Capítulo 9

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La mañana del treinta y uno de diciembre, la mañana de nochebuena despertaba con una gruesa capa de nieve que cubría gran parte y más del terreno

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La mañana del treinta y uno de diciembre, la mañana de nochebuena despertaba con una gruesa capa de nieve que cubría gran parte y más del terreno. Los testigos fueron reuniéndose con los Cullen, los lobos podían escucharse desplazar por el bosque. Edward y Carlisle estaban disponiendo a los otros en una formación abierta, con los testigos alineados a los lados, como si estuvieran en un museo. El ambiente era tenso, nadie sabía con exactitud cómo se darían las cosas aquel día.

El grupo esperaba a que Bella saliera de la tienda de campaña junto a la híbrida. En cuanto lo hicieron, Renesmee subió detrás de la espalda de su madre y se acomodó para dejarle las manos libres a ésta. La neófita caminó hacia su pareja, quedándose unos pasos por detrás de la línea conformada por él, Carlisle, Emmett, Rosalie, Tanya y Eleazar. A escasos metros a su lado, Zafrina y Benjamin. En el bosque, los lobos estaban quietos, esperando.

Carlisle enderezó su espalda, suspirando mientras miraba cortamente al lugar donde su hogar se encontraba. No podía negar que su mente viajaba de la batalla al pelinegro nómada. Edward clavó sus ojos en él durante un instante, colocando su mano en el hombro derecho y dándole un leve apretón. "Estará bien" intentó calmarlo. Carlisle asintió sin más remedio y se concentró en agudizar su audición para notar cuando llegaran los Vulturi.

Aparecieron alineados en una formación rígida y formal, pero no se trataba de una marcha a pesar de lo conjuntado de su avance. Pasaban entre los árboles en perfecta sincronía, como una procesión de sombras negras suspendidas a pocos centímetros del suelo cubierto de nieve, de ahí ese desplazamiento suyo tan desenvuelto. Las posiciones en las zonas exteriores del destacamento estaban ocupadas por miembros equipados con ropajes grises, pero la tonalidad se iba oscureciendo hasta llegar al más intenso de los negros en el centro de la formación. Era imposible verles los rostros, ensombrecidos y ocultos por las capuchas. El tenue roce de las pisadas parecía música debido a la regularidad de la cadencia, era un latido de ritmo intrincado que no mostraba ninguna vacilación.

Caminaban lentamente, sin prisa ni apuro. Era como si estuvieran dando un paseo por el nevado claro y de casualidad se encontrarán con viejos conocidos. Podías darte cuenta que no tenían intención de perder, aquel caminar despreocupado lo demostraba: eran invencibles.

—Se acercan los casacas rojas, se acercan los casacas rojas —musitó Garrett para el cuello de su camisa antes de soltar una risa entre dientes y acercarse un paso a Kate—. Él se perderá toda la diversión.

Kate lo miró de reojo y negó.

—Es lo que quiere y cree que es mejor para él. Déjalo ser.

—Así que han venido —comentó Vladimir a Stefan con un hilo de voz.

—Ahí están las damas, y toda la guardia —contestó Stefan, siseante—. Míralos, todos juntitos. Hicimos bien en no intentarlo en Volterra.

—Falta Demetri —pronunció Edward.

EXTRAÑOS CONOCIDOS; carlisle cullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora