"¿Cuál es el sentido de la vida?
Conseguir trabajar de lo que realmente te gusta y te motiva. Disfrutar de tus aficiones cada día"
Llevaba varias noches sin pegar ojo, estas últimas semanas se decidía quién iba a ser el ganador del campeonato de constructores y en las oficinas de Mercedes se había generado una gran tensión por parte de todos los mecánicos e ingenieros. Toto Wolff ya nos había informado al principio de la temporada que este año iba a ser complicado por culpa de RedBull, por lo que se aumentó las horas de trabajo a todos los empleados.
A pesar de estar un poco sobreexplotada, disfruto de mi trabajo. Cuando era pequeña, mi padre y yo veíamos todas las carreras de Fórmula 1 juntos en el sofá. Fue él quién me insertó la pasión por los coches y el motor en mis venas. Desde entonces, sabía que quería trabajar en ese mundo. Quería ser como los mecánicos que salían en la televisión. Quería viajar por el mundo y tener los coches siempre presentes, así que, me esforcé durante años para conseguirlo. Empecé desde lo más bajo posible, y gracias a ese esfuerzo y dedicación, he conseguido trabajar en el mejor equipo de Fórmula 1 actual: Mercedes-AMG Petronas. Nunca imaginé que finalmente lo lograría, quiero decir, creo que todo el mundo sabe lo complicado que es conseguir trabajar ahí sin tener muchísimo dinero o que tu padre hiper mega millonario te pague las cosas. Finalmente, puedo decir que soy feliz.
Quedaban únicamente cuatro carreras y la diferencia entre Mercedes y RedBull era casi inexistente. Llevábamos sólo siete puntos más que ellos. En México, nos jugábamos todo.
Había perdido la cuenta de horas que llevaba en el box desde que se acabó la calificación. Nuestros pilotos no habían hecho un mal trabajo, pero habían quedado por debajo que los RedBull, por lo que me quedé toda la noche mejorando algunas cosas -de las que están permitidas y no tienen penalización- para mañana conseguir el mejor resultado posible.
Miro mi reloj de muñeca y veo que marcan las doce y cuarto de la noche, por lo que decido empezar a recoger un poco el box y dejarlo organizado y listo para el gran día. Escucho ruido proveniente de afuera pero no le doy importancia, pues podrían ser las ramas de algún árbol cercano o algún pájaro, por tanto, sigo barriendo el suelo y colocando los objetos que había sacado antes. Escucho otra vez ruido de afuera, así que cojo lo más cercano que encuentro y me acerco al origen del ruido, intentando protegerme. ¿Escucho... sollozos? Curiosa, saco la cabeza para observar qué hay ahí afuera y me encuentro a una persona sentada en el suelo con las rodillas cubriéndose la cara.
Siempre que me encuentro en una situación parecida, o sea, que alguien está triste o desanimado, recuerdo las palabras de mi madre siempre me decía: "No hemos nacido para estar apagados; hemos nacido para que nuestra alma brille y disfrutar en todo momento". Me lo decía cada vez que salía del colegio triste o cuando caía en algunas de mis depresiones del instituto. Realmente nunca prestaba atención al significado de esa frase, prestaba atención al hecho de que ella siempre estaba a mi lado y me apoyaba en todo momento hasta el último de sus días. Miro al cielo y suspiro fuerte; sé que ella estaría orgullosa de todo lo que he logrado. Con una mano en el pecho, me acerco a la persona y la identifico rápidamente: me sé su espalda de memoria de tanto verla, me sé de memoria ese tupé de pelo negro que a veces tiene, me sé esos brazos marcados en su típica camisa blanca. Por lo que me pregunto: ¿por qué estará llorando?
— ¿Señor Wolff? ¿Está bien? —pregunto sentándome a su lado y mirando su perfil. En seguida, él se gira para verme y veo su rostro: tiene la cara hinchada y los ojos rojos, parece que lleva llorando bastante tiempo
— Eh... Esto... —parece un poco desconcertado, no se esperaba que había alguien ahí.
— Amelie LeBlanc. —le respondo rápidamente, no se sabía mi nombre.
