Tras esa noche noté que no me sentía cómoda respecto a lo que había pasado con Freya. Supongo que en parte se debían a las miradas de desaprobación de Ragnar, miradas que yo también le lanzaba. Realmente ninguno era ejemplo de nada para dar lecciones, a pesar de que yo se las hubiera dado el día anterior. Sí, era para haberme dicho a mí misma: «Nunca digas de esta agua beberé». Lo que le había recriminado lo había hecho, no al día siguiente, si no a las horas. La verdad es que tras esa noche Freya estuvo esforzándose para demostrar que efectivamente, era de confianza.
En ese tiempo había cambiado algo, la relación entre Daiki y Logan. Se habían vuelto mucho más cercanos desde que este último había vuelto del Olimpo, hasta tal punto que quedaban sin mí. Eso me encantaba, al final eran dos personas importantes para mí que se entendían bien. Se acercaba las fechas navideñas y todavía no había elegido ningún regalo para nadie. Entre los entrenamientos y el instituto apenas tenía tiempo, así que le pedí a Ragnar un día libre.
― ¿Para qué? ―preguntó.
―Para comprar regalos para Navidad ―respondí.
― ¿Necesitas mucho tiempo? ―preguntó confuso.
―Mm... supongo que un día ―contesté. Él asintió, yo intenté aprovechar. ―Podrían ser un par.
―No, un día o nada ―respondió.
―Vale, pues un día. ―Terminé cediendo.
Ya por fin en mi cama me estiré sonriente. Por fin un día para mí, nada de clases, de entrenamientos, de triángulos amorosos, misterios, solo yo. Puse la música y comencé a bailar por la habitación. Lo mejor de todo es que estaba sola, no había nadie, me duché al ritmo de Maroon 5, elegí helado y me pedí pizza para cenar. ¿Noche de chicas? Noche de Liv. Escogí ver una de las primeras temporadas de Pretty Little Liars y me tiré en el sofá. Que bien se sentía, me quedé dormida esperando a la pizza. Sonó el timbre y fui a abrir, pillé el dinero y nada más abrir la puerta me vi al chico de la pizzería con otro, ¿Marc?
― ¿Pizza para Olivia? ―preguntó el repartidor.
―Sí, soy yo ―contesté.
El chico me entregó la pizza y Marc siguió allí. ¿No estaba estudiando fuera?
―Hola hermanita―saludó. Yo sonreí y le dejé entrar.
― ¿No estabas en...?
― ¿En Corea esta vez? ―terminó por mí.
―Sí, eso ―contesté. ― ¿Qué haces aquí?
Cerré la puerta y me dirigí al salón, nadie iba a molestar mi momento para mí.
―Me han expulsado del instituto ―informó. Yo puse los ojos en blanco. Marc siempre se metía en líos.
―Papá te va a matar... ―comencé.
Marc era un año menor que yo, a diferencia de mí, a partir de los diez u once años mi madre decidió que tenía que estudiar fuera. Marc era listo, pero le aburría estudiar, y también estaba el hecho de que siempre se metía en líos. ¿Si se metían conmigo en el colegio? Marc les pegaba, parecía el clásico hermano rebelde. Cuando le conté que había empezado a entrenar para que no se metieran conmigo, él me miró con emoción en los ojos. Mi hermano siempre se había mostrado protector conmigo, a pesar de que yo fuese mayor que él. Por otro lado, siempre noté un favoritismo de mi madre hacia él, un amor y un cariño que no tenía conmigo. Ahora podría entenderlo, al final yo no era su hija y él sí.
―Y cuéntame, ¿alguna novia? ―pregunté.
―No ―contestó con una sonrisa un poco indescriptible. ― ¿De qué es la pizza?
―Cuatro quesos, ¿quieres? ―pregunté.
―Vale ―respondió y se colocó a mi lado. ― ¿Qué ves?
―Pretty Little Liars ―contesté. ―Es la primera temporada, es repetida. Si quieres puedes verla conmigo.
