Quiero intentar explorar este universo lo mejor que pueda. No siento que sea muy buena en ello pero al menos no me quiero quedar con las ganas.
Quizás no sea buena para escribir todo un Long-fic, pero me he dado cuenta de que ¡Soy buena escribiendo...
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La lluvia azotaba en todas las ventanas de aquel complejo de departamentos. El repiqueteo constante era de alguna forma adormecedor, aunque el frío que poco a poco dominaba en la ciudad atenuaba el sentimiento.
Habían decidido asentarse ahí después de dos días seguidos buscando refugio y comida con muy poco éxito.
El ambiente a su alrededor se sentía asfixiante, por decir menos.
No hablaron mucho durante su viaje. No lo sentían necesario más allá de dar leves advertencias o comentarios sobre la comida del día. Hablar era igual de arriesgado que correr cerca de un monstruo, así que se abstenían de hacerlo si eso los ponía en peligro.
Pero justo ahora no había tal peligro.
Justo ahora estaban en una habitación relativamente a salvo y en completa tranquilidad.
Pero las palabras no salían. Habían pasado muchas cosas en tan poco tiempo, que sus pequeñas mentes aún lo asimilaban.
No había pasado mucho tiempo desde que escaparon de aquella espeluznante Torre de señales. La vieja rutina de esconderse y sobrevivir era la misma, pero había algo que no los dejaba disfrutar de la compañía del otro. No como antes, cuando era reconfortante tenerse cerca.
Era incómodo y se sentía incorrecto.
Desde que el agarre de la niña del impermeable dudo unos segundos en aquel puente de concreto, y lo sucedido con aquel hombre largo, su relación se volvió... Apática de alguna manera. Seguían avanzando lado a lado pero, ya no era como antes. Sentían que la única cosa que los "unía" era la necesidad del otro para ciertas tareas, pero nada más. Casi parecía que ignoraban la presencia del otro cuando no era de utilidad.
Se sentía como cuando se conocieron por primera vez.
Esta noche, sin embargo, parecía algo distinta a las demás.
Ninguno de los dos podía dormir. Daban vueltas sobre el piso buscando una posición correcta para poder descansar; la madera vieja debajo de ellos crujía reiteradas veces cada vez que se movían, y aún con el sonido calmado de la lluvia, no conseguían conciliar el sueño. En determinado momento, ambos quedaron recostados de lado de tal manera que podían verse el uno al otro. La capucha de Six ensombrecía toda expresión de su rostro, pero Mono sabía que lo estaba mirando fijamente, podía sentirlo. Y él le devolvió la mirada.
Temblaba ligeramente bajo el trozo de tela que había encontrado para cubrirse, uno que muy apenas le cubría los pies. Mantenía las piernas enrolladas cerca de su pecho para inútilmente tratar de cubrirlas y mantener el calor. Mono había tenido más suerte ésta vez al encontrar la funda de una almohada ligeramente gruesa, eso sumado a su gabardina servían para que el frío no lo perturbara demasiado.
