Capítulo 2

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¿Ir con ellos? Fue lo primero que pensé al levantarme en una camilla en una sala... ¿Dónde estaba? Una mujer me dijo que iríamos a un hospital. ¿Qué había pasado? De pronto apareció Logan y le dijo algo, ¿Qué hacía allí? La chica asintió y se fue. Él me miró y sonrió.

—¿Qué ha sido eso? —pregunté.

—Liv, Liv... No sabes lo que ha provocado el pequeño Gabriel.

—Qué era eso. —Exigí exaltada.

—Un alma vagabunda queriendo redimirse, probablemente. El equilibrio se ha perdido.

—¿Puedes hablarme en mi idioma?

Él sonrió y se sentó enfrente de mí. Recapitulación, Gabriel había aparecido el penúltimo año de instituto, él era el ángel que me tenía que proteger de... de los demonios, nos habíamos enamorado, ese mismo día se había ido a... algún sitio, había aparecido un grupo de chungos en el instituto y había sido atacada por una cosa que era...

—Que quieres saber —dijo de forma calmada, como si fuese un ángel sabio.

—Qué era eso —pregunté.

—Un alma buscando la redención —contestó.

—¿Por qué me atacó? —Volví a preguntar.

—¿Gabriel no te lo ha dicho? —preguntó y se rio. ¿Qué era eso tan gracioso? — Creo que te voy a dejar con la intriga.

—¿Y qué eres tú?

—Mmm... muchas cosas.

Al comprobar que no me iba a decir nada con sentido me levanté y fui a salir, pero la puerta estaba cerrada. ¿Qué coño era eso? ¿Dónde estaba Gabriel?

—Te lo voy a explicar todo, porque Gabriel hace lo que quiere. —Me di la vuelta atenta, ¿Qué era todo eso? — Gabriel llegó el año pasado para cuidarte, de hecho, nos llamaron a los dos, el ying y el yang, ya sabes las dos caras de una misma moneda. Pero el muy listo decidió por si solo que no se quedaría al margen, formaría parte de tu vida y sacaría ventaja para el ying, para que no fueras imparcial. Yo me mantuve apartado.

—¿Qué? —contesté sin entender.

—A ver Liv, esto es sencillo, existe un orden natural de las cosas, un equilibrio. Y Gabriel ha provocado que ya no exista. ¿Por qué? Por egoísmo. Y lo que ha provocado es que se desate una guerra entre dioses, almas, ángeles y demonios.

—¿Y qué pinto yo en ello?

—Mucho Liv, te llamas Olivia por algo. Tú eres el Olivo que simboliza la paz, paz que ya no existe.

—Eso no tiene sentido —respondí. Yo era una más, una alumna como las demás, alguien a la que habían enseñado que no debía sobresalir.

—Sí lo tienes. Pero no es tu nombre original, ¿verdad Atenea? —Eso fue lo último que oí, todo se volvió negro.

Tres segundos fue lo que tardé en perder la consciencia, tres segundos en los que vi una luz extraña que no quise seguir. Me sumí en un sueño profundo del que me desperté en la cama al día siguiente. Eran las seis de la mañana, muy temprano, no había ni sonado la alarma... Tenía una sensación extraña, lo mejor sería ir al gimnasio a ver a todos. Hice mi maleta, saludé a mis padres para comunicarles que iba al gimnasio y me dirigí hacia allí caminando dos manzanas desde mi casa. Me puse los auriculares y la música comenzó a acompañarme por el barrio de Brooklyn Heights. Para mis padres era demasiado temprano la hora en la que me despertaba para ir al gimnasio, pero a mí me daba igual. El que los chicos de clase me llamasen Candy, Candy hacía que lo pasara mal, muy mal. Lo odiaba, la chica buena, la que no rompía ningún plato. Ellos que sabían, no sabían de dónde venía, de mi origen. Nada. Sabía que no iba sola al gimnasio y que siempre había un par de ojos que me vigilaban sin que yo los viese. Entré al gimnasio y saludé a Jules, mi entrenador que siempre me sacaba una sonrisa con alguna de sus bromas.

Los secretos de PandoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora