•𝙲𝚊𝚙𝚒𝚝𝚞𝚕𝚘 8•

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Noah Maxwell

No sabe en donde se está metiendo, tendría que haberlo matado cuando pude, tengo que alejarlo de ella ahora, me encanta que me lleve la contra pero en estos momentos no es lo indicado su seguridad está en juego.

Quiere una escena, está bien se la daré.

— No hagas nada estúpido — me dice uno de mis compañeros, no tengo mucho contacto con ellos, estamos aquí por lo mismo, deudas con la mafia y cualquiera de nosotros haría lo que sea para deshacernos de ella.

— Como crees, solo observa — le lanzo una media sonrisa.

— No puedes matarlo todavía, no hasta que nos den la orden — asiento, se lo que arriesgo si meto la pata.

Me acerco a su mesa con aires de grandeza, dando cada paso con firmeza, lo primero que hago es tomar a Leah y sentarla en mis piernas, mi mirada desafiante se posa a la persona que tengo al lado mío, quien solo me observa con rabia, ya se lo que esta intentando hacer, seguro sabe todo de nosotros, este tipo de gente no se acerca a cualquiera sin saber antes hasta lo que comió el día anterior.

Sin dejar que alguien habrá la boca para decir algo, tomo sus labios con fiereza y posesividad demostrando que era mía, anhelaba tanto volver a probar sus besos, no desaprovecharía esta gran oportunidad para nada, ella responde con la misma intensidad, mi mano se dirige a su cuello acercándola mas a mi y la otra se posa en su trasero.

Un carraspeo hace separarnos, obteniendo un gruñido de mi parte, nuestras respiraciones eran agitadas, de sus ojos desprendía ese brillo de deseo, solo quería sacarla de aquí y hacerla mía.

— Disculpen pero tenemos que terminar con lo que empezamos — digo y la cargo sobre mi hombro.

Una vez fuera de la cafetería comienza a golpear mi espalda, me rio de su estúpido intento de soltarse.

— Que mierda fue eso, Noah — sigue golpeándome.

— Te lo advertí, Luciole, no me hiciste caso — golpeo su trasero obteniendo un grito de su parte.

— Te voy a matar, imbécil.

— Quiero ver que lo intentes.

La acomodo en el asiento de adelante y le pongo el cinturón aprovechando lo cerca que esta para robarle un beso, rápidamente me subo del lado del conductor y arranco saliendo del aparcamiento.

— No, que haces, tengo clases — se alerta.

— Puedes faltar.

— ¿Qué carajos? — explota de la ira — Crees que puedes venir y entrar a mi vida nuevamente así como si nada y despelotarlo todo — freno de golpe.

— No, solo lo estoy haciendo por tu bien — respondo autoritario.

— Jamás entiendo de lo que hablas — se frustra.

— Pronto lo entenderás — vuelvo a arrancar yendo a casa.

— El que debe de entender eres tú, que ya tengo una vida, planes a futuro y desde esa noche entres ellos ya no estas. — en su voz el dolor y el rencor se sintió.

Mi corazón se oprimió, que la persona de la cual estas enamorado y darías tu vida, te diga eso te destruye de una manera que no puedo explicar, los ojos se me aguaron y me trague el nudo de la garganta, me gustaría poder dejarla ir y que sea feliz, aun que eso quiera decir que no estará a mi lado pero no puedo, puede que en fondo sepa que esto de su seguridad sea una escusa constante que tenga que lo mejor seria alejarme como lo estaba haciendo, pero una parte de mi se queda con ella y se aferra lo mas que puede, no puedo dejarla ir.

Esta será mi última oportunidad, tal vez no haya una siguiente, tal vez este mundo al que estoy metido me consuma antes de lo provisto y ya no pueda oír su voz y oler su aroma ni sentir su tacto.

Como hubiera deseado que todo fuera diferente o volver a aquella noche donde ella cree que le falle, pero no es así solo la estaba protegiendo, algún día le podre decir lo ocurrió de verdad y podamos dejar el rencor atrás.

El trayecto fue silencioso ninguno emitió alguna palabra, al frenar frente a su casa mi celular vibra, al tomarlo un mensaje de uno de mis compañeros se muestra en la pantalla.

"Ven enseguida, hay un nuevo trabajo"

Estaciono y desbloqueo la puerta.

— Baja — le ordeno con tono seco.

Sin responder lo hace y arranco con velocidad, si fui un idiota, el enojo y impotencia me gano. Me dirijo al galpón, una vez adentro los encuentro a todos junto a la mano derecha del jefe.

— Qué bueno que te dignes en aparecer — me llama la atención.

— Lo siento, tuve un percance.

— Que no vuelva a ocurrir — niego con la cabeza.

— Descubrimos que uno de los nuestro nos robo una tanda de cargamentos, así que el plan es el siguiente, la mitad de ustedes se encargara de hackear su cuenta de banco, quiero saber de donde provenían los pagos, y la otra mitad de ustedes se encargara de secuestrarlo y divertirse un rato a ver si quiere hablar luego.

Nos separamos como el nos ordeno, nos subimos al coche por equipos y nos fuimos a hacer cada cual su trabajo.

— ¿Quién era la chica de hoy? — pregunta curioso, Tristán, el mismo que intento controlarme en la mañana.

— No te interesa — le respondo cortante, lo menos que quiero es seguir metiéndola en esta mierda.

— Era linda, me interesaría conocerla — me lanza una sonrisa coqueta, lo que me hace hervir de ira presiono las manos y mandíbula todo lo que puedo, el al notarlo lanza una carcajada - era una broma, chaval, es tuya.

— Vete a la mierda

— Tienes que empezar a controlarte con ella, si no quieres que los tiburones vean que es tu debilidad — dice aun con la vista en frente.

— Lo sé, pero eso muy difícil, más cuando se le acerca el imbécil que tenemos que vigilar.

— Ya nos darán la orden y lo disfrutaras, paciencia.

— No sabes cuánto lo anhelo.

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•𝐀𝐞𝐭𝐞𝐫𝐧𝐮𝐦• 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑡𝑜𝑑𝑎 𝑙𝑎 𝑒𝑡𝑒𝑟𝑛𝑖𝑑𝑎𝑑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora