A la mañana siguiente los sirvientes se quedaron parados detrás de la puerta de los aposentos de la reina pues ya pasaban de las nueve y ella no salía ni daba órdenes de que Alex fuera a sus clases, esto enojo a Aries que se la paso refunfuñando todas sus primeras lecciones del día, sus sirvientes estaban a su lado intentando distraerlo con cualquier cosa para que quitara esa cara de mal humor.
Diez en punto la reina se intentó levantar, pero no pudo ya que había un peso considerable sobre ella bajo las cobijas delgadas, al levantarlas pudo observar al duque Alex aferrado a su cintura con su cabeza entre medio de sus pechos, esto le recordó a Aries, no pudo evitar preguntarse como dormirían los tres en una misma cama ya que pareciese ser que a los dos les gusta tenerla a ella como almohada, dejo escapar una risa tras este pensamiento, la que levanto a Alex, que algo disgustado y sin ganas se dignó a mirarla al recordar que era la reina y desearle buenos días, esta acción hizo reír aún más a la reina, lo tomo de las mejillas dándole un sonoro beso en la frente y llamando a los sirvientes, ahora levantándose los dos completamente. Mientras preparaban sus ropas, atrajo a Alex a su pecho abrazándolo fuertemente y el duque aprovecho para restregar su cara entre los pechos de esta, sonriendo poco a poco se le fue quitando el sueño, para cuando los sirvientes ya tenían los dos conjuntos de ropa se separaron para vestirse encima de la cama mirándose, compartiendo sentimiento de travesura matutina en sus pupilas.
Tanto Alex como Aries almorzaron juntos en el comedor para concubinos a las once en punto, Aries estaba leyendo para no mirar y no prestarle atención a Alex, el príncipe intentaba concentrarse en ese manuscrito de historia pero la risa de orgullo que rondaba por el lugar del duque que se encontraba contándole a sus sirvientes todo lo que había pasado con la reina desde el momento en que llego al palacio lo distraía y le ponía tan mal que no podía llevarse ni un bocado a la boca, el joven príncipe sentía que su corazón hervía en celos y amargura, sabía perfectamente que no podía reclamar nada, después de todo que eran tres noches comparadas a un mes entero, que era un baile comparado a su cálida bienvenida en los jardines, que era que lo presentaran como una joya si la reina había ido personalmente por él. Él lo sabía tenía su lugar asegurado, en ninguna de esas tres noches la reina lo había descuidado, mandaba bocadillos de sus favoritos y ropa lujosa, pero su instinto le decía que tenía que desconfiar.
-Ariiies... en que tanto piensa príncipe, el día de hoy no se encuentra bien?, quizá debería ir mejor a su habitación yo informare a la reina de tu estado, estoy seguro de que si le digo yo no sé enojara contigo... no te preocupes- inquirió el duque con malicia en su tono, todos los sirvientes notaron la sonrisa de maldad y voz arrogante que se cargaba ese día para con el príncipe.
-Di mi nombre de esa manera tan mal educada de nuevo y me encargare de que no veas a la reina por un largo tiempo, olvidas que yo soy el que manda a los concubinos principales, haré que te den tatas clases en un solo día que caerás muerto por el cansancio, no me tientes Alex- saliendo de sus pensamientos inmediatamente contesto mordaz el de cabello largo, mando una mirada a los sirvientes de Alex que hizo temblar sus piernas haciendo un reverencia a él y luego otra a sus sirvientes para que levantaran sus cosas mientras él ya estaba caminado fuera del lugar a su siguiente clase.
Alex estaba inesperadamente para sus criados satisfecho con la respuesta rabiosa del pelilila, aparte tenía muchas preguntas del funcionamiento del harem, preguntándose como es que era posible que el príncipe estuviera por encima de él siendo los dos concubinos se supone que tendrían él mismo nivel de poder, al menos así era en su reino.
Terminando de comer siguió el camino de Aries a la siguiente clase "Operación del harem", de esta no había tenido ninguna lección y esperaba que le aclararan cosas como la que acababa de pasar. Al llegar vio a Aries sentado hasta el frente del salón y para seguir jugando se sentó a lado de él, así pudo ver como hizo una mueca de disgusto a su persona, lo que le hizo gracia y le salió una risita sin querer. Llego al poco tiempo uno de los asistentes de Agah llego a dar la clase por lo que se dignó a poner atención y dejar de molestar al príncipe.
ESTÁS LEYENDO
En el harén de la Reina
Teen Fiction-Ahora se hará la promesa de los concubinos- Los chicos estaban nerviosos pero igualmente estaban decididos... Todo sea por el bien mayor. -Prometo complacerle, no dejarle, satifacerle y ser por siempre suyo- Prometieron en voz alta los muchachos co...