Esa noche, en una pequeña hostería de paredes de piedra antigua y techos bajos de madera, ubicada en un callejón cercano al centro de la ciudad, la enfermera Lilethe Skunktaur preparaba una cena sencilla para ella y su pareja, un arisco skunktaur en fase masculina de cabello corto rizado. Aunque los skunktaur no son muy afines al alcohol, Lilethe acostumbraba a amenizar la comida con pequeñas cantidades de vino terrano.
—Todo está listo, Ugkar. ¿Me acompañarías a comer? Estoy feliz de regresar a Berdoovia mañana. Doren debe extrañarnos —declaró moviendo su esponjosa cola. Pero su lifemate pareció no oírle; se encontraba absorto mirando por la ventana hacia la calle.
—Ugkar, ¿todo está bien? —insistió la enfermera en fase femenina.
Sin voltearse a mirarla, el macho respondió:
—Meh... Doren fue quien se negó a acompañarme. Además, no sé si valió la pena hacer ese reemplazo en el puerto espacial. Por lo que vi, no te pagaron mucho.
—Je, lo sé y no me quejo. Pero le debía un favor a mi colega Clawis y cubrí su turno por unos días. Y, por otro lado, cariño, recuerda que Doren aún tiene a sus padres en Berdoovia. Es natural que a veces quiera estar con ellos —dijo Lilethe.
—Como sea. De todos modos, fue bueno venir a Amistad. Hice un par de negocios y descubrí algo interesante aquí...
Lilethe, conociendo bien a lo que Ugkar se refería cuando hablaba de negocios, frunció el ceño mientras sus orejas se aplastaban contra su cabeza en señal de disgusto. Su cola, antes en movimiento, ahora se mantenía rígida y baja.
—Grrr... ¡Prometiste que dejarías tu cruzada antihumana a un lado, Ugkar!
—¿Quién habló de humanos?
—No es necesario que lo hagas. También soy telépata. ¡Y no soy estúpida! —exclamó Lilethe ofuscada.
—Hmm, no he vuelto a participar en las reuniones del movimiento en Berdoovia, si a eso te refieres.
—Pero has estado haciendo cosas por tu cuenta. Tal vez Doren lo apruebe, pero yo no. Ya lo he dicho antes.
La tensión entre ambos comenzó a crecer. El aire parecía más denso y el pelaje de sus lomos se erizó ligeramente. Desde la ventana entreabierta, el bullicio nocturno de la ciudad parecía haberse silenciado, como si todo contuviera la respiración.
Lilethe, quien siempre le recriminaba a su lifemate su obsesión por los humanos, sentía que Ugkar no cambiaba de actitud pese a sus esfuerzos. Destapó la botella de vino y comenzó a beberla con ansias, como tantas otras veces. Ugkar, al notarlo, declaró:
—Lilethe, tú también prometiste alejarte del alcohol.
—¡Como si te importara!
—Grrr... Sí me importa —respondió el macho, arrebatándole la botella de un movimiento con su telekinesis. Ambos se miraron mutuamente por un instante. Lilethe hervía por dentro.
—¡Devuélvemela, Ugkar! ¡Ya soy adulta y tú no eres mi padre! —exigió, extendiendo su zarpa con las garras ligeramente expuestas.
Ugkar mantuvo la botella suspendida en el aire, fuera de su alcance, mientras sus intensos ojos celestes se estrecharon.
—Entonces compórtate como tal y deja de compadecerte por su muerte —respondió con voz áspera, casi un gruñido.
—¡Grrr! ¡Nunca tuviste padres, y nunca sabrás lo que se siente perderlos!
Ante esas palabras, Ugkar se estremeció. Dio unos pasos hacia Lilethe y expresó:
—¡Entonces no me culpes por odiar a quienes mataron a Karyom!

ESTÁS LEYENDO
Atardecer en Amistad
Ciencia FicciónEsteban Melinao, un joven ingeniero humano, viaja desde su hogar en la Tierra, hasta el planeta Chakona, para cursar un post título en prestigiosa Universidad de Dewclaw. Su vida, se ve sacudidas de forma insospechada, cuando conoce a Vroeg, un viej...