3.- Odiaba

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Miya tiene el don de sacarme de quicio.

No soy religioso, pero en estos momentos pensaba que si podía existir un infierno, era este, convivir casi a diario con el insoportable de Miya Atsumu.

Llegaba a entrenar, y él me decía, hola Omi Omi, ahg, que insoportable.

Sinceramente me gustaría poder arrancarles las cuerdas vocales, para no volver a oír esa horrorosa voz que él tenía. La oía una sola vez más y sería capaz de matarlo, si es que hacerlo no fuese un delito.

Exageraba, probablemente. Pero sinceramente, una palabra más que Miya decía, y deberían de internarme en un puto psiquiátrico.

Y ahora estaba parado frente la puerta de los vestuarios.

Hola vida insufrible.

–Hola, Sakusa– me saludo Inukani.

–hola, Inukani.

–Inunaki– el chico tomó aire antes de volver a hablar– llevas dos semanas aquí, y aún no te aprendes mi nombre, Inunaki, i, ene, u, ene, a, ka, i. I, nu, na, ki. Repites después de ki.

Rodé los ojos.

–Omi, Omi, eso es de mala educación– escuche esa horrible voz delante mío.

–cállate, no te metas en conversaciones ajenas, eso sí que es de mala educación.

–no aprenderse el nombre de un compañero es de mala educación– me devolvió con esa irritante expresión de soberbia.

Tonto.

–mala educación es comer con la boca abierta, y si sigues tan animal como siempre, aun debería de hacerlo ¿o me equivoco?– sonreí con superioridad, a juzgar su expresión, se quedó sin respuestas.

Gane. Recién allí me di cuenta que todo el equipo estaba callado, en una esquina.

¿Que mierda les pasa?

–¿Cómo mierda sabes como come Miya?– escuche la voz confundida de Inukani.

–eso no es de tu incumbencia– dijimos Miya y yo al unísono.

Mierda, ahora debería ducharme, y lavar mi boca con jabón, dije exactamente lo mismo que Miya. Moriré de idiotez en unos días.

Después de esa mini discusión empezamos a entrenar.

–¡Sakusa!– ahg, que hermoso día, nótese el sarcasmo, la otra voz más irritante del equipo se me aproximaba.

–que quieres Bokuto– dije lo más cortante posible para que notase que no quería hablar con el.

–quería saber como haces esos remates raros– acaso se podía explicar peor.

Remato raro en general por mis muñecas flexib.... Ah.

–son mis muñecas, se nace así, así que– me encogí de hombros– no podrás hacer nada, pero tu técnica ya es bastante buena, sigue haciéndolo a tu estilo, y deja mi estilo en paz.

Al parecer eso bastó para que fuese a molestar a Miya. Ja, ja, pobre Miya.

Después de unas horas de tortura, y lucir genial entrenando, el entrenamiento estaba apunto de terminar.

Un ardor en mi garganta me molestaba lo suficiente como para ir a buscar agua, donde oh sorpresa, estaba Miya, rayos, como me lo podía encontrar siendo que trabajamos juntos, wow, un hecho completamente sorprendente, debía de avisarle a los periodistas dicho hecho histórico.

Ok, debo de parar con el sarcasmo. Lo haré cuando Miya se vuelva el amor de mi vida, o sea nunca.

–que haces aquí– me dijo Miya sonriendo como el idiota que era.

six days, six years, six secondsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora