—Veo que despertaste— al escuchar la voz me giró alerta, pero siento que mis ojos casi se salen al observar a quien acababa de entrar.
Ella se dirige al mueble de la habitación, suelta su bolso negro de piel para cruzar una pierna por encima de la otra y con su mano en el mentón me habla.
—Bienvenida al hogar de las pecadoras.
Se veía totalmente distinta a como se presentó en mi casa, lo que pudo parecer una chica inocente y tranquila ahora parecía una diabla. Su pantalón ajustado, tacones altos, y blusa con el escote al descubierto. A demás un lápiz labial rojo que la hacía ver malditamente sexy.
— ¿Quién eres realmente? — pregunto atenta a mi ambiente y veo que no vienen con ella los dos tipos de antes.
— A penas despiertas y ya andas con preguntas aburridas— ella revira los ojos y se pone de pie, toma el bolso y se dirige a la puerta — Ven conmigo — me indica, pero no doy ni un paso —Acércate, no muerdo— y comienza a caminar — a menos que me lo pidas— al escuchar eso último sentí una punzada entre mis piernas, con lo caliente que se veía y su voz tan sensual no pude evitar la sensación.
Tragué en seco y fui tras ella —¿Qué es este lugar? — hago otra pregunta con la esperanza de que me respondiera y ella tiene una risa nasal.
— Eres muy inocente a pesar de esa imagen que has fabricado— siento que está jugando conmigo y me está empezando a molestar eso.
— No te enojes, ahora saldrás de todas tus dudas, no seas impaciente— me dice al llegar a una puerta, la cual abre sin mucha demora —Solo no salgas corriendo— eso me pone en alerta.
Al abrir la puerta cuento hasta cuatro chicas, algunas parecían muy cercanas. Incluso dos de ellas se estaban besando «demasiado cercanas diría yo»
—¿Es la nueva? — siento que preguntan delante de mí y freno mi paso para mirar hacia donde venía la voz y no pude evitar sentir mis mejillas enrojecer.
Se trataba de una chica que se veía más madura que yo, su cuerpo jodidamente sexy, lunar en la mejilla izquierda, y ropa muy reveladora para estar en un lugar donde se supone que TODO lo que está a mi alrededor es un pecado.
— Si, pero no la asustes, o no tendremos paga— le responde Yongsun y la otra ríe en corto.
—Descuida, no es mi objetivo— dice y se coloca frente a mí — Un gusto, soy Ahn Hyejin, puedes llamarme Hwasa.
— Soy Moon Byul Yi— le respondo y mis ojos recorren su cuerpo hipnotizada.
— Es de las atrevidas Yongsun— se ríe y yo salgo de mi transe —¿qué? — logro preguntar.
— Casi babeas nena, descuida es normal— Yongsun niega con la cabeza y me hace un gesto con la mano para que la siga —espero que nos veamos luego— me dice antes de que me vaya y guiña un ojo.
— Llegamos— Yongsun interrumpe mis pensamientos y abre lo que parece ser la puerta de una oficina.
Al entrar ella indica que me siente y eso hago. La oficina parece sacada de una iglesia, crucifijos y retratos de la Virgen María por todos lados.
— De acuerdo, presta atención porque no me gusta repetir, y desde ahora te advierto, no me interrumpas— yo asiento y ella saca de una de las gavetas de su escritorio un folio. Al abrirlo hay imágenes y lo que parece ser información mía.
— Eres Moon Byul Yi, tienes diecisiete años y treinta y cinco días cumplirás la mayoría de edad, por eso te hemos traído acá— ahora estoy más confundida aún.
— Hace unos días frente a tu casa sucedió algo mientras pasaba en mi auto, supongo que podrás imaginar que es— eso creo — luego de esa escenita me encargue de investigar en qué hospital estaba tu padre, como mismo te investigue a ti y a tu familia— sigo sin caer en cuenta de qué va todo esto.
— Sabemos que te iban a enviar a un convento en contra de tu voluntad, y sabemos que tus padres son tan convencionales como para decir en voz alta que la homosexualidad es una enfermedad, y por esto te hemos traído acá.
— Pero...— pienso hacer una pregunta y me fulmina con la mirada, cierto, no debo interrumpirla.
— Hace cinco años yo pasé por lo que has pasado, pero a diferencia de ti, estuve dos años en un convento, lugar donde conocí a...
— Donde me conoció a mí— miro hacia la puerta y se encontraba una chica más baja que yo, de cabello negro, y por como sonrió se le marca un pequeño hoyuelo en mi mejilla izquierda.
—Soy Jung Wheein— se presenta.
— Cofundadora de esta organización— yo hago una inclinación con mi cabeza en señal de saludo mientras se coloca al lado del asiento de Yongsun —Y te ayudaremos a independizarte— sonríe y sigo algo confundida.
¿Acaso entenderé esta locura?
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No seré una santa.
FanfictionMis padres quieren obligarme a ir a un convento para predicar la palabra de Dios y seguir el camino de la santidad, pero no hay nada en este mundo que desee menos que eso. En un movimiento desesperado hice algo que me condenaría por muchas semanas a...