El domingo había sido raro, mucho, había ido con mi padre a recibir a mi madre al aeropuerto. Ella apenas pasaba por casa, se dedicaba a ir a Europa, vivía rodeada de lujos y sin nada que le perturbase, o eso era lo que pensaba yo. Mi padre y yo la vimos aparecer con una camisa blanca y una falda negra de tubo, en el cuello llevaba un collar de Chanel y unos estiletos que daban vértigo. Saludó a mi padre, a mí por encima, suspiré, tampoco es que mantuviésemos una relación estrecha, pero sí cercana. Los tres nos subimos al coche y me miró arqueando una ceja.
—¿Qué es eso? —preguntó.
—¿El qué? —contesté.
—Lo que llevas en la oreja.
—Un pircing, me lo hice el otro día —respondí mirando por la ventana como el paisaje cambiaba.
—¿Y ese peinado? —preguntó haciendo referencia a una trenza muy similar a la que me había hecho Freya.
—¿La trenza? Me la hizo una amiga un día y bueno, me gustó y me la he hecho otra vez.
No sabría descifrar la mirada que me dirigió, pero tuve claro una cosa. No aprobaba el peinado ni el pircing. Llegamos a casa y fui a escabullirme a mi cuarto, quería pensar sobre lo que había pasado la noche pasada. Sobre Freya y Logan, sobre... quien era. ¿Cómo había llegado a una familia... humana? Y de pronto.
—Liv, ven al salón. —Me indicó mi madre.
Volví la vista atrás y vi la mirada dura de mi madre, nunca la había visto así, dura, infranqueable. Altiva entré en el salón con ella a la espalda, me apoyé en la mesa de escritorio que había allí y que realmente no tenía ningún fin, salvo... salvo decorarlo.
—Estás cambiada —soltó. Yo me senté en la mesa y la miré. Se había encendido un cigarro y miraba por la ventaba con aire ausente. —Ya te has enterado de la verdad, ¿no?
—¿Verdad? —pregunté. ¿Ella lo sabía? No quise dar pistas de que sabía algo, quise hacerme la tonta. Así que pregunté. —¿De qué verdad estás hablando mamá?
—La trenza. —Indicó y la miré. ¿Mi trenza? —Te la ha hecho uno de ellos. No lo niegues. Y ese pircing... Te estás volviendo una salvaje.
—Mamá, ¿de qué estás hablando? —pregunté a pesar de saber de lo que hablaba.
—Sé que Frejya está aquí, y su hija. Son diosas nórdicas, y te quieren llevar a su lado. Intentan tomar partido de esta historia. Seguro que no te han contado todo.
—¿Y Logan? —pregunté. Ella sonrió.
—Logan está tan perdido como tú, o no. Quizás todavía más que tú. ¿Qué te han contado?
—¿Qué me deberían haber contado? —pregunté, ella sonrió.
—Todo, sin faltar detalle —respondió ella. Yo enarqué una de las cejas. Ella sonrió.
Me indicó que la siguiera, y como si de una película de suspense o misterio se tratara le dio a una parte de una estantería y se abrió un pasadizo. Esto parecía la Batcueva. ¿Tenía una batcueva o algo? Me imaginaba un pasillo de ladrillos que me llevaría a... a la clásica guarida con el traje de superhéroe, y muchísimos ordenadores que indicasen donde había problemas en la ciudad, pero para nada era así. En su lugar había una habitación de estilo minimalista, con libros, unos sillones y una bola del mundo.
—No te esperabas esto —sentenció ella con una sonrisa.
—La verdad es que no —respondí.
—Esta habitación secreta no tiene nada en especial, salvo... salvo que sepas buscar bien.
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Los secretos de Pandora
FantasyEn un tiempo lejano los dioses griegos y nórdicos sellaron la paz con un pacto en el que Pandora jugó un papel primordial y que guardó un secreto con recelo. A Liv siempre le han dicho que pase desapercibida y que no se meta en líos, pero su espíri...