golondrina de ojos negros.

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—No sé si valga la pena, ya me rechazó dos veces, Marco.—Miguel tomó su tequila antes de volver a hacer serenata luego de una semana decidiendo la canción y con un arma mortal: gomitas de ositos.

—La tercera es la vencida, wey.

Tadashi los miraba desde una silla de las afueras, le dolía como mil demonios. En esa semana de estar enseñándole de Hiro a Miguel, solo se enamoró perdidamente del mexicano. De su sencillez, su pasión, su determinación y de él.

Si Hiro no lo quería, él se lo quedaba con todo el gusto del mundo. Bueno no, no haría eso.

—Ay, Dios, dame suerte.—Se persignó antes de hacer lo que iba a. ¿Qué podría ser peor que una maceta en la cabeza?

Hiro estaba pensando en la inmortalidad del cangrejo en su cuarto, todo achicopalado, Miguel había desaparecido por una semana entera, solo recibió una nota el viernes.

"Chinito, el domingo estate listo en la cafetería a las 8:00 pm"

Y miró el maldito reloj. ¡Las putas 8:02 pm! Corrió escaleras abajo con su cara de terror, ¿los mexicanos eran puntuales? Esperaba que no. Salió del café como un rayo, ahí vio a Miguel con su guitarra, a la copia de Miguel y a Tadashi sentado en unas sillas a lado, ¡¿qué?!

Pero su atención se fue completamente a las notas de la guitarra del moreno ojicafé, este tenía una bolsita de algo, vestía un traje rojo y su guitarra colgaba en su hombro. Se le acercó con un evidente nerviosismo y le mostró la bolsita, eran gomitas.

—Viniste, chinito... Esto es algo que quería darte. Y como las últimas veces, una serenata. Disfrútalo.—Las gomitas le fueron entregadas junto con un guiño coqueto, los ojos de Hiro brillaron de ilusión. Miguel le estaba robando el corazón de a poco.

No lo creía, un mexicano músico lo tenía como pendejo. Las canciones que le había cantado ya se las sabía de memoria y ahora era un fan secreto de Pedro Infante y Luis Miguel. Culpaba totalmente al moreno de eso, él era de música de hip-hop, pero ahora estaba escuchando canciones viejas mexicanas.

—Volverás... Golondrina de ojos negros, que te vas cruzando el mar.—Comenzó a cantar el mexicano, cerrando sus ojos y con voz suave.—Volverás... Porque sabes que te quiero y jamás te he de olvidar. Al llegar... A otras playas muy lejanas, de mi amor te has de acordar. Y verás, el esmeralda de tus aguas, en tus alas salpicar.

Hiro estaba embobado con aquel mariachi de traje rojo que le cantaba desde el corazón, podía sentir sus mejillas rojas y el "¡sí!" atravesando su garganta pero... Pero, ¡PERO! Él se dio cuenta de la mirada rota de Tadashi sobre ambos, de la tristeza en su boca y de como el corazón de su hermano mayor se hacía añicos. Se dio cuenta de primeras, conocía a Tadashi y sabía que le gustaba Miguel... ¿Qué debía hacer? Pasó saliva con miedo, podría perder a su hermano mayor y podía perder a Miguel, la única persona por la cual había sentido algo por primera vez en su vida.

Se aturdió en cuanto la canción terminó y tenía enfrente a su mariachi, dándole la sonrisa más pura que jamás había visto, su adorable hoyuelo, su colmillo chueco y ese lunar que se moría de ganas de besar. Miró de reojo a Tadashi, lo miraba con una felicidad extraña, su mirada era triste pero su sonrisa era de felicidad real. Era como un "Si Hiro está bien, yo lo estaré. Si Miguel es feliz a su lado, yo también lo soy". Y él... Amaba demasiado a Tadashi como para hacerle eso.

—Lo... Lo siento, Miguel. Yo no... No puedo.—Pudo sentir un pinchazo hundirse en su corazón, ¿así se sentía el dolor del amor? Mierda que dolía. Y le dolió más al mirar como la mirada de Miguel se apagaba por completo, la bella sonrisa de su mexicano ya no estaba y sus lágrimas se escapaban de sus ojos.

Se dio la media vuelta con las gomitas apretadas contra su pecho, evitándose las ganas de llorar y se subió corriendo a su cuarto con el corazón roto, Tadashi fue detrás de su hermanito, no entendía qué había pasado.

—Creo que... Esta es la definitiva, Marco.—Se secó las lágrimas, levantándose con el corazón completamente roto bajo la mirada de Marco, ahora si le iba a partir la madre al chino ese. Pasó su brazo por los hombros de Miguel, dándole ánimos sin decir nada y llamó a sus amigos para una "reunión del corazón roto".



























Yo les dije que se venía con todo.

by: Mateo.

‹ ִֶָ . ָ࣪ 𝘀𝖾𝗋𝖾𝗇𝖺𝗍𝖺 𝗽𝖺'𝗅 𝗰𝗁𝗂𝗇𝗈 ۰⸼ ۫𓂅 (higuel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora