Un día, una minita estaba sacando una bola de grasa, que próximamente seria nuestra querida Bea Mellark.
Aproximadamente 12 años después, Bea iría a otro nuevo año de escuela. Estaba nerviosa, ya que era nueva en esta institución.
Bea, cuando está muy nerviosa, le dan gases. Y en este momento, sobrepasaba los límites de los nervios.
Bea entra al aula. Todos la miran, desconcertados. Ella había llegado tarde. "Mamá se atrasó de nuevo, putabida". Pensó Bea. Tenia miedo, mucho miedo.
Busca un asiento adecuado. Solamente hay uno, y es uno al lado del de ni más ni menos que de Tenedor, el ex novio de unas de sus mejores amigas de la otra escuela, Carito y Nachichula.
En el pasado, como sabia que nunca más lo vería, le dijo cosas horribles. Y que nunca antes le hubiera dicho a nadie. De vuelta al presente, ella estaba avergonzada.
Quién supiera qué le diría el sujeto con quien compartiría asiento luego de decirle tantas cosas.
-Ho... Hola...-dijo Bea con timidez.
-Hola- dijo Tenedor con soberbia. Ella en verdad le odiaba.
Y no intercambiaron palabras en el resto del día.
Aunque, si lo pienso mejor, estuvo ese momento en la tercer hora, cuando Tenedor le miró a los ojos de manera tal que casi podía sentir que estaba mirándole el alma.
En ese instante no lo pensó. No pensó las consecuencias. Pero en ese segundo en el cual Tenedor le plantó un beso en los labios, Bea no pudo contenerse. ¿Recuerdan cuando dije que cuando Bea está nerviosa, pero que muy nerviosa, tiene gases? Pues bien. En ese pequeño instante, salió no un gas, ni dos, ni tres, sino todos esos fusionados en una mamá gas.
-Fua, qué asco boluda. Ni no vimo' wacha- dijo Tenedor, y Bea no volvió a verlo. A no ser...