Septiembre 2015
Me desperté como cada mañana con la música del móvil de alarma. Gabriel estaba a mi lado dormido. Sonreí como una niña, Gabriel había sido lo mejor que me había pasado en ese último año. Me quedé mirándolo, como cada mañana, contemplándolo, todavía no podía ver sus ojos claros, pero pronto lo haría.
—Levanta dormilón —le dije divertida.
—¿Ya hay que levantarse? —preguntó remolón, sin querer dejar el mundo de Morfeo.
—Sí, primer día de clase —contesté ya desde fuera de la cama.
Fui a ponerme el uniforme, mientras lo veía de refilón. Ese último año todo había cambiado a mejor, los chicos ya no se metían conmigo, como tampoco las chicas. Había dejado de ser Candy Candy a ser... simplemente yo, Olivia, Liv para los amigos. Me encontraba tan relajada como nunca lo había estado. Me miré en el espejo, tampoco estaba mal, mi cabello rubio se había vuelto largo, mis ojos se mantenían azul cielo, pero mi cuerpo que hasta hacía un año se veía totalmente fibroso, se había quedado escuálido como si no hiciera nada ejercicio. Y es verdad, no lo hacía desde... desde que él llegó a mi vida. No hacía falta practicar más artes marciales para protegerme, mi padre estaba contento con que Gabriel me protegiera. Al fin y al cabo, él fue el ángel designado para hacerlo y... terminé enamorándome de él.
Miré el móvil y tenía muchísimos mensajes, pero no eran de Adriana, la que había sido mi amiga de toda la vida. Decía que había cambiado, ¿yo?, sería ella. Me encontraba bien, con un novio maravilloso y... sin sentirme como una mierda constantemente.
—Liv —me llamó él desde la cama.
—¿Sí? —pregunté girándome.
—Tenemos que hablar —respondió mirando el móvil.
—¿Qué pasa? —pregunté confusa.
—Me tengo que ir —anunció.
—¿A tu casa? —Intenté averiguar.
—Fuera de Nueva York.
—¿Y me lo dices ahora? —Volví a preguntar aún más confusa.
—Sí, me acabo de enterar. Me lo ha dicho mi padre, tengo que irme por una misión. —Replicó él.
—¿Cómo? —Logré preguntar.
—Tranquila, volveré. ¿Me esperarás?
—Sí —respondí pánfila de mí. Él ya se iba por la puerta. —¿Me escribirás?
—Mantente segura. Allá donde voy no hay cobertura —dijo a modo de respuesta.
Y desapareció. ¿Por qué se iba? ¿Qué era esa misión?
La confusión se adueñó de mí en el desayuno, probablemente fuera una broma, ¿no? Mis padres no mostraban ningún signo de que algo fuese mal. ¿Allí donde era? No entendía nada... ¿No se suponía que venía a protegerme? ¿De qué mierda iba eso? Salí de mi casa y me esperaba Lui, mi chofer. A pesar de la insistencia de Gabriel porque fuéramos solos al colegio, mi padre no había cedido ni un ápice, iría en coche. Solía salir de Brooklyn para llegar al instituto más exclusivo del otro lado del río Hudson, allí iban hijos de políticos, grandes empresarios y luego... yo. Hija de una de las familias que reinaban en Nueva York, muchos de los padres de mis compañeros iban a casa de mi padre a pedirle favores, debiéndole una gran cantidad de ellos, pero sus hijos se atrevieron a llamarme durante años Candy Candy, la buena, la que no rompía ni un plato, hacerme bulling constante.
A diferencia de otras familias mafiosas, mi padre estaba contento con tener una niña, una mujer pasaba desapercibida, una mujer podía hacer más daño que un hombre. Según él si un hombre hacía daño, una mujer podía hacer el doble porque nadie lo vería venir. Me trataba como una igual, pero nunca me enseñó a usar un arma, prefería dejar que hiciera mi vida sin violencia, a veces me preguntaba si esperaba que mi hermano pequeño hiciera el trabajo sucio. A los quince comencé a entrenar, practicaba artes marciales, pero todo eso se acabó cuando llegó Gabriel a mi vida, no las necesitaba, él me protegía de cualquier cosa que me pasara. ¿Eso era bueno? Aparentemente.
ESTÁS LEYENDO
Los secretos de Pandora
FantasyEn un tiempo lejano los dioses griegos y nórdicos sellaron la paz con un pacto en el que Pandora jugó un papel primordial y que guardó un secreto con recelo. A Liv siempre le han dicho que pase desapercibida y que no se meta en líos, pero su espíri...