Capitulo 4: Torpeza

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Hogsmade; un pueblo pequeño, cálido y pintoresco, localizado en Scotland, Gran Bretaña.

Un pueblo lleno de mago y brujas de todas las edades. Se dice que en vacaciones varias velas encendidas cuelgan de sus árboles los cuales rodean las cabañas.

La tarde estaba soleada, como de costumbre. Peter amaba jugar con sus primos, aunque ellos repudiaran su presencia. A decir verdad, a nadie le agradaba la presencia de aquel muchacho, mucho menos si tenían asunto importante planeado, él suele estropearlo fuese lo que fuese. Y no es que lo hiciese apropósito, solo es muy torpe.

Hoy sus primos, Ava y Robert son mellizos. Aclamar la atención de alguno es complicado, son muy unidos. Resulta extraño, los hermanos suelen discutir o pelearse cotidianamente, pero ellos son como uña y mugre, según Peter.

- ¿Has ordenado tu habitación?- le pregunto Enid Pettigrew, su padre.

Peter se detuvo antes de girar la perilla de la puerta principal- S...sí, padre, lo he hecho.

-¡Deja de tartamudear!- espetó-. Acabaré llevándote a San Mungo si sigues con ese estúpido tartamudeo, igual de inepto que tu madre- se volteó con enojo y levantó su mano dando a entender a Peter que lo golpearía- ¡vete de una buena vez!

Peter giro la perilla y salió deprisa por la puerta principal. Corrió por la acera hasta toparse con Ava y Robert, quiénes lo tomaron por la espalda atrayendolo hasta la parte trasera de una tienda.

- ¡Silencio!- espetó Ava Pettigrew-. ¿El tío Enid sabe que estamos aquí?- Peter negó rápidamente de un lado al otro-. Bien, no eres tan tonto como pensaba.

- Tenemos una cosa bastante peculiar en nuestras manos- acotó Robert. Peter arqueó una ceja-. ¡Ven!

Jamás se perdía por los caminos de Hogsmade, salvo que esté demasiado despistado, más sus primos lo guiaban en cruzando distintas calles, sin tener un patrón específico.

En cuanto llegaron, le vendaron los ojos a Peter. Él no se resistió, no muchas veces le daban tanta atención como en este momento.

- ¡Ya puedes quitarte la venda!

Frente a él había lo que le habían prometido. Una cosa bastante peculiar, se acomodó en el césped para apreciar la belleza frente a sus ojos.

- Es...¡escobas!- admiró Peter.

Así es, escobas. No cualquier escoba, estás escobas voladoras eran nuevas, no parecían tener mucho uso. Las escobas tienen distintos modelos y normalmente cualquier mago de sangre pura con un hijo de once años comete el atrevimiento de comprarle una escoba a su hijo. En el caso de Peter...no. El señor Pettigrew consideraba que un niño tan inepto y torpe como él, no debería subir a una. Aclaraba amargamente que hasta que no superará su tartamudeo no tendría una. El señor Pettigrew asistía a los mundiales de Quidditch y una vez llevo a Peter a uno. Sin embargo, cuando Enid objeta una decisión, no cambia de opinión.

- ¿No piensas subir?- preguntó Ava al ver a su primo en silencio.

Peter tardo en responder. ¿Debería subir y olvidar las órdenes de su padre? No se creía capaz de ignorar las charlas que tuvo luego de utilizar una bomba fétida; regalo de sus primos en su décimo cumpleaños. Su tía Miriam ha de dejarlo fuera de su herencia luego de que acabará en su rostro, pero eso es otra historia.

- Mi padre...no me deja- contestó al fin.

Ava y Robert se miraron con complicidad. Ésos pequeños son muy traviesos, casi siempre enredan a Peter en problemas que no busca, sumando los que sí acaban siendo suyos.

The boys of the 70s: Something newDonde viven las historias. Descúbrelo ahora