3° CAPÍTULO

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Los años pasaron, y la Reyna Ikuko cada día perdía las esperanzas en poder tener un hijo nacido de su propio vientre.

Aunque para sus súbditos, damas y nobles de la corte; siempre mostraba una sonrisa.

Pero en la soledad de su habitación, derramaba amargas lágrimas; debido a que había pasado ya 02 años desde que inicio sus rituales para procrear.

Su esposo, el Faraón Kenji; al verla triste y deprimida se iba hacia el templo de Horus, que había dentro del Palacio.

Llevando ofrendas se arrodillaba ante el dios, y le suplicaba fervientemente, que acabe de una vez el sufrimiento de su amada esposa y le cumpla su deseo.

Por otro lado, el crecimiento del Príncipe Diamante bajo la protección de los Soberanos.

No podría ser mejor, ya que ambos Reyes al no tener aun hijos, le dedicaban todo su amor y tiempo al pequeño.

Y eso sus súbditos lo podían apreciar, cuando los Soberanos salían en sus paseos familiares, ya sea en los jardines del palacio, a los templos, o simplemente cuando visitaban el Nilo.

Como lo era en ese momento.

-- ¿Crees que Diamante se parezca a tu hermano cuando crezca?, ¿O se parecerá a su madre? _ Pregunto la Reina, mientras jugaba con el niño en las orillas del rio.

-- Hm, .... ¿Sabes?, .... Esa es una muy buena pregunta _ Respondió muy risueño el Faraón.

-- Ja, Ja, Ja, .... Lo sé, .... Es por eso que te la hice.

-- Mujer astuta.

-- Ja, Ja, Ja, .... ¿Y cuando no lo fui?

Kenji, que adoraba ver sonreír a su esposa, como lo estaba haciendo ahora, simplemente no le dijo nada, y solo se limito a acercarse a ella, para estrecharla en sus brazos, en compañía del menor.

-- Creo que alguien se está divirtiendo.

-- Hay Kenji, .... Eso es mas que obvio, .... Sabes, a que Diamante siempre le gusto nuestras salidas.

-- Ja, Ja, Ja, .... ¡Si, es verdad!, .... Pero ....

-- ¿Pero?, ¿Qué, mi amor?

-- ¿No crees que lo estamos malcriando?

-- Ja, Ja, Ja, .... ¿Sabes que es el Príncipe Diamante, de quien hablamos?, ¿Verdad?, .... Ja, Ja, Ja, .... ¡No me mires así!.

-- ¿Y cómo es que te miro?

-- Ja, Ja, Ja, .... ¡Como si lo que dijera no fuera cierto!

La Reyna al escuchar aquellas palabras, sonrió de forma discreta y siguió jugando con el pequeño.

Las horas fueron pasando y los soberanos decidieron volver al palacio.

Ya que la hora de la siesta del pequeño Diamante, estaba cerca.

Ikuko, que como siempre se quedaba con el durante su descanso; se alisto para reposar a su lado.

En cambio, el Soberano tuvo que marchar hacia la Sala del Trono Real, porque un mensajero había llegado en ese momento.

Al llegar, se acomodó en su trono y con una simple señal de su mano, indico a uno de sus soldados que hagan pasar al mensajero.

-- ¿Qué te trae a mi presencia? _ Expuso de manera autoritaria el soberano del Alto Egipto, observándolo de forma minuciosa.

-- ¡Majestad!, .... Simplemente soy un humilde mensajero, del Sumo Sacerdote de Osiris _ Haciendo una reverencia, el joven hablo extendiéndole un papiro enrollado.

Egyp; Country of the PassionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora