|Capítulo 08|

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La desesperación era como un sentimiento que le recorría todo el cuerpo, poniéndolo asi, en un estado angustiante. A pesar de ser una noche hermosa, para Mew era todo lo contrario dentro de este lugar, todo resultaba oscuro y horrible. Desde la llegada a este centro, los gritos y llantos eran tan desgarradores que todo el cuerpo se le estremeció de pies a cabeza. Solo podia pensar en huir lo más rápido que podia. Sentía pena y tristezas por las personas que estaban aquí, sin tener sentido del ahora. Personas que ya no pensaban por si mismas, personas pérdidas y abandonadas en su propia oscuridad y desdicha.

─ Se lo voy a repetir de nuevo señorita porque parece que no me ha entendido ¿Donde está Janis Suppasit? ─ está vez la voz de Sarocha fue más elevada.

─ Lo siento, señor pero ya le dijimos que no tenemos a ningún paciente con ese nombre ─ nuevamente la misma respuesta.

─ ¡Estas mintiendo, sabemos muy bien que mi madre está aquí encerrada en contra de su voluntad! ─ refutó Mew exaltado.

La mujer se sobresalto por ese grito, pero rápidamente volvio a optar un semblante serio.

─ Tranquilo Mew, deja que yo me encargue de este asunto ¿de acuerdo? ─ éste asintió con pesar y el empresario le dio una sonrisa como una manera de tranquilizarlo ─ ¿Cuanto quieres? Estoy seguro que tienes un precio ─ le preguntó a la recepcionista.

─ ¿Acaso piensa que puede llegar aquí y ofrecerme dinero para darle información privada?

─ ¿No es lo que hizo Porsche Suppasit cuando encerró a su esposa en este centro? ─ contraatacó Sarocha ─ Dudo que seas una mujer honorable.

─ No me ofenda señor que usted no me conoce ─ dijo la mujer ofendida ─ Sera mejor que se vayan o me veré en la obligación de llamar a los de seguridad.

─ Hazlo y me encargaré que este centro sea cerrado en un abrir y cerrar de ojos y tu estarás en la carcel antes que puedas gastar todo el dinero que Porsche Suppasit te pago por cumplir sus órdenes ─ dijo el hombre

La recepcionista se paralizó en su lugar. Lo ultimo que deseaba era ir a la cárcel por mantener su boca cerrada. Las órdenes había sido clara desde el inicio, no podía dar información de la mujer que un día llegó aquí arrastrada por dos hombres. Ese hombre le habia dado una cantidad de dinero para mantenerla oculta, junto a una amenaza de que sería enterrada viva si pensaba siquiera en decir algo.

Estaba entre la espada y la pared.

─ Una llamada y estarás detrás de la rejas por fraude y privación de la libertad ─ continuó Sarocha, intentado persuadirla.

─ Está bien señor, por favor, yo solo seguía órdenes ─ se defendió la mujer e inmediatamente le entrego una llave. Pero él no tenía tiempo para sus falsos arrepentimiento, gente como ella las conocía mejor que nadie ─ Habitación 220.

─ Ve por ella ─ le entregó dichas a llaves a Mew quien salió corriendo como alma que lleve el diablo en busca de su madre.

Ya no podia escuchar los gritos y llantos de los demás pacientes, la adrenalina le recorría el cuerpo entero, pero no se detuvo a pensar en otra cosa que ver a su madre y sacarla de aquí. Esperaba que estuviera bien, por el bien de su padre esperaba que ella no haya sido lastimada de ninguna manera. Con manos temblorosas giro la manija de la puerta luego de haberle quitado el seguro. El chillido fue tan alto que la mujer que yacia sobre la cama, se levantó de golpe, completamente asustada.

─ ¡No, no me hagan daño! ¡Esta vez me quedaré aquí, no intentare escapar! ─ los lamentos de la mujer eran tan desgarradores que a Mew se le partió el corazón con tan solo verla en ese estado.

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