agregó, rogando para que no fuera cierto a pesar de que lo había afirmado.
—No te preocupes tus padres no...
—Ellos no son mis padres, y además, no son desgraciados.
El ambiente tenso que se había formado disminuyó a medida que Makaria le narró a Trua todo respecto a los problemas recientes.
Al hacer algunos de sus trabajos ese día, su insensibilidad la sorprendió mientras asesinaba a una ladrona de niños que entraba en acción en aeropuertos. Otra vez, sin rastros ni problemas, Trua volvió a casa con cinco llamadas perdidas y un mensaje.
Una vez en la puerta un olor la extrañó, miró a su alrededor y al solo notar una cosa extraña entró.
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La Gracia De Trua
Viễn tưởngGracia sobrevivía como todos. A la joven de dieciséis años no le importaba nada y le importaba todo al mismo tiempo. Ella quería morir, pero no en sus propias manos. Podía atropellarla un camión, o mucho mejor, que un asesino en serie le pusiera fi...