―Me encantaría ―respondió mirándome. Su mirada me inquietó y la aparté. Él sonrió y miró al televisor. ―Puedes darle al play.
―Sí, sí ―contesté algo aturdida, él soltó una especie de risa. Comenzamos a ver la serie, ninguno dijo nada.
Me quedé dormida en el sillón, el no haber parado en esos meses había hecho que entrase en un sueño profundo donde tuve un sueño premonitorio, y esa vez fue raro. No fueron únicamente sensaciones, también fueron imágenes. En ellas me encontraba besando a un chico, y sabía que ese no era Daiki. Parecía sentir algo que no había sentido con mi novio, cálido, diferente, reconfortante. Tenía una sensación de arrullo, como si el estar con esa persona me aportara tranquilidad, felicidad, aventura. Me desperté por la claridad de las ventanas y me sentí como nueva. ¿Qué había sido eso? ¿Quién era él? No le había visto la cara, tampoco donde estaba. Como acto reflejo me toqué los labios. ¿Qué sensación había sido esa?
Me tapaba una manta, que con toda probabilidad me la había puesto mi hermano. Quise remolonear más, pero me di cuenta de que tenía que aprovechar para comprar los regalos. Me incorporé y vi a mi hermano en el otro sillón, dormido. Me levanté del sofá, fui a hacerme un café y el desayuno, ese día comería pancakes. Me gustaba mirar como se hacía el café y notar su olor, era algo así como... relajante. Noté una presencia detrás que hizo que me pusiera en guardia.
― ¿Estás haciendo el desayuno? ―preguntó Max.
―Sí ―respondí. ―Café y pancakes. ¿Quieres que te haga alguno?
―Pues sí, un par de ellos ―contestó.
― ¿Solo un par? ―pregunté riendo. ―No te reconozco, tú eras el que siempre me pedías seis o siete.
―Bueno, tienes razón ―respondió con una sonrisa pilla. ―Quería quedar bien. Déjame, que a mí me salen mejores.
Me hice a un lado y dejé que los cocinara él mientras, seguí recreándome en el olor a café, inspiré el aroma y probé la bebida, perfecta. Él sonrió y se sirvió también una taza de café.
―Te ha quedado espectacular ―dijo y yo sonreí.
―Pues sí. Me queda genial ―contesté yo. ― ¿Qué vas a hacer hoy?
―Iré a ver a amigos. ¿Y tú?
―Compraré los regalos de Navidad ―respondí. Él alzo una ceja. ―No te voy a decir lo que voy a comprar, ya lo verás el veinticuatro.
―Vale, no insistiré, pero... ¿Me comprarás uno a mí?
―Claro ―respondí. ―Así que no lo busques.
Él sonrió, se bebió un sorbo de café y se quedó mirándome. ¿Qué le pasaba? Estaba raro desde que había llegado. Desayunamos, yo llevaba una revista que ojeé para enterarme de los cotilleos y le iba contando tal o cual cotilleo a mi hermano. Él se reía y hacía algún comentario de alguno de ellos. Marc terminó su desayuno antes que yo, a pesar de que su ración fuera más grande que la mía.
―Bueno ―dijo levantándose del asiento. ―Yo me voy. ―Siguió mientras se dirigía hacia mí. ―Luego nos vemos, hermanita. ―Terminó diciendo mientras me daba un beso en la mejilla y se marchaba.
Por algún motivo que desconocía me quedé helada, sin saber que hacer o qué decir. El día anterior también había tenido una sensación similar, pero no sabía a qué se debía. Tenía la impresión de ser un cervatillo en alerta, esperando que llegase el golpe por algún lado. Tras la marcha de Marc me vestí y salí al centro para comprar los regalos, quería regalarle un collar a Frigg, algo a Daiki, a Ragnar, a mi padre, a mi hermano y también a Logan. ¿Regalarle algo a Freya? Volví a recordar el sueño de ese día, evocándolo, sintiendo de nuevo cada roce. Me quedé pensativa, ¿qué estaba haciendo? Estaba confusa, no sabía que hacer; de pronto no tenía claro si empezar algo con Freya, cada vez esa idea se iba alejando más y más. Entonces... ¿comprarle algo? Se lo iba a comprar como lo haría con Ragnar o Logan. Estuve todo el día buscando los regalos perfectos, tenía la sensación de nunca acabar. Casi ya al final de la tarde me sonó el móvil. El nombre de Daiki se reflejó en la pantalla del móvil, sonreí y contesté su llamada.
―Liv, ¿estás en el centro? ―preguntó.
―Sí, ¿por? ―contesté.
―Logan y yo también estamos por aquí, mándanos tu ubicación y nos vemos.
Me acerqué a un restaurante, me pedí algo para beber y ojeé la carta para elegir algo para cenar. Me moría de hambre, no sabía si elegir hamburguesa, pizza o pasta. No había comido así que el esperar a Daiki y Logan se hizo eterno. Alguien tocó el cristal del restaurante donde me encontraba yo, di un respingo. Daiki y Logan se rieron y entraron, negué con la cabeza. Pedí a un camarero si podía cambiarme de mesa, no quería asustarme de nuevo. Él aceptó y nos dirigimos a un rincón donde en la pared se veía los ladrillos; un toque de decoración no elegido por el dueño del local que le iba muy bien. Daiki y Logan se sentaron, el primero con unos vaqueros rotos, una camisa oversize y una parca verde abierta; Logan en cambio iba con unos vaqueros negros algo desgastados, una camiseta blanca y un abrigo negro con capucha. Me saludaron y miraron la carta, terminamos pidiendo unas papas fritas mientras preparaban las tres pizzas.
―Entonces, ¿conseguiste los regalos? ―preguntó Logan agarrando una papa para acto seguido comérsela.
―Sí. Menos mal, creía que no lo conseguiría ―respondí recostándome en el sillón americano.
―Nosotros también hemos ido a por regalos de Navidad ―dijo Daiki.
― ¡Tío! No estropees la sorpresa ―respondió Logan. Yo sonreí divertida.
― ¿Y a quién le habéis comprado algo? ―pregunté.
― Eso se sabrá el día de Navidad. ―Atajó Logan. ―Ni se te ocurra decir a quien. ―Continuó dirigiéndose a Daiki. Todos nos reímos sonrientes.
―Hola Liv, ¿Qué haces por aquí?
―Max ―contesté. ―Cenar, estoy con Logan y Daiki, ¿te acuerdas de él? ―pregunté.
―Cómo olvidarme ―respondió entrecerrando los ojos.
―Estamos juntos. ―Proseguí. Él me miró con los ojos como platos.
―Entiendo ―contestó. ―Pues yo me reúno con unos amigos aquí. Pasadlo bien, Logan, Daiki.
Se marchó, me resultó chocante la forma en la que se dirigió a ellos. Fría, sin sentimientos, sin... sin nada. Como si fueran dos actores secundarios, decoración, al fin y al cabo.
―Tu hermano es raro ―dijo Logan. Yo lo miré alzando una ceja. ―O uno, es protector, o dos, está como una cabra.
―No está como una cabra ―respondí poniendo los ojos en blanco. ―Lo único es que... yo que sé. Si se ha pasado años fuera de casa sin venir ni si quiera por Navidad.
Logan asintió, Daiki me miró y sonrió, yo le devolví la sonrisa. Volvimos a las mismas conversaciones y risas. Parecía estar con mis dos personas favoritas sin darme cuenta de ello.
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Los secretos de Pandora
FantasyEn un tiempo lejano los dioses griegos y nórdicos sellaron la paz con un pacto en el que Pandora jugó un papel primordial y que guardó un secreto con recelo. A Liv siempre le han dicho que pase desapercibida y que no se meta en líos, pero su espíri...