Parte 1 Sin Título

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El aire que en un principio olía a rancio porque la mayoría de los disfraces se habían envuelto rodeados de alcanfor, ahora flotaba como una pompa de perfume de las diversas damas que se hallaban en la fiesta. Todo el mundo coqueteaba discretamente tras el anonimato de los disfraces.

Tiara , desde su palco, ahogó un bostezo. Era su quinto baile de máscaras desde que llegara a Baton Rouge, en el estado de Luisiana, y desde luego no le importaba que fuera el último, aunque aún quedaba que aguantar hasta el Miércoles de Ceniza donde se produciría la fiesta final y la elección de la reina y el rey de las máscaras. 

Cuando empezaba la temporada de invierno incluso le agradaba ir a un par de bailes pero  por dios que  no entendía porqué Madame Sanem y Dafne tenían que ir a todos los que eran invitadas. Puede que fuera su herencia anglosajona la que le hiciera aburrirse mortalmente en cuanto había ido a los dos primeros bailes.

-Tiara, por dios, despierta, estás llamando la atención, la gente te mira.

Dafne, su prima, estaba francamente preocupada por su reputación. Tiara intuía que más preocupada que por sus bostezos, lo estaba porque con su disfraz mostraba los tobillos. 

-¿Estás segura de que son mis bostezos lo que te preocupa? - Preguntó Tiara parpadeando coquetamente mientras que sus largas pestañas le daban vida a unos ojos tan azules como cualquier playa del Pacífico.

Dafne le echó un vistazo y miró fijamente sus tobillos.

-No sé como mamá te ha permitido venir así - dijo sin dejar de mirar aquella parte del cuerpo de Tiara que todos los hombres de la sala ya habían devorado tras sus máscaras.

-Recuerda que llevo la máscara. Nadie sabe quién soy. Tranquila, primita, mi reputación sigue intacta. 

-Ah, sí, menuda protección. - Dafne miró a su alrededor. - Mira a ese hombre, Tiara, lleva media hora comiéndote con la mirada.

Tiara vio a unos tres metros a un hombre alto que dominaba el salón desde su estatura. Iba disfrazado de caballero oscuro y tenía por completo cubierta la cara. Aún así, no había duda de que la observaba por la postura que mantenía erguida en su dirección. 

-Estará hechizado por mis tobillos - dijo Tiara moviendo uno de sus pies con descaro.

-¡Estate quieta, por favor! - Masculló Dafne en una mezcla de pedido y orden.

-¡Bah, lo estás imaginando! Además va cubierto entero, no podemos tener la seguridad de que me esté mirando a mí.

-Lo está haciendo, no tengo ninguna duda, así que no seas tan descarada - reprendió Dafne provocando una risita en Tiara.

El rostro de cutis suave y blanco de Dafne se relajó al observar a su prometido acercarse hacia ellas con un par de limonadas en la mano. Steam era un joven bien parecido, no iba sobrado de altura pero tampoco le faltaba. Claro que pudiera ser que Tiara tuviera esa apreciación después de echar otro vistazo al lugar donde seguía el caballero oscuro que su prima aseguraba que miraba sus tobillos. No era una comparación justa de ningún modo puesto que el hombre era llamativamente alto. Por lo demás, Steam era perfecto para Dafne. Ella, como su madre, Madame Sanem, tenía un carácter afable y discreto, una belleza elegante adornada de largos y oscuros cabellos en combinación con una piel perlada y unos labios rojos. En definitiva, Dafne era toda una belleza que combinaba muy bien con el innegable atractivo de Steam. Sin embargo, Madame Sanem insistía en demorar el casamiento. Opinaba que ocho meses comprometidos no era el tiempo suficiente para saber si aquello era amor o algo que se podía evaporar después de varios encuentros íntimos.

Por su parte, aunque ella no tuviera ni voz ni voto en el tema, Steam contaba con su aprobación absoluta. En parte, porque era muy parecido a su difunto prometido. Un prometido que murió por una insensatez de juventud. Una borrachera, un duelo amistoso entre amigos para medir las espadas, la luz de la luna y el alcohol corriendo por las venas de los tres amigos. El resultado final de la noche había sido dos muertos; uno de ellos su prometido, James.



Un beso dulceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora