El chico de cabello naranja estaba corriendo en búsqueda de algún refugio con la luna que le iluminaba, era una noche húmeda y gris. Sabía que no debía de haberse metido con aquel grupo. Le dijeron que haga una sola cosa, pero no, hizo lo que menos debía. Se dejó llevar por sus impulsos, creyendo que lo lograría solo. La confianza que se tenía era, sin duda, admirable.
—¡Mierda! —se quejó al ver que giró en un callejón sin salida.
Se escondió detrás de unos botes grandes de basura, tenía la respiración agitada, su corazón latía tan rápido que sentía que en cualquier momento se le podría salir del pecho. El grupo se dividió para su búsqueda. Uno de estatura alta y cabello gris fue en su dirección; lo único que pudo hacer es, nada. Veía en cada rincón del lugar, pero no lograba divisarlo.
—Aquí no está —reportó por su auricular inteligente.
—¡Revisa bien! —gritó su supervisor, una persona de baja estatura, pero con un carácter fuerte—. La última vez se te escaparon dos.
—Pero en serio... No lo veo.
—¡Agudiza esa mirada!
El chico tomó esta oportunidad y con una bolsa de papel, la cual encontró a su lado, cubrió el rostro del sujeto para que no lograse verlo, salió corriendo por lo que su vida dependía de ello. El otro joven reportó lo sucedido y todos se dirigieron hacia aquel punto, estaban en desventaja pese a ser más. Realmente el objetivo poseía una velocidad como ningún otro.
—¡Yaku, ya sabes que hacer! —ordenó el líder pelinegro desde el fondo.
No lo pensó dos veces, sacó la pistola, apuntó al estafador y apretó el gatillo sin remordimiento. Cada vez corría con menos ganas. Le había lanzado un dardo tranquilizador, siempre quiso usarlo en alguna misión con esta adrenalina; sonrió victorioso, hizo una maniobra con el arma y luego sopló la punta de esta. Llegaron al chico que se había quedado sentado sin fuerzas.
—Déjenme ir, por favor. Les pagaré lo que prometí —suplicó con una respiración agitada.
El pelinegro mayor se arrodilló para quedar a su altura, vaya que le costó un poco, ladeó la cabeza diciendo:
—No nos importa el dinero. Mentiste y eso es lo que nos jode. —Tomó su mentón—. Así que...
Fue interrumpido con bombas lacrimógenas. Todo el equipo comenzó a toser varias veces y a lagrimear.
—¡No lo dejen escapar! —gritó, teniendo el antebrazo cubriendo su boca.
Trataron de cumplir con el mandato, sin embargo, no tuvieron éxito. El chico se les había escapado, o más bien, había sido rescatado. El equipo del muchacho llegó justo a tiempo. Su líder había empezado a estresarse, casi pierde a una pieza fundamental para poder cumplir con aquella misión que estaban ejecutando. Lo subieron a su camioneta, luego se alejaron a gran velocidad.
—Hinata, idiota. Te dieron una sola misión. ¡Una! —le resondró sin pena alguna, desahogando su ira.
—Ya sé, pero creí que... ¡Auch!
—Perdón. —Dio una pequeña sonrisa—. Pero si no sigues el plan, los demás saldremos perjudicados —comentó la joven rubia mientras limpiaba donde había sido disparado—. Deberíamos implementar esto también. —Examinó el dardo.
El pelinegro le pasó una bolsa especial para guardarlo y llevarlo al laboratorio para que sea mejor examinado por los demás compañeros. Todo parecía estar más calmado, podían decir que lograron con éxito el rescate. No obstante, se escucharon una balas impactando en las puertas de su vehículo. Quien iba manejando vio por los espejos que los estaban siguiendo los mismos de hace un rato, movió la palanca de cambio y pisó con mayor fuerza el acelerador. El copiloto alistó unas armas y se puso sus lentes para ver con mayor claridad, además de que lo protegían.
—Tanaka, baja la velocidad. Es el momento de lucirme. —Sonrió arrogante.
Su compañero hizo un ademán de aceptación, volvió a mover la palanca, dejando que su compañero pueda sacar la mitad de su cuerpo para empezar a disparar a lo loco con una M1014, pero su objetivo eran las llantas de las motos, no tiene permitido disparar a las personas.
—¿No se supone que estábamos lejos? ¿Cómo nos encontraron? —preguntó sin dejar de atacar al enemigo.
La joven solo pensó en una cosa, el dardo, no le quedaba de otra que echarlo lejos para poder alejarse sin problemas, realmente lo lamentó. Mientras que su otro compañero sacó su arma, la misma que había usado para rescatar al pelinaranja, un lanzador de gas lacrimógena en menor grado.
Mientras que por otro lado, quien llevaba el rastreador indicó que se habían ido hacia la izquierda. Lamentablemente no se percató que la señal ya no se movilizaba. Cuando llegaron al lugar que indicaba en el aparato, se dieron cuenta que debieron darle aquel encargo a otra persona más hábil con ese sistema.
—¡¿Cómo no te diste cuenta?! —Jaló sus cabellos—. Juro que cuando lleguemos a la oficina, pediré para que te despiden, Lev.
—¡Hey! Aquí nadie saca a nadie. Pero eso sí, no vuelves a participar en misiones de esta magnitud. —Pasó su mano por su cara por el estrés—. Kenma va a matarme por esto.
—¿No se supone que están saliendo? —preguntó sin vergüenza alguna a su mayor.
Quien luego le dio una señal a su compañero para que haga lo que mejor sabe hacer. Le dio una patada al sujeto en su zona trasera. Sin mas que hacer ahí, se dirigieron a la oficina central.
—¡Ya los perdimos, bien hecho! —celebró Tanaka.
—¡Eres increíble, Noya! —alagó el menor—. Debes enseñarme a usar eso. —Brillaron sus ojos.
—Primero aprende a seguir un plan —dijo rodando los ojos. Kageyama no podía más con la actitud de su compañero.
Los 5 fueron tranquilamente a reunirse con los demás. Éstos esperaban muy impaciente, habían escuchado todo lo sucedido por el micrófono que llevaba Hinata, no tenían otra opción que mandarlo, es el más rápido para huir de quien lo persiga o no.
***
N/A: Espero les guste este fic, realmente me emociona un montón poder resubirlo.
ESTÁS LEYENDO
El tratado de Japón
FanfictionEn un mundo donde el poder y el dinero son la única moneda de cambio, cada individuo está dispuesto a todo para alcanzarlos. Estos hombres no serán la excepción. Se enfrentarán a desafíos imprevistos y deberán lidiar con adversarios inesperados. La...