Llamada.
-Eh, está todo listo, a la hora de siempre dónde siempre- no dice nada más y cuelga.
Fin de la llamada.
La música vuelve a soñar de después de dos segundos, cojo el bote de pintura blanca, lo agito mirando la pared, le doy unas pinceladas de blanco a mi obra con un único pensamiento en mente.
Este será el último.
-¡Eh!- me grita alguien -¡Eh! ¡Tú!- sin pensarlo hecho a correr cogiendo mi mochila del suelo -¡Vuelve aquí!- empieza a perseguirme -¡No corras!- me coloco la mochila por delante y acelero.
Entro en una casa saltando la valla sin problemas. Mierda. Hay gente en el jardín que se me queda viendo, me alarmo cuando escucho al poli de antes gritar demasiado cerca. Corro otra vez atravesando el jardín y saltando la valla hacia la otra vivienda.
-¡No dejare que escapes!- Dios, que pesado.
Me meto en el supermercado del bulevar y por las escaleras mecánicas llego a la segunda planta, hasta el segundo aparcamiento, es decir el qué hay en el tejado.
-¡Alto ahí! ¡No tienes escapatoria!- empieza a cansarse.
Sigo corriendo hasta la otra punta del aparcamiento, cojo impulso y salto los dos metros que separan este edición con el de al lado. Miro atrás y le veo frenar, sonrío por eso. Asiente en silencio y empieza a retroceder. Joder. Me pongo a correr, otra vez.
Seguimos así dos kilómetros más, él persiguiéndome por los tejados, escaleras y calles de la ciudad y yo corriendo para no acabar en el calabozo por vandalismo y destrucción de instalaciones públicas.
Solo era una pintadita de nada, no ocupaba ni la mitad de la pared. Ahora la comisaría está más bonita, deberían agradecérmelo.
Llego a la estación y me salto los tornos, de fondo escucho los pitidos de salida de unos de los trenes, doy el último sprint con mis últimas fuerzas en las piernas para cogerlo.
Está muy lejos.
Empieza a moverse. Joder. Miro atrás, le veo sonreír y acercarse. ¡Joder! Un poco más, solo, un poco más.
Estiro la mano y no sé cómo consigo alcanzar la verja, la agarro con fuerza y tirando me levanto del suelo.
-¡No!- grita desesperado, colgando de la vaya pero con los pies en el suelo del tren me giro y le veo.
Me inclino como reverencia sin soltarme. Y me río. Mientras su figura se aleja me despido con la mano y una sonrisa de victoria que no ve por la mascarilla.
Seguramente avise a sus compañeros, así que será mejor cambiar un poco de aspecto.
Paso por encima de la pequeña valla de seguridad, me quito la capucha, la mascarilla, los guantes y el gorro, dejo la mochila en el suelo y también me quito la sudadera quedándome solo con un fino jersey azul oscuro, todo lo que me he quitado lo guardo en la mochila.
En la siguiente parada me bajo rápido para mezclarme entre la gente, como me temía los de seguridad están pendientes de la gente que sale, como si nada avanzo hasta la salida.
Fuera mi teléfono vibra, lo miro y es un mensaje de Gabriel. Lo ignoro y sigo caminando. Entonces empieza a sonarme el móvil, lo ignoro, para y vuelve a sonar. Así dos veces más. Cojo mi móvil con rabia y le contesto.
Llamada.
-¿Qué?- le contesto de mala gana.
-Yo también me alegro de oír tú suave y dulce voz- respiro fuerte intentando tranquilizarme -Está bien, está bien- se ríe, el muy condenado se ríe -He oído que hoy vas a pelear ¿es verdad?- ¿cómo mierda sé entera tan rápido?
-Si-
-Genial- levanta la voz alegre -Te veré allí-
-Muérete- y cuelgo.
Fin de la llamada.
Guardo el móvil y camino con toda la tranquilidad del mundo hasta la periferia, dejo que las canciones cambien sin interrumpirlas y se hace de noche antes de que llegue a mi destino.
-Eh, ya has llegado- Gabriel me ve desde lejos y me habla cuando corre hacia mí.
-Véte a la mierda- sigo caminando.
-Está bien...- opta por no tocarme y eso es fantástico -He oído de un pajarito que has pintado la fachada de la comisaría del centro- lo dicho ¿cómo mierda se entera de estas cosas?
-Solo era la mitad de la pared de atrás, eso es todo- corrijo.
-¡Gaby basta!- Joe grita desde la puerta -¡Vamos tienes que prepararte!- me grita haciéndome señales.
Sin esperar a que me diga nada corro hacia allí. Entro y la mayoría me saludan con la mano, dándome ánimos pero no les hago caso, sigo a Joe como siempre. Vamos hasta abajo.
-Venga- abre la puerta de la habitación que considero "mía" -Todos fuera- levanta la voz y los tres chicos que hay, de la anterior pelea empiezan a recoger.
-¿Vas a perder esta vez?- me mira Matt con esa ridícula sonrisa.
-Hazte coger y deja de joderme- le saco el dedo corazón cuando pasa por mí lado.
-Toda tuya- dice Joe antes de cerrar la puerta detrás de él.
Este sitio sigue siendo igual de asqueroso, voy hasta mi taquilla y buscando las llaves en mi bolsillo abro el candado.
Lo primero que hago es guardar mi mochila, cojo las vendas y empiezo a ponérmelas, después me cambio. Tras diez minutos calentando un poco y entrando en calor Joe toca dos veces la puerta antes de asomar la cabeza.
Asiento y voy detrás de él.
Cogemos las escaleras y bajamos hasta las alcantarillas, empiezo a escuchar el barullo de la gente.
-Hoy se mueve mucho dinero- habla bajo -¿Esto es lo que de verdad quieres?- gira la cabeza y me mira de reojo, asiento y suspira cansado.
-No finjas que te preocupo- miro al frente, empiezo a ver a los primeros del grupo que gritan en cuanto me ven.
-¡GENTE DE LOS SUBURBIOS, CON UN TOTAL DE DIECISÉIS VICTORIAS Y DOS DERROTAS!- el presentador grita con toda su alma -EL DEMONIO PELIRROJO- nos paramos en el centro y él se va con el resto, mientras yo miro a mi contrincante antes de que su público empiece a chillar.
Me van a dejar sin tímpanos.
-¡Y!- intenta hablar por encima de la gente -¡CON VEINTIDÓS VICTORIAS Y CINCO DERROTAS!- la gente a mi espalda empieza a pisar el suelo con fuerza, como en esas batallas vikingas de las películas -¡PINKIE PIE!- y estallan en gritos eufóricos.
Ambas nos ponemos en guarda cuando nos acercamos.
La gente cree que las peleas de chicas son tirarse de los pelos y arañarse mientras se dicen cosas como "perra", "zorra" o algo así, puede que sea así en la superficie pero aquí no, aquí abajo se juega con la ley de la sangre.
-¡¿QUIÉN QUIERE SANGRE?!- la gente empieza a gritar más fuerte al unísono -QUE GANE LA MEJOR- el agua me llega hasta los tobillos -¡YA!- ella se lanza a mi sin tregua.