5『Los gatos no van en la calle』

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Diez de la noche. Vuelve a casa con la familia. Le espera un largo camino por recorrer desde la casa de su novio hasta el sitio de taxis. Apenas ha caminado unas cuadras, quizás no más de quince minutos. Respira profundo sintiendo como sus pulmones se llenan con el helado viento que indican los días de lluvia de invierno. Hunde las manos en sus bolsillos y acelera el paso. Si camina por la calle es mejor, el barrio donde vive el rubio no es el más seguro. 

Itachi se pregunta cuándo fue que pasó que se enamoró de Deidara. Llevaban dos o tres meses de relación y se sentía profundamente perdido de amor por ese hombre tres años menor. Era un caballero con él, a diferencia del patán que era cuando estaba con alguna mujer.

Tiene que concentrarse en el camino a falta de iluminación, sus divagaciones sobre el amor que siente por el otro podrían esperar un par de minutos. Si sus ojos y oídos están atentos, podría correr ante cualquier ataque o al menos defenderse. Sigue por media calle, aunque esa no es la mejor idea si está cerca de una curva a altas horas de la noche.

Ve a lo lejos un gato negro, él jura que ese gato tiene los ojos rojos pero siempre ha pensado que esas cosas son del diablo. El pequeño animal le devuelve una mirada tímida, está asustado mientras se pega a la puerta del que seguramente es su hogar. Itachi piensa que la gente es irresponsable, ese animal no debería estar en la calle.

Escucha un rugido, es un auto a lo lejos que dará vuelta en media cuadra hacia él. No quiere hacerlo, pero no tiene otra alternativa. Respira profundamente mientras se maldice, sabe lo que va a pasar a partir de ahí.

Camina rápidamente hacia la banqueta. El gato se asusta. El auto se atraviesa.

Se escucha un crujido.

Itachi cerró los ojos con fuerza cuando se detuvo, volteando la cara de la horrible vista que iba a presenciar.

Abre los ojos. El animal sigue luchando por huir.

Se acerca. El gato está más asustado; no entiende qué está pasando, no sabe por qué le duele el cuerpo ni por qué está llorando sangre, trata de gritar pero no puede, hace un intento desesperado por alejarse de las manos que tratan de ayudarlo.

Itachi lo arrastra hasta la banqueta, en su desconcierto pensó que esa sería la manera menos dolorosa de trasladarlo. El animal agoniza. Itachi está llorando.

Con un poco de compasión por librarlo del tormento que estaba sufriendo, pone las manos alrededor de su cuello y aprieta tan fuerte como lo está haciendo con su mandíbula. No puede verlo, no va a verlo mientras lo hace. De sus ojos brotan más lágrimas que antes.

El animal ya no se mueve.

Se quedó un momento viendo hacia la nada que le ofrecía la pared de enfrente. No podía detener su llanto y empezó a sorber con la nariz. Itachi no es un tipo sin sentimientos. A él también le duele aunque no lo conoce. Le duele porque ese animal tenía una familia; aunque la familia no lo quisiera de la misma manera para dejarlo afuera.

Después de un minuto o dos logra controlar sus nervios. Necesita un abrazo. Quiere dejar de temblar para levantarse de sus rodillas y seguir caminando. Quiere olvidar para siempre lo que acaba de hacer. Se siente imprudente. Se siente culpable.

Toma el collar entre sus dedos que tiemblan sin quererlo, apenas puede controlar su vista inundada de lágrimas. Remueve un poco con su pulgar el pelaje ahora inerte y quita algo de tierra de aquella pequeña plaquita manchada en sangre. Quiere saber y grabar a fuego en su memoria el nombre en vida del animal que encontró el final de su destino por su culpa y entre sus manos.

–Lo siento tanto, Shisui –.

No acaricies gatos en la calle, porque pueden ser el amor de tu vida.

Y él lo aprendió a la mala.







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Si me disculpan voy a llorar en lo que ustedes me odian.

Quería intentar algo diferente. Y bueno, muero en vida.

Estoy explorando todo tipo de escritura con esta recopilación de One-Shots. Así que: ¿Los prefieren largos o cortos?

Historias cortas, lágrimas amargasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora