『 24 』

3K 472 74
                                    

¿Cómo es que puedes quedar en ridiculo tantas veces? En toda su vida escolar no había pasado tanta vergüenza como ahora, aunque ver el rostro feliz de la persona que le gustaba hacía que todo valiera la pena.

Sunoo le explicó acerca de lo que había escuchado intentando no estallar en risa y Ni-Ki, (después de pasar por aquella vergüenza), lo invitó por un helado después del colegio, algo así como una invitación para "amigos", aunque obviamente esa no era la intención. Y antes de que Sunoo pudiera confirmar, él se alejó con el rostro más rojo que un tomate. Jake le sonrió y levantó los pulgares en señal de afirmación.

Los dos protagonistas se encontraban sentados en el mismo parque donde a Ni-Ki lo habían descubierto, dejando que los árboles les brindaran esa fresca brisa, disfrutando sus helados en un silencio cómodo hasta que Ni-Ki intentó romperlo.

—Bueno, ¿está rico?.— e intentando porque los dos se quedaron viendo sonrojados. —Tú helado, ¿es rico?

Ni-Ki se palmeó la cara antes de que Sunoo respondiera un "sí" mientras reía levemente. El contrario sonrió y se unió a su risa. La tarde pasó entre pláticas de temas en común, historias y anécdotas; risas, traviesos roces de manos y miradas que lo decían todo.

—Y así es como me hice esta cicatriz.

—¡Vaya!

Se encontraban caminando en la acera en camino a casa del menor, ya llegaba la noche y la tarde había sido satisfactoria. El rubio contaba anécdotas para no hacer aburrida la caminata mientras que Sunoo escuchaba con total atención, hasta que este preguntó por curiosidad.

—¿Qué harás cuando te gradúes?.— A Ni-Ki lo tomó desprevenido esa pregunta, paró de caminar haciendo que el contrario se alarmara.—¿Dije algo malo? perdón, yo-

—En realidad, no lo había pensado.— le sonrió levemente intentando calmar al opuesto, para después suspirar.— Siempre fuimos mi madre y yo, solo pensaba en ella hasta bueno, ya sabes.

El castaño asintió mientras que el rubio continuó su caminata replanteando algo que surgió de repente en su cabeza: ¿merecía a Sunoo?, no tenia alguna meta o sueño, no culpaba a su madre, pues tal vez la vida no había sido muy justa con ellos y ahora podría rehacer su vida.

Antes de que algo más pasara, tomó una decisión, la primera decisión que seguramente tomaba porque pensaba en si mismo. Llegaron a la puerta de la casa de Sunoo y antes de despedirse Ni-Ki sacó algo de su mochila.

—Quiero que tengas esto.— le entregó una caja color gris, igual a la que él le regaló la primera vez.— Ábrelo cuan-

Pero ya era tarde cuando lo abrió y leía aquella hoja plasmada de palabras gentiles y cariñosa. Sus ojos iban y venían de un lado a otro, mientras que en su pecho crecía una felicidad que seguro estallaría en cualquier momento.

El castaño pasó sus brazos alrededor de su cuello, recostando su cabeza en el hombro opuesto. Ni-Ki un poco sorprendido por la acción, pasó sus brazos por la cintura de Sunoo formado un abrazo.

—¡Si!

Macarons; SunKiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora