Capítulo 5.

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La habitación estaba rodeada de máquinas y tubos muy pequeños, que iban directo a los brazos de la niña rubia que se encontraba recostada sobre la cama. Ella volteó a mirarme y yo sonreí. La mayoría del tiempo era muy incómodo entrar por primera vez a una habitación, sobre todo cuando se trata de niños.Ellos sólo están como '¿qué? ¿quién eres? Sal de aquí'.

-Hola -me dijo.
-Hola -sonreí. -¿Tú eres Lizzy?
-Síp. ¿Cómo lo sabes? -me preguntó. Yo me senté en una silla al lado de la cama.
-Te vi en mi lista -expliqué. -Yo hago trabajos comunitarios aquí.
-Ah. ¿Visitas enfermos y todo eso? -masculló. Para una niña, había sonado bastante crudo.
-Algo así -respondí, observando todos los globos de color rosa que se encontraban en la habitación. Además de los innumerables pequeños peluches y coronas de fantasía.
-¿Tus padres te dieron todo esto? -le pregunté, subiendo mis pies sobre la silla para sentarme como un indio.
-Mis padres están muertos -respondió inocentemente. Sus ojos azules brillaban. -Mi hermano me dio todo.
Sonreí. -Tu hermano te quiere mucho, ¿no? -le pregunté. Ella asintió, cogiéndome un poco más de confianza.
-Sí. Pero sólo viene en las noches o muy temprano en la mañana, cuando yo estoy dormida -me dijo. 
-¿Qué hay de los fines de semana? -le pregunté.
-No, él nunca viene los fines de semana -sacudió la cabeza. -Bueno, sí. Pero como dije, ya estoy dormida. A veces intento esperarlo, pero nunca lo sorprendo estando aquí. Por eso digo que es como Santa Claus, siempre deja cosas, pero nunca puedo verlo.

Tragué saliva, acariciando su pequeña mano. Esto era más duro de lo que esperaba para una niña.

-Háblame de ti -me dijo, y yo arqueé las cejas. ¿Cuándo conoces a una niña de un poco más de cinco años que te diga eso? Me eché a reír.
-Bueno, tengo diecisiete años -le dije. -Ya estoy en el senior. Me fascinan los gatos...
-Yo también adoro los gatos -me dijo. -De hecho, tenía uno, pero tuvimos que regalarlo a otra niña que sí estaba sana, antes de que me internaran.

Me costaba tragarme las lágrimas. Su sinceridad dolía, pero supongo que alguien había sido lo suficientemente fuerte como para contarle la verdad sin pelos en la lengua.
Acaricié sus cabellos, mirando fijamente a la niña pensando en lo que ella me dijo sobre su hermano mayor, y deseando poder tener uno que cuidara de mí así ahora mismo.

**

Puse las llaves sobre el muro de mármol de la cocina, cogiendo una manzana y levantando el pie instintivamente cuando comencé a subir las escaleras, para esquivar otra de las trampas de mi hermano para que me cayera. Él realmente amaba molestarme.

-¿Qué? ¡No puede ser, de nuevo! -se quejó Tyler, mi fastidioso hermano menor, mientras se dirigía a su trampa con un control remoto. Miré hacia arriba, donde un helicóptero de juguete volaba estáticamente con un balde colgando sobre él. Arqueé una ceja y sonreí con autosuficiencia.
-Así que planeabas hacerme caer para volcarme leche encima -dije, poniéndome una mano sobre la cadera.
-Era chocolate -replicó. -No puedo creer que no hayas caído.
-Vale, si quieres que caiga en una de tus trampas, sólo tienes que pagarme cincuenta dólares y accederé a que me grabes -dije, dándole un mordisco a mi manzana.
-¿Cincuenta dólares? -gritó. -¡No voy a pagarte cincuenta dólares cuando puedo hacerte caer gratis!
-Vale, campeón, entonces sigue intentando -le dije, subiendo las escaleras a trompicones hacia mi ático, donde Blake se encontraba leyendo una revista sobre mi cama.
-A que no adivinas qué pasó -le dije. Yo sabía que se volvería loca con lo que había sucedido.
-¿Qué pasó? -me dijo. Yo me quedé ahí de pie observándola, y ella abrió su boca. -¿Es algo con la bestia?
-Sí -le dije, y ella comenzó a saltar y a aplaudir.
-Mi madre, tienes que contarme, ¡tienes que contármelo todo! -se rió. Adoraba verla así de emocionada.

Me senté en la cama junto a ella, dándole otro mordisco a mi manzana. Cuando terminé de contarle, ella literalmente no podía respirar. Tomó mis manos entre las suyas.

-¿Te invitó a salir? -me preguntó en voz baja.
-¡No! Obviamente que no -susurré. -Él sólo me llevó al hospital y ahí murió todo.
-¿Quieres decir que hiciste algo para que no te busque más? -me reclamó.
-No, Blake, no que yo sepa. Y tampoco es como si yo quisiera que él me invitara a salir. Es realmente peligroso y muy bipolar -dije, y tragué. -¿Y, y es que acaso no viste cómo demonios no asesinó a ese chico anoche? Pudo matarlo, en serio pudo hacerlo.
-Pero no lo hizo -dijo con voz calmada, sonriendo. -Él nunca ha matado a nadie, Emily.
-Sé que no lo ha hecho -mentí. Juro que pensé que lo había hecho. -Y, de todos modos, ¿cuál es tu afán en que salga con él? Tú misma me dijiste que es un imbécil con las chicas.
-Ah, vamos, arriésgate un poquito -me dijo y yo reí, mordisqueando la manzana de nuevo.
-Vale, ya hablaremos de esto cuando este... muchacho, me invite a salir -rodé los ojos, divertida. -Aunque es imposible que él haga eso, y aún más imposible que yo acepte.
-Bueno, entonces háblame de eso de que te ayudó a escapar de unos polis -sonrió, y yo volví a rodar los ojos, divertida.
-En realidad no lo ayudé con eso. Él sólo me jaló de la mano hasta su auto para que no comenzaran a perseguirnos -expliqué, rozando la piel de la manzana contra mis labios. Esto parecía una escena de una película, donde la protagonista termina muerta, por supuesto.
-¡Pues lo hizo a posta! Para que se fueran juntos -me guiñó un ojo y yo me reí. Blake solía ser siempre tan ingenua con respecto a los chicos; ésa era una de las razones por las que yo la cuidaba tanto y cubría sus metidas de pata cuando tenía que hacerlo.
-Claro, Blake, claro -me reí, decidiendo llevarle la corriente por esta vez. Seguidamente, mi hermano abrió la puerta de golpe, sobresaltándonos a ambas.
-¡Te tengo! -gritó. -Veamos qué piensa mamá sobre esto, Emily -gritó, dirigiéndose afuera. 

Mierda.

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