Capítulo 7

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El lunes amaneció aparentemente sin que hubiese cambiado nada, como si el día anterior no hubiese visto a mis padres. Como si el hombre que vivía conmigo creyese que era su hija, ¿qué me convertía eso? Bebí mi tazón de café mientras lo miraba, decían que nos parecíamos, pero... no teníamos la misma sangre... ¿Qué tipo de sangre tenían los dioses?

—¿Te pasa algo? —pregunté él.

—¿A mí? —pregunté mirando hacia los lados.

—Sí, solamente estás tú aquí. ¿Te preocupa algo?

—Eh... —comencé. ¿Por ejemplo que tú no eres mi padre y que lo es un dios nórdico? — Bueno, mi vida ahora es un poco complicada.

—¿En qué? —preguntó y yo miré a otro lado.

—Cosas del corazón —repuse. Sabía que si le decía algo sobre eso no me preguntaría nada más.

—Es normal —contestó.

—Bueno, me voy al gimnasio.

Salí de allí como alma que lleva el diálogo, con mi puñal en la espalda, y en mi hombro la mochila de deporte. Al llegar no vi a Freya, menos mal, podía estar sola y tener mi espacio. Dejé mis cosas en la taquilla y fui a donde estaba Phoenix esperándome para iniciar mis clases de Krav Magá. Tenía claro que se me daba mejor la lucha cuerpo a cuerpo, y usar armas con lo que tuviese a mi alcance.

El entrenamiento comenzó como siempre, pero para mí eso era insuficiente, al final no te enseñaban como matar, cosa que yo necesitaba. Volví a sentir esa sensación extraña, pero a la vez diferente. Me encontraba cansada y algo desorientada, tenía demasiadas cosas en la cabeza. A diferencia de las demás veces todo se quedó parado, como si todo y todos se convirtieran en piedra. Oí un sonido, un gruñido más bien, y una especie de orco entró en el gimnasio. De pronto me pregunté cómo podría llegar a mi taquilla y coger mi puñal, no tenía problema en luchar con ese monstruo, pero... necesitaba algo para matarlo. Me encontraba al otro lado del gimnasio, y tenía que pasar por las salas hasta llegar donde se encontraba la taquilla.

Busqué algún sitio donde refugiarme, me podía ver sin ningún problema, las salas estaban divididas por cristales. ¿Oler? No tenía ni idea, maldije que Freya no se presentara, tener una mano amiga... siempre venía bien. Aunque después de lo que dije entendía que no se quisiera mezclar en lo que me pasase. Encontré un punto ciego para evitar que me viese, aunque yo sí podía verlo. Era muchísimo más alto que yo, corpulento y no se le veía la piel, salvo el pelaje evidente.

Allí estaba yo, en una esquina, escondida, esperando que todo acabase. Estaba nerviosa, nunca me había sentido tan abandonada. El monstruo abrió la puerta y me dispuse a hacer lo que tenía pensado, inspiré contando hasta cinco, mantuve el aire otros diez y lo expulsé cuando vi que estaba a una distancia prudencial. Tenía que ser sigilosa, y lo hice, salí sin problemas. Pero una vez en el hall me vio y solo pude correr como alma que lleva el diablo. No pude avanzar mucho cuando vi que lanzaba un mueble que se interponía en mi camino. Joder... tenía que enfrentarme a él, con únicamente mi cuerpo. Pero... ¿de eso no se trataba el Krav Magá? No sabía si ese monstruo entendía mi idioma, solo quería deshacerme de él. Se acercó a mí, yo quise a coger uno de los trozos del armario para defenderme, pero no tuve suficiente tiempo. Noté que el monstruo carecía de estrategia bélica, sólo sabía que tenía que... ¿matarme? No pude prever que me agarrara con ambos brazos y soltara un grito ensordecedor. Él tampoco que entrelazara mis pies en su cuello evitando que entrara aire a sus pulmones hasta casi asfixiarlo. Lo que provocó que me tirara hacia un rincón del suelo, me dolía la espalda, y sentía que me costaba moverme con la misma agilidad. Recogí otro trozo de armario e intenté ir hacia el vestuario, pero fue imposible. Volvió a agarrarme de un brazo, dislocándolo, haciendo que aullara de dolor. Encontré fuerzas de donde no sabía que tenía y con la mano del otro brazo le clavé el trozo de armario, haciendo que él también aullara de dolor. A pesar de que mi intención fuera que me soltase, me zarandeó, al notar su reacción introduje con más fuerza el trozo que había conseguido del armario y esa vez sí que me soltó. No caí bien, me hice daño en el pie, pero con la adrenalina salí corriendo hacia el vestuario jadeando. Llegué a mi taquilla y con el brazo bueno, abrí el candado. Buscaba de forma incansable el puñal, y con poco tino que cuando él llegó seguía sin encontrarlo.

Los secretos de PandoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora