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-Hola bonita- una voz femenina demasiado cerca me hace abrir los ojos de golpe.

Me reincorporo de repente y me muevo nerviosa, la miro y con la mirada busco mi mochila, la siento estrugarse en mis manos y me relajo.

-Lo siento no quería asustarte- esa mujer me mira preocupada -¿Una pesadilla?- me toco el pecho calmándome.

-No, bueno no lo se- me acomodo en mi sitio tranquilizando mi respiración.

-No recuerdas lo que has soñado ¿verdad? A mi también me pasa- sonríe amablemente y me quedó mirándola.

¿Quién es?

-Toma, se te ha caído- me da un cuaderno y mirándolo me doy cuenta de que es el que me compré esta mañana.

-Gracias- lo cojo y lo dejo encima de mis piernas.

-Pareces muy joven- se cambia de asiento para quedar enfrente mío -¿Cuántos? ¿Cuántos años tienes?- pregunta curiosa.

-18- ¿es raro que me sienta tan tranquila? No la conozco, no debería ni dirigirle la palabra.

-Uh- se sorprende demasiado -No te has escapado de casa ¿verdad?- pregunta preocupada e insegura, solo niego en silencio.

¿Porque sigo contestando? Dios ¿qué me pasa?

-Tus padres deben confiar mucho en ti para dejarte viajar tú sola siendo tan joven- se ríe.

-No tengo padres- digo por lo bajo, sin dejar de mirarla.

-¿Cómo has dicho cielo?- me mira, seguramente no me ha escuchado.

-Que no tengo padres- repito como si nada.

Entonces su cara cambia completamente.

Y ahí, es donde se acaba mi conversación con una vieja desconocida.

Después de un interminable viaje, varias paradas y un cambio de clima mucho más frío al que estoy acostumbrada, llego a mi destino.

He estado apunto de suicidarme ahí dentro. Nunca me había aburrido tanto.

En cuanto salgo del tren me pongo la chaqueta, Dios ¿por qué hace tanto frío?

-Necesito un móvil- hablo para mi misma.

Salgo de la estación con la mochila al hombro, mi estomago ruge y me lo toco con pesar.

Primero la comida.

Me compro un bocata en el primer sitio que veo.

Después de perderme, le pregunto a una señora. Y después de mandarla a la mierda por borde sigo caminando.

-Odio está ciudad- suspiro apoyándome en una puerta metálica de la parte trasera de algo.

Me agobia mucho ver tanta gente en la calle.

Oigo un "click-clack" antes de sentir como el apoyo de mi espalda desaparece, antes de poder reaccionar me caigo de culo.

-¿Quién eres?- abro los ojos y miro hacia arriba.

-A quien acabas de tirar, un placer- suelto con fastidio e ironía antes de levantarme.

Me giro y veo que me extendía la mano, se queda estático un momento, después se da cuenta de su posición y se pone recto.

-¿Que hacías aquí?- mira a ambos de la callejuela, antes de acercarse al cubo de basura y tirar la bolsa que tenía en la mano.

-Escapar de la ignorancia y el ruido- se giro y me mira confundido -No me gusta la gente-

El juego de Molly.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora