Rápidamente saqué de adentro de la heladera la botella de agua que había venido a buscar y cerré la puerta del electrodoméstico.
Me dí la vuelta para ver a la persona que estaba interrumpiendo mi tranquilidad y me encontré con un chico, de aproximadamente veinte años, que me estaba mirando con el ceño fruncido.
- ¿Quién sos? - pregunté directa
Él levantó sus cejas, sorprendido por mi pregunta, y aquel gesto hizo que su rostro se viera bastante sexy.
- ¿Vos quién sos? - me preguntó de regreso el morocho a mí - Esta es mí casa por si no sabías
Esta vez la sorprendida fui yo. ¿Cómo que esta era su casa, si la misma era propiedad del hombre con el que yo me estaba acostando desde hacía un par de meses?. Algo en la ecuación no me estaba cuadrando.
Apoyé mi espalda contra la heladera, abrí la botella de plástico y le dí un trago a la bebida tan refrescante. Mientras tanto, aproveché ese tiempo para observar al chico delante mío bien en detalle.
Su pelo marrón estaba peinado hacia un costado, su piel era de una tonalidad bastante blanca, sus ojos eran de un color café intenso y en su nariz tenía una pequeña perforación brillante. Traía puesto un pantalón negro junto a una remera blanca, una campera grande llena de parches de diferentes marcas y en sus pies unas Nike Jordan. Me gustaba mucho su estilo. Y él era bastante lindo, a decir verdad.
- ¿Y? - volvió a decirme, llamando mi atención y haciendo que deje de mirarlo - ¿Vas a contestarme quién sos y qué haces acá?
Le sonreí, extendiéndole mi mano derecha.
- Me llamo Ludovica y soy una íntima amiga de Eduardo, un placer - me presenté
Él agarró mi mano y la apretó con la suya en forma de saludo. Sus manos eran grandes, firmes, tibias, y su piel se sentía muy suave.
Pensé en que me gustaría que me tocara en otra parte de mi cuerpo, pero al momento reté a mi mente por esas imágenes impuras. Se notaba que el sexo que había tenido no era suficientemente bueno para calmar mi calentura.
Caí en cuenta de que todavía no sabía quién era el chico que tenía en frente, por lo que decidí tomar la confianza suficiente y averiguarlo.
- ¿Y vos quién sos? - indagué
- Thomas, yo soy el hijo de Eduardo - me respondió, provocando que me sorprenda
Mi amante jamás me había nombrado que tenía un hijo. En ningún momento eso estuvo presente en los temas de nuestras charlas. En nuestros encuentros nunca habíamos nombrado la paternidad ni Eduardo había dado indicios de ser padre, y menos de alguien que parecía tener mi edad.
Se ve que mi cara reflejó el asombro ya que él soltó una leve carcajada. Y si me había parecido lindo antes, riéndose lo era todavía aún más.
Aproximó su cuerpo al mío, quedando demasiado cerca de que nuestras narices se rozaran, y con una de sus manos colocó detrás de mi oreja un mechón de pelo que se había salido de mi rodete mal hecho.
Sus ojos se conectaron con los mios. Suspiré pesadamente al notar como tragaba saliva y se le marcaba la nuez en su cuello.
- No te preocupes, mi papá no suele contar que tiene un hijo adolescente porque le da miedo reconocer que ya está viejo y tiene una responsabilidad - me susurró cerca de la boca
Baje la mirada a sus labios por un momento, a los cuales no había prestado atención previamente, y noté que son carnosos y de un color rosado pálido. Me dieron ganas de besarlo al estar tan próximo a mí anatomía.
Incliné mi rostro un poco e hice un amague para unir nuestros labios, pero el joven se alejó. Me guiñó un ojo para después salir caminando hacía las escaleras, dejándome sola en el medio de la cocina pensando en todo lo que acababa de ocurrir.
Definitivamente ahora tendría que ir al baño a solucionar un problemita que estaba teniendo.
Entré al cuarto de baño y metí la mano dentro de mi tanga para darme placer a mi misma. Con ayuda de los dedos me acaricié la zona íntima, desde arriba hacia abajo, e ingresé uno dentro de mi cavidad. Tiré mi cabeza levemente hacia atrás, a causa del goce al que estaba llegando, mientras pequeños gritos se escapaban de mi garganta.
Maldito Thomas y maldita yo que me caliento tan rápido.
Cuando terminé, me lavé las manos y regresé al dormitorio de mi "pareja". Lo encontré todavía acostado mirando el techo.
- Lu, me asuste cuando no volvías - me habló somnoliento
Solamente sonreí de forma inocente a la vez que volví a acostarme junto a él, a pesar de que no pude olvidarme de los ojos de su hijo puestos en mí.
Las manos un poco arrugadas de mi compañero se abrazaron a mi cintura, causando cosas para nada agradables en mí. Él se acercó pegando su pelvis contra mis nalgas, y de esa manera nos quedamos abrazados.
- Gordo - lo llamé con algo de asco por el apodo romántico que estaba utilizando, pero es que al hombre le gustaba - Me encontré con tu hijo abajo
Al instante se separó.
Eduardo se sentó sobre el colchón y me observó con una sonrisa ladeada.
- Eso quería decirte hace unos días y nunca encontraba el momento justo y adecuado - empezó a contarme tímidamente - Thomas es muy importante y privado para mí, pero como ya estamos formando un vínculo serio quiero compartir toda mi intimidad con vos
Error. Los sentimientos no entraban en juego acá.
No teníamos un vínculo serio, un vínculo romántico ni mucho menos éramos pareja. Únicamente teníamos relaciones sexuales con beneficios: él me mantenía y me regalaba cosas carísimas mientras yo le entregaba mi cuerpo. Eso era lo que nos unía y nada más allá.
- Ahora que ya se conocieron las dos personas más importantes que tengo en la vida, podemos formalizar nuestro amor - terminó de decirme
Genial.
Todo se había cagado.