Capítulo 4

14 1 0
                                    

Me mantuve mirando hacia atrás repetidas veces para asegurarme de que los polis no hubiesen decidido seguirnos. Y por suerte, ellos no lo hicieron. 

Tragué saliva y por fin decidí recostarme en el asiento como una persona normal, mientras intentaba recobrar mi respiración. Pero, joder, yo simplemente no podía con un animal, delincuente, o quién sabe qué, conduciendo a mi lado, llevándonos a quién sabe dónde. Suspiré entrecortadamente, cerrando los ojos para intentar calmarme. Repetí esta acción unas cuatro veces, para al fin abrir los ojos y mirar a mi acompañante, quien me miraba de reojo y, al encontrarse con mi mirada, desvió la suya inmediatamente, pero lo suficientemente tarde para que yo me diera cuenta.

-Gracias -le dije. Mi voz sonó casi inaudible en el silencio, pero supe que él había escuchado. Él no respondió, sino que se parqueó con cuidado a un lado de la calle, y finalmente me miró. Esperé una respuesta, porque no tenía idea de qué decirle. De hecho, ni siquiera tenía idea de qué hacía él allí en el momento cuando me robaron.
-Lo volvería a hacer -me dijo, y yo asentí porque no tenía idea de qué más hacer.
-¿Te encontraste conmigo por casualidad o me estabas persiguiendo? -pregunté, intentando tragar saliva vanamente. Él caviló.
-Estabas en problemas -me dijo, y yo me reí sin apartar la mirada del tablero del auto. No sabía de qué me reía, pero yo sólo lo hice.
-Podía librarme sola -le dije. -Y no me gusta que me persigan -le dije, y ante su silencio, lo observé. Él también me miraba. Vaya incomodidad.

Se humedeció los labios. Su labio inferior seguía roto, y al bajar la mirada hacia sus manos me di cuenta de que estaban todas aporreadas, con los nudillos llenos de moratones. Me estremecí.

-Así que no te gustó que te salvara -dijo, suspirando y acomodándose en su asiento, casi divertido. Arqueé una ceja.
-No me 'salvaste' -repliqué. -Él no iba a hacerme daño de todas maneras. Sólo quiso mi collar... -me detuve. Mierda, el collar. -...El cual se llevó.

Suspiré, apretando los párpados.

-No, no lo hizo -replicó. Su voz era tan grave que daba miedo. 

Abrí los ojos y giré la vista. Harry mordió su labio y estiró su puño cerrado hacia mí, colocando un ligero collar de plata sobre mi mano, que se había mantenido abierta sobre mi regazo. Tragué saliva, sintiendo como que el alma volvía a mi cuerpo tras tener el collar de nuevo conmigo. Inmediatamente lo cogí y me lo puse; se sentía como si no pudiese pasar tres segundos más sin él.

-La policía va a matarte -comenté mientras me ataba el collar por detrás de mi cuello.
-No me atraparán -se encogió de hombros, realmente libre de culpa alguna. -A menos de que alguien más abra la boca, y nadie más allí sabe quién soy, salvo tú.
Tragué saliva. -¿Qué hay de la matrícula de tu auto? -mascullé, decidiendo cambiar la dirección del asunto.
-Éste no es mi auto. Lo utilizo para trasladarme a lugares muy públicos solamente -dijo, comenzando a conducir de nuevo. Me ahogué una risita y me abstuve de fruncir el ceño. Este tipo hablaba como si se tratara de un asunto en CSI. Sin embargo, él tenía algo de razón; los periodistas no cesaban de merodear el área de las peleas callejeras, así que la policía fácilmente podía anotar su matrícula en cualquier parte y comenzar a perseguirlo. Él no podía ser tan idiota.
-Entiendo -me limité a decir.

Harry no hizo más comentarios con respecto al tema. De hecho, se veía como una persona que no hacía comentarios con respecto a nada, de ésas a las que hay que sacarles las palabras con cucharilla. O tal vez simplemente estaba loco, a juzgar por su instinto-actuado-de-escena-del-crimen.

Miré el reloj en el tablero. Llegaría tarde al hospital.

Me aclaré la garganta. -¿Tienes tiempo? -le pregunté. 
-Ajá. ¿Por qué? -masculló bruscamente. Supuse que era su tono de voz normal. Iba a decirle que era el lugar donde hacía trabajos comunitarios, pero me abstuve también de eso. No quería que me rondara por ahí también. Creo que era suficiente con que supiera la dirección de mi casa.
-Um, tengo una cita en un hospital ahora, y creo que voy a perderla -mascullé. -¿Podrías llevarme?
-Claro, ahora soy tu chofer -masculló de mala gana, y yo rodé los ojos. Vaya tipo.
-Vale, voy yo sola -le dije, intentando abrir la puerta del auto aún en movimiento. Él cerró los seguros antes de que pudiera hacerlo. 
-¿Dónde es? -me dijo. Esta vez, sí que arqueé ambas cejas. Agresivo, acosador, hosco, y ahora también era bipolar. No me agradaba para nada. 
-Cruzando la esquina en el Wal-Mart de la quinta avenida -expliqué. Su expresión cambió totalmente. Noté su mandíbula tensarse y sus manos moverse sobre el volante.
-Vale -fue lo único que dijo, de mala gana, por cierto.
-Bueno... -comencé a decir. Quería echarle en cara que él había sido el que me había hecho subirme a su auto en primer lugar, para huir de los polis. Así que, él me la debía.
Sin embargo, un arranque brusco y su detención en seco me hizo pegar un salto, y él sólo se rió entre dientes.
-Lo siento -masculló. No lo sentía en lo absoluto.

**

Me encontré frente al hospital en menos de cinco minutos. Yo en realidad no podía decir que este tipo conducía de los mil amores, pero al menos era rápido y nadie nunca lo detuvo por el pelín de exceso de velocidad que mantuvo, y que cada vez aumentaba más. Estuve feliz cuando me bajé del auto y le di las gracias, sin siquiera quedarme un poco más para que me respondiera, porque sabía que él no iba a hacerlo. Y no lo hizo.

Corrí a través de los pasillos largos y fríos, atestados de gente enferma y de enfermeras que intentaban calmar a los familiares. En este hospital había muerto mi hermano. Los doctores habían hecho todo lo que estaba a su alcance y no nos cobraron las medicinas... Supongo que era una manera de pagárselos.

-Jackeline -dije sin aliento, apoyándome en el mostrador. Jackeline era la joven recepcionista del lugar. Apenas estaba comenzando la Universidad y tenía un trabajo de medio tiempo aquí en las mañanas.
-¿Dónde estabas? -me preguntó, poniéndose de puntillas para darme un beso en la mejilla por encima del mármol frío y gris.
-Es complicado -sacudí la cabeza. Prefería no dar explicaciones.
-Bueno, aquí esta el itinerario -dijo, dándome un papel con letras impresas en él. Lo ojeé, deteniéndome en el sexto nombre.
-Lizzy Styles. Ya está -dije, caminando apresuradamente hacia la habitación de la enferma.

TORN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora