Sombría redención

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El cielo umbrío como aterciopelado,

me asedia con su manto impenetrable.

Mi sendero, alucinante, incontable,

me mantiene en vilo, determinado.


Camino sobre el suelo sagrado;

ese que prometieron glorificar.

Acechando e intentando dominar.

Bestias de otro mundo, ojos desiguales.


Se apoderan de mí, ya moradores.

Buscando la manera de provocar.

Uno de ellos vuela desenfadado, 

sobre el lago, lento e insoportable.

Su hocico oscuro y abominable,

acusa ferocidad, aliñado.

♨♨ - ♨♨

¡¿Habrá un dios que se apiade de mi alma?!

El terror me abraza, largo y apretado.

¡¿Será mi fin?!

Ese valle negro y turbulento,

donde los árboles retuercen sus ramas en descontento.

Comienzan su función de persecución.

Mi pies se pierden en el fango de la cima,

en el que se tuerce mi destino y agonía,

buscando salvación y redención.

Mientras las aves de tallaje moreno,

rodean mi propia naturaleza,

avisando entre una tonada macabra y con vileza.

Es la hora, dice el murmullo de la criatura.

Siniestra se retuerce ante mí.

No hay salida, vuelve a decir.

Parecen años, cuando son instantes.

Su lengua tuerce su danza,

tan funesta como su apariencia.

Me maldice, pero me tienta a que huya.

El viento me impulsa, ondeando sutil mi figura.

¡Corre, corre, corre sin mirar atrás!

Es una serenata punzante en mi oído, que me ayuda a transitar.

Laberinto sin salida, oscuridad total.

Silbidos noctámbulos suspenden mi caminar. 

Derecha, izquierda, todo es igual.

No lo intentes, comienza a tararear.

Saliva espesa, ojos amarillentos, interfieren en mis pensamientos.

De pronto, todo se vuelve silencio.

Cadencia taciturna son mis muslos.

Detente, para , agáchate y enmudece.

Es la puesta dorada, es el oro en el cielo.

El ente vuelve a su semilla.

De un cosmo único e inigualable.

Donde el humano no recibe tregua.

Inquisidores o redentores.

Finalizan su captura.

Negruzca la noche, boca de lobo abierta.

Que sin saber me alienta.

La brisa silba una dulce melodía.

¡Es el sol! Gema ambarina, que abre sus brazos.

Hormiga en recovecos, escudriñando,

pasillos largos e infinitos, donde la luz no ciega.

¿Es esa la compuerta?

Inevitable es la retirada, el fin de mi posible comienzo, o el anticipo de mi desenlace.

No hay marcha atrás, es la luz de mi senda.

El verde de los prados, la enredadera me despierta. 

Me avisa que estoy en casa. Es la esmeralda de mi campo.

Contemplo el firmamento limpio y sin vestigios, de aquellos sin alma y valentía.


𝐏𝐨𝐞𝐦𝐚𝐬 𝐲 𝐜𝐨𝐧𝐝𝐞𝐧𝐚𝐬 𝐝𝐞𝐥 𝐚𝐥𝐦𝐚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora