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Josephine

—Y bien, Josephine. Hablame sobre Hero.—dijo mi psicóloga mientras anotaba algo en su cuaderno. Sí, al final había aceptado ir al psicólogo, quizás era la mejor forma de poder desahogarme sin ser juzgada.

Empecé a relatarle todo desde el inicio, cuando conocí a Hero no era nada más que una niña recién llegada a la ciudad. Tenía 5 años y era hija única en ese momento, primero conocí a Titan, su hermano mayor, pero él me presentó a Hero quién era un niño muy tímido. Con el pasar del tiempo nos convertimos en amigos, luego en mejores amigos, hasta que cuando llegamos a la secundaria notamos cierta atracción en el otro. Al principio, yo no quería aceptarlo debido a que él era mi mejor amigo y no quería que mis sentimientos sean rechazados y convertir nuestra relación en algo incómodo. Es por eso que él fue quien dio el primer paso, me besó bajo las gradas de la escuela y lo disfrute, claro, luego fuimos descubiertos y nos llevaron a la dirección donde llamaron a nuestros padres y todo se volvió un lío.

—¿Sientes celos de la nueva novia de Hero?—me preguntó, analice la pregunta.

—Sí, pero son unos celos algo extraños. Ella es muy linda, lo poco que he hablado con ella me dio el tiempo de darme cuenta que es una buena persona y si, quizás en un inicio la odiaba, pero es porque no la conocía y creía que ella se había metido en la relación que tenía con Hero.

Lena, mi psicóloga, siguió anotando algunas cosas hasta que cerró el cuaderno de golpe.

—Haremos un ejercicio.—asentí, me levante de la silla y me colocó frente al espejo. Se puso detrás de mí y coloco sus manos en mis hombros.—Ahora, quiero que imagines que Hero esta frente a ti y le digas todo lo que sientas.

Suspiré y mire mi reflejo en el espejo tratando de imaginarme el rostro de Hero, pero negué.

—No puedo.—dije rendida, Lena negó con la cabeza y me insistió hacerlo de nuevo.—Bien, lo haré.

Me coloque en la posición anterior y el rostro de Hero invadió mi mente.

—Dile lo que sientes, tomate tu tiempo, querida.—se volvió a sentar en su sillón y sentí como el resto de la habitación desaparecía para volverse negra.

—Te odio.—solté sin más. Al ver que Lena no hablaba continúe.—Pero odio más el hecho de que sigo amándote con el alma, cuando te fuiste mi vida cambió por completo. Me volví en esta chica sin corazón, pero la verte volver, algo de color regresó a mi vida. Me alegro que estés bien y seas feliz con otra chica, pero yo no lo estoy. Siento que me desmoronó cada vez que te veo con ella de la mano o besándola, haciendo todas esas cosas que solías hacer conmigo. Debo soltarte, pero no puedo o quizás no quiero soltarte. Eres lo mejor que me dio la vida, hemos crecido juntos,—di una pausa breve.—te vi en tus mejores momentos y en los peores, pero tú... Tú nunca lo hiciste por mí.—mi voz se quebró y miré hacia abajo. Desvíe la mirada del espejo y mi psicóloga asintió.

—Es un buen avance, Josephine. Estoy muy orgullosa de ti.—nos despedimos y me entregó como siempre un papel con una frase.

—Tienes que aprender a quererte bien porque solo entonces estas preparada para querer.—susurre, guardé aquel papel en mi bolsillo y salí del consultorio.

Los días pasaron y las visitas al psicólogo fueron más frecuentes, tuve una recaída cuando me enteré que Hero iba regresar a Londres con Sabrina, al parecer, sólo terminaría la secundaria aquí para luego regresar.

—Tengo la solución a tus problemas.—me dijo Driki entrando a mi habitación. Lo miré confundida, él sacó de su mochila una bolsa con un polvo blanco.

—Eso es...—murmure, él asintió.

—Se que tus papás te quitaron las pastillas, así que pensé que esto podría relajarte.

Miré aquella bolsita que yacía sobre la palma de su mano esperando a que la tomara. Caminé hacia la puerta y la cerré con llave. Abrí la ventana para que el olor no se quedara impregnado en la habitación.

Nos sentamos en el suelo y Driki empezó a preparar el polvillo.

—Driki, si no nos detenemos esto puede detonar.—murmure. Él tomó mi rostro entre sus manos con sus ojos rojos y me besó.

—Sabremos cuando debemos detenernos.—susurro.

Lleve mi nariz hacia la línea blanca e inhale. Mi vista se nubló por un momento y sentí como todo me daba vueltas.

Driki se encontraba tirado sobre el suelo mientras miraba el techo y lo imite. Cerré mis ojos por un momento hasta que todo se convirtió en negro.

Josephine.—sentí que alguien me movía con cautela, abrí los ojos y me encontré con un Hero preocupado. Frunci el ceño.

¿Estoy soñando?

—No, Jo. No estás soñando.—mierda estoy hablando en voz alta.—Así es.

—Diablos.—me reincorpore y caí en cuenta en lo que había hecho con Driki.—¿Dónde está, Driki?—pregunté buscándolo por toda la habitación.

—Acaba de irse.—me indicó.—¿En qué estabas pensando? ¿En qué estabas pensando cuando te metiste esta cochinada?—preguntó molesto.

Rodé los ojos.

—No eres mi padre, Hero. Mucho menos mi novio para decirme lo que esta bien y esta mal, ya estoy grandecita para eso.—hablé cansada.

—Pero te quiero, Josephine. Eres...—le corte.

—No Hero, tú no me quieres.—le señalé.—Tu solo te quieres a ti mismo por eso fuiste incapaz de mirarme a los ojos y terminar conmigo. Decidiste hacerlo por un simple mensaje de texto y me convertiste en lo que soy ahora. Odio el hecho de que ames a alguien más, pero odio más el hecho de que sigo amándote. No es sano sentirme así, cada... Cada vez que te veo con ella, felices y enamorados, me hace sentir infeliz porque tu eres feliz, pero no es conmigo.—di un suspiro profundo y continúe.—Me alegra que seas feliz, bien por ti, pero actúas como si nunca me hubieses conocido... Como si todo lo que hemos vivido nunca hubiese pasado, yo... Simplemente no puedo. No puedo seguir así.

Él se quedó en silencio, pero sé que mis palabras le habían chocado.

—Será mejor que me vaya.

Dicho esto, dio media vuelta y lo vi desaparecer por la ventana.

Sour | HerophineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora