No es muy importante decir mi nombre, ni siquiera necesitan saber de dónde provengo, basta con decir que esta historia comenzó en la capital de un país latinoamericano que brinda bastantes oportunidades (si sabes buscarlas), y que no rebaso los 30 años. Mi atracción siempre ha sido hacía las mujeres, de eso no hay duda; de hecho, es tanta que empecé a preguntarme cómo sería vivir en la piel de una. Mis experimentos comenzaron con lo usual: ropa de mi mamá, de un par de primas y una que otra sobrina. Por la educación que tuve, por mucho me sentí repugnante, con la idea de que vivía en el pecado; afortunadamente el Internet progresó a pasos agigantados mientras vivía mi adolescencia, lo cual fue una fortuna, ya que me permitió descubrir que no era la única persona con estos sentimientos. Me pude inundar de información gracias a esto, tanto la más verídica y la útil, como aquella que se destacaba en múltiples sitios eróticos y de fantasías sexuales.
Conforme avanzaron los años fui perfeccionando mis habilidades femeninas: aprendí desde lo más básico como el coordinar la ropa con la lencería que usas, las combinaciones correctas de maquillaje para resaltar tus mejores rasgos y al arte de caminar grácil y femeninamente con tacones por horas. Poco a poco deje de "tomar prestada" las cosas de otras personas y me anime a hacerme de mi propia ropa y accesorios, incluso una peluca para completar mi apariencia, dado que no podía dejarme crecer el cabello, aunque hubo un punto en el que me detuve...
El punto a partir del cual no quise cruzar una raya fue hacerme perforaciones para poder usar aretes en mis orejas, déjenme explicarles. No es que mi familia fuera exactamente religiosa, incluso podría llegar a pensarse que era algo de lo opuesto, sin embargo seguían manteniendo creencias arcaicas a pesar de esto: podía quitarme la falda o vestido que llevara puesto, despintarme las uñas, desmaquillarme cuidadosamente o incluso el ocultar que el ejercicio que estaba haciendo estaba más dirigido a reducir mi cintura y aumentar mis glúteos que para hacer músculo, pero el llevar un hoyito en cada oreja delataría que había cruzado a territorio que mis padres ya no tolerarían, ya que para ellos el uso de aretes sólo es "para mujeres y para jotos", además de que para formar dichos hoyitos tendría que llevar aretes por un tiempo, lo que sería aún más evidente; aunque esta no fue la única razón para no hacerlo. A lo mejor es un poco de las mismas ideas arcaicas de mis padres, pero aún ahora pienso que el portar aretes es algo fundamentalmente femenino: sí, sé que hay hombres completamente cisgénero y heterosexuales que tienen las orejas perforadas, pero a mi forma de ver ellos están despojando a la mujer de algo que es puramente suyo, como hacen con muchas otras cosas; además creo que quienes sean como yo, así como muchas mujeres cisgénero, podemos distinguir cuando el hombre se pone aretes para aparentar rudeza o pertenencia o se los pone para mostrar un poco de la mujer que lleva adentro, fíjense, es muy notorio. Esa es una línea que yo no sabía si quería cruzar, ya que disfrutaba el dar una apariencia femenina, incluso salir a pasear a veces usando tacones y un lindo vestido, pero no me veía como mujer. Y bueno, tendría que pasar algo que me haría dejar de pensar en ello por un tiempo.
Sí, siempre creemos que tenemos todo el cuidado del mundo al esconder nuestro secreto, y desafortunadamente no siempre es así. Resulta que una vez me desmaquillé perfectamente... excepto por el hecho de que no revisé a conciencia esa vez mis ojos y los dejé con un leve rastro de delineador, así como mis largas pestañas rizadas; otra vez deje un toque de barniz rojo en mis uñas; en otra ocasión excedí el depilado de mis cejas, aunque fuese sólo un poco; pero no sólo fue eso: resulta que mi constante práctica con zapatos con tacón de 12 cm había hecho que ese distintivo contoneo de caderas fuera totalmente natural en mí, aunque usara zapatos bajos, además de que gesticulaba mucho con mis manos y mi vocabulario se había vuelto notablemente femenino. Esto dio la pauta a mis padres para pensar que "andaba en malos pasos", por lo cual mi privacidad se vio completamente invadida, como se imaginarán, descubrieron todo.
El regaño que recibí fue inmenso. Obviamente las cosas que con tanto esfuerzo había conseguido las vi irse íntegras al bote de la basura, no dudaron en hacer uso de la fuerza física para "corregirme", además me llamaron de formas que nunca imaginé que oiría: "¿qué quieres ser vieja?", "no criamos a un maricón", etc. Nunca entendí tal furia: llevaba buenas calificaciones, nunca buscaba pleitos e incluso ayudaba en la casa, ¿por qué nada de eso importaba por el hecho de expresar feminidad? En fin, aunque seguí yendo a la escuela, fuera de eso no tuve contacto con otras personas por mucho tiempo, a cada paso me vigilaban. Esto fue así por un par de años, hasta que me dieron de nuevo "libertad" para hacer lo que quisiera... excepto "eso".
Cuando eso pasó, la verdad seguía teniendo tanto miedo que ni siquiera pensé en volver a usar algo femenino, lo cual duró unos cuantos meses. Cuando esa sensación volvió, seguía teniendo miedo, pero necesitaba sentirme en contacto con ese lado. Extrañamente eso me llevó a algo que no había imaginado antes: empecé a ver porno de trans, prácticamente todo de trans con chicas, aunque de repente me empezó a llamar la atención los videos de trans con trans. Todo esto me llevó a formarme nuevas fantasías: quería tener una mujer, una amiga, o siquiera una cómplice con la cual compartir momentos así, que me guiará en el camino hacia la feminidad. Eso fue lo primero, y con el paso del tiempo empecé a ver contenido aún más... atrevido, por decirlo de cierta forma. Con los videos se alternabas las historias en las cuales cada vez más el contenido poseía dominación femenina. El sadomasoquismo extremo (o lo que yo pensaría extremo) o el contenido más escatológico ni siquiera me interesó, no así las historias de castidad y feminización gradual y forzada. Con el paso del tiempo consumí más y más este contenido, pero claro, era sólo una fantasía... ¿o no?
Benditas redes sociales, con un poco de búsqueda encuentras hasta a la gente que menos esperas. Fui encontrando foros y grupos dedicados a explorar la sexualidad, mucho del contenido llegaba a ser decepcionante, más que nada con respecto hombres que apenas ponían dedicación a conseguir un aspecto femenino y sólo quedaban en una burla. No, no es lo que quería; afortunadamente había también contenido de trans, e incluso travestis, que realmente se dedicaban a su apariencia, pero no me inspiraban la suficiente confianza y dudaba siquiera en contactarles. Fue en eso que la conocí, una chica cis que, según lo que publicaba, se dedicaba a cumplir las fantasías de feminización que la gente tuviera. Sus precios estaban publicados, y sí, eran altos, esto tendría que esperar.
Pasó un tiempo antes de juntar el dinero que yo consideré suficiente para pagar por mi fantasía, para este momento ya tenía la mayoría de edad, pero debido al hecho de que la carrera universitaria me restaba mucho tiempo, tenía que seguir viviendo con mis padres. La oportunidad llegó en un feriado que caería en viernes, dando un fin de semana de 3 días. Decidí contactar a esta chica y hablarle a detalle de mis fantasías, las que en un momento detallaré, para que me hiciera un presupuesto. Increíblemente tenía el dinero más que suficiente, así que acordamos que todo comenzaría ese viernes por la mañana. Así, incluso tuve la excusa de que estaría en casa de unos compañeros que rentaban haciendo un trabajo.
ESTÁS LEYENDO
Sin marcha atrás
NonfiksiÉl siempre había mantenido sus gustos en el lado sano, pero, aún así, no siempre la gente está de acuerdo. Tras una decepción, empieza a andar por una senda inexplorada, que lo llevaría a toparse con ella.