Capítulo 17

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Después de estar con Sandra se dirige a casa, debe ir a recoger las flores de su madre, las nuevas que había comprado esa misma mañana. Se detiene delante de una bonita casa con ventanas azules. Como le gustaría vivir en un sitio así y no en ese piso que cada vez era más desagradable. Un chico de ojos marrones algo despeinado sale de casa tarareando una canción en inglés. Ella intenta disimular caminando sin mirar la casa. 

-Te he visto desde la ventana. No te vayas. ¿O es que te avergüenzas de tus rojizos pómulos?- Will rie.

-Sólo pasaba por aqui. Vivo en la calle de al lado.-Contesta intentando salir de aquella situación.

-Y te quedas mirando mi casa. Fijamente. Con deseos de entrar. Quizá por curiosidad o quizá porque te empieces a volver loca por mi.

-Tengo novio. Estoy loca por mi novio no por un despeinado medio loco que ni conozco.-Lo mira de arriba a bajo y sonríe.

-La última vez que te vi no tenias novio. Pero es normal, los ojos azules tiran más que unos marrones. Además tu eres otra despeinada. ¿Me vas a decir que el otro día con ese pijamas tan mono no lo estabas?

-¡Era diferente! Ya te dije que no tengo que darte explicaciones.-Contesta enfadada.

-Sin embargo mueres por dármelas. Te daré yo algunas, se que tienes muchas preguntas sobre mi. Te vi con el ojos azules cuando volviste a casa de mi cabaña. Tranquila, esa cabaña la abandonó mi familia cuando yo tenía 7 años. Supongo que tienes prisa doble 'n'. ¿Te llevo a alguna parte?

-¿Tu cabaña...? Bueno, es lo de menos. El "ojos azules" tiene nombre. Se llama Daniel. ¡No me llames doble 'n' ni Anna con dos 'n' ni nada por el estilo! Y no necesito chofer. Adiós pelos de escoba. -Iba a estallar de rabia, ese chico siempre la sacaba de sus casillas.

Llega a casa y después de coger las flores, sale hacia el tren. Tarda media hora en llegar. Mira un paisaje casi desierto, lleno de lápidas. Aunque sabe de sobra el camino va mirando uno por uno los nombres de aquella personas que yacen bajo tierra. Camina despacio, pensando. Para delante de un pequeño altar donde ponía "El alma desordenada lleva en su culpa la pena." Se sienta en el frío césped. Recuerda cada pequeño momento a su lado, ya hacía dos años desde su muerte. El 4 de Diciembre, cuando ella tenía 15 años, aquella preciosa risa se apagó para siempre. De repente se quedó sin sus buenos días ni sus cosquillas para levantar. Se quedó sin su café con muy poca leche de por las mañanas, sin su locura tan dulce, sin su música en los días tristes, sin sus abrazos, sin sus horas mirandola mientra pintaba cuadros, sin sus guerras de pintura, sin su beso de buenas noches, sin sus te quiero y sin que la protegiera de todos los monstruosos males. Se quedó sin ella y ni si quiera pudo despedirse como quería. Ahora, sentada en aquel lugar, llevando flores a una nada, empezaba a amar el silencio, le recordaba a ella. Intentaba llorar sin ruido, intentaba mantenerla tan cerca como pudiera. El vacío que sentía era tan grande que nada la hizo feliz desde aquel día. Porque ella amaba todos sus gritos, sus manías, sus errores, su forma de mirar a los demás, sus manos y cuando perdonaba todo con simplemente una sonrisa. ¿Qué podía hacer para volver a estar con ella aunque fuera sólo un segundo? Nada. No le quedaba nada. Anna llevaba un ramo de rosa en la mano, llorando lo presionó y con las espinas se hizo varios cortes. Sus manos sangraban sobre la tumba, sus lágrimas la acompañaban. Estaba acostumbrada a aquello, ella era la espina que sólo causaba daño. Su madre era la rosa.

Pasó allí muchas horas, la luna la acompañaba, los lobos aullaban para ella. Escuchó un ruido a sus espaldas pero no se movió. No le asustaba nada en ese momento.

- Mark siempre decía  "La muerte no existe, la gente sólo olvida; si puedes recordarme, siempre estaré contigo." -El chico de ojos marrones se sienta a su lado, tenía los ojos rojos y llorosos pero aún así sonrío. Anna lo miró extrañada. No entendía nada. Él era como una caja sorpresa, eso ya lo había asegurado.- Mark era mi hermano gemelo. Murió tan sonriente como siempre, como si la muerte fuera para él un amigo. Yo sin embargo, no estaba preparado. ¿Cómo demonios iba a estarlo? Se sentó en la playa a mi lado, era media noche. Fue la última vez que escuché su voz. Repitio esa frase como diez veces. Yo reía a carcajadas junto a él porque ya era muy pesado, Cuando escuchó mi risa dijo "Nunca dejes de sonreír, copia." Lo abracé, minutos después se le paró el corazón. ¿La razón? Tenía soplo de corazón desde hacía un año. Aguantó todo lo que pudo para seguir a mi lado, se que quería despedirse. Lo sé. Estoy convencido.- Will empezó a llorar y sostuvo su cabeza con las manos. Abrazó a Anna. Decidieron quedarse en silencio abrazados. Decidieron que la noche los acompañara junto al silencio.

Cierra los ojos y cuenta hasta tres.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora