44. Enfrentamientos

5 0 0
                                    

—Son unos niños a comparación de sus antepasados. —La Diosa se elevó y alzó los brazos, junto a esta acción trozos de techo de edificios cercanos empezaron a desplegarse— Veamos que aprendieron.

La Señora los lanzó en dirección a Yuliana, está voló bajo e hizo crear más lianas desde el asfalto que los atrapasen. Después miró a su primo y asintió con la cabeza. Esté se retiró acompañando a las personas que acababan de rescatar, resguardando su camino a un lugar seguro.

—Así que serás valiente y te atreverás tu sola. —Dentro de la capucha la Diosa emitía una sonrisa socarrona— Tienes mucha confianza en ti misma.

Yuliana no respondió. De su cinturón tomó la navaja de jade que el abuelo de Cristián le había dado. Era buen momento para recordar las clases de Nila.

La Diosa abrió una de las palmas de sus manos e hizo aparecer cuchillos de obsidiana que flotaban a ambos lados suyos. A continuación, con un ademán, los arrojó a la chica, quien voló esquivando a cada uno.

Después, Yuliana creó bolas de energía desde sus manos y devolvió el ataque contra la diosa, pero esta fue más rápida y no solo alcanzó a esquivarlas, sino también contraatacó con una esfera de energía oscura que le dio en un costado. La chica cayó al asfalto, aunque casi al instante luchó por levantarse.

—¿No se unen tus primos? —se burló la diosa.

La bruja creó de nuevo dagas de obsidiana, dispuesta a herir a la chica, pero Yul, ocupando sus poderes, hizo crecer plantas enormes para detenerla antes de hacerle daño con sus disparos de energía.

***

Mientras tanto, Nila y Lluvia aprovechaban para recorrer la ciudad y mirar con orgullo como las Tzitzimimes causaban terror entre los habitantes. Ambas chicas se divertían, esperando el momento en que los cinco aparecieran o por lo menos uno para atraparlo y llevarlo a su Señora.

Nila cargaba consigo la piedra en mano.

Descendieron en una de las calles más transitadas, la gente corría aterrada ante la aparición de las Tzitzimimes y ahí, en medio del bullicio, ambas admiraban el caos.

—¿No te parece repugnante las prendas que usan y sus nuevos edificios? —se quejó Lluvia.

—No cuando te acostumbras —respondió Nila.

Lluvia le dedico una mirada de soslayo.

—Hablas como si te hubieses encariñado de este lugar —recriminó su compañera.

Nila entendió a qué se refería y cambio su semblante a uno más relajada. Sonrió de lado y le respondió la mirada.

—Por favor, llevó más de cincuenta años despierta. Tú, apenas uno. He vivido varios cambios a lo largo de cinco décadas. Te acostumbras.

Lluvia rodó los ojos, no estaba de acuerdo.

—¿Cómo lo supo? —cambió de tema.

—¿Qué cosa?

—La emisaria de Xochiquétzal, ¿cómo supo dónde encontrar a su prima?

Nila, que jugaba con la piedra lanzándola hacia arriba de vez en cuando, no respondió.

—Fuiste tú.

La ex maestra de los Viera sonrió con cinismo.

—No somos sus únicos enemigos, así como nosotros tenemos aliados ellos también.

—¡Qué curioso! Ambos niños fueron sanados la misma noche en que acudiste al hospital, ¿cómo sucedió eso? —cuestionó.

—Si insinúas que tuve algo que ver, te recuerdo que no poseo poderes sanadores. Yo solo cumplí con mi parte, alejar a Copil de los Viera.

Crónicas del Quinto Sol: La diosa negraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora