Después de que gracias a una droga experimental que salió mal, toda la vida como la conocieran se fuera a la mierda, convirtiendo a una gran parte de la población en muertos vivientes y a otra parte en alimento para estos, parecía que nada podía ir...
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LOST —Capítulo 6—
Al ver la posición que adoptaba, el sujeto desconocido sonrió una vez más. Sukuna comenzaba a odiar con todas sus fuerzas ese maldito gesto. Sus ojos heterocromáticos lo veían con cierta burla y quizá… oh.
El muy imbécil lo estaba subestimando.
Fue el turno de Sukuna de sonreír. Un gesto salvaje que deformó su expresión, en su mirada una promesa de sangre mientras apretaba más sus puños.
Sukuna no era imbécil, ese papel lo tenía Yūji. Así que él fue de frente hacia el tipo, pero en lugar de arremeter a matar de inmediato, se contuvo. El tipo, para su mala gana, había dicho que Yūji no había podido con él, y lo cierto era que su hermano era hábil, no tanto como Sukuna, pero sabía luchar perfectamente. Y aún más desde que Satōru se hizo cargo de él.
Cabía la posibilidad de que, dadas las circunstancias, su hermano haya estado en shock y por ello no hubiera podido reaccionar ante la situación. Sukuna claramente recordaba al tipo decir que las amigas de Yūji estaban siendo devoradas, así que no le extrañaba que Yūji hubiera estado inestable mentalmente debido a ello… aunque esperaba que no lo suficiente como para no saber que quedarse y permitir que le hicieran lo mismo, era una estupidez.
Más le valía haber corrido.
Como sea que fuese, Sukuna no iba a cometer el error de subestimar al tipo frente suyo. Sin embargo, él no pondría todas sus cartas sobre la mesa sin antes comprobar en que se metía.
Por lo que, cuando se lanzó hacía el tipo, lo hizo imitando los movimientos de su hermano, o al menos bajando casi a su nivel, pues ya había mostrado que, al menos sus instintos, eran mejores que los de Yūji.
Fue rápido, aunque no a su velocidad normal. Lanzó puñetazos al frente con la intención de golpear, pero con la certeza de que sería bloqueados o esquivados. El tipo, como Sukuna había esperado, estaba lleno de sí mismo, creyéndose invencible e intocable. Se alejaba de los puñetazos con facilidad mientras una sonrisa engreída se pintaba en sus labios. Sukuna, para darle más realismo, gruñía de frustración al sus ataques no tener ningún resultado, lo que hacía que el desconocido se burlara de vuelta con más saña.
Pobre diablo imbécil.
Luego de varias secuencias, una tras otra con los mismos resultados, Sukuna lanzó un puñetazo hacía su rostro, pero en lugar de esquivarlo como había hecho anteriormente, el tipo lo sostuvo en el aire, apretando justo en su muñeca. Sukuna entonces probó con un gancho hacia su costado, sin embargo, también fue detenido. Intentó alejarse forcejando un poco, pero el tipo lo tenía fuertemente sujeto de ambas muñecas.