Segunda habitación

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Todo estaba marchando bien.

De hecho, era bastante sospechoso si le preguntan a Yuta.

Ahora que lo piensa, el hogar estaba yendo demasiado bien.

Jaehyun y Doyoung estaban mejorando de a  poco su relación, y ya parecían más amigos que enemigos a muerte. Jungwoo y Doyoung estaban a punto de divorciarse (no entendía muy bien esto en temas legales, pero sabía qeu afectaba el ambiente en el grupo de amigos). Winwin, como había apodado a Sicheng luego de que le partiera el culo a todos en cada videojuego que le pusieran en frente, avanzó con el idioma con ayuda de Taeyong y por ende la comunicación era más fluida, desde luego Jungwoo agotaba la batería social del chino pero había mejorado también en su timidez gracias a él.

Y ya estaba planteando el acomodarlos para sus terapias, Taeyong y Taeil buscando la manera de que continuaran sus estudios, todo estaba bien.

Que aburrido.

Necesitaba sazón.

Por eso aceptó venir a un día de terapia dentro del centro reformatorio juvenil, para atender casos y tal vez, llevarse un niño.

"Y espero que quede claro, que al mínimo movimiento brusco, serán enviados al pozo." Dijo firme el agente de paz que estaba anunciado por altavoces que el psicólogo estaba ahí otra vez y que si alguien quería atenderse tenían media hora por persona para hablar con él.

"Media hora no alcanza para tratar traumar." Informó seriamente el japonés al hombre.

"Ese no es mi problema." Tajo el tema, saliendo de la oficina para guíar al psicólogo al local de observación del comedor dónde se encontraba la mayoría de jóvenes uniformados.

"Pues debería serlo, se supone que esto es un centro de reincersión." Pronunció con calma.

"Escuche, doctor." Habló fatigado. "Estos chicos son malas personas, tienen traumas, pero no son inocentes. Aquí hay adictos, ladrones, hasta potenciales asesinos. Que están acá porque ya nadie quiere hacerse cargo de ellos." Miró fijo al peligris. Dándole información muy valiosa.

"No todos son malos." Continuó, miraba a través del vidrio hacia los chicos de abajo. "Mire aquél." Señaló al flacucho que comía sólo en una mesa, bueno sólo estaría de no ser por los cuatro chicos gigantes que lo rodeaban para molestarlo.

"¿Habla del numero 10?" Preguntó el guardia, los chicos aquí llevaban un número identificatorio.

"Así es, no parece ser del tipo malo. ¿Qué es lo que hizo?" Preguntó con curiosidad.

"Observe." Sonrió sádico el hombre mayor, Yuta puso cara de asco, pero aún así miró.

Uno de los gigantes tomo el bowl con sopa que estaba en la fuente del chico y vertió todo el líquido sobre su cabeza, haciendo que todos los que estaban mirando se rieran. El flacucho suspiró cansado pero solo limpió sus ojos con los dedos y chupó el líquido de ellos.

"Mira como lo chupa, parece que el marica se emplamó." Se burlaron, el número 10 se levantó lentamente. "Oye, imbécil a dónde vas, todavía no terminaste de comer." Alcanzó a decir antes de que la charola reventara contra su oido izquierdo por obra y gracia del dueño de la misma.

Los otros grandotes quisieron retenerlo para golpearlos, pero alcanzó a morder a uno y meter el tenedor de plástico dentro de la boca de otro, iba a salir corriendo pero el último que quedaba lo derrumbó al suelo comenzando a golpear su cara, sin darle oportunidad pued casi lo doblaba en peso.

"¿No harán nada?" Preguntó el psicólogo con un nudo en su estómago, el guardia dejó de reírse fuerte y lo miró serio. "¿Porqué está el número 10 aquí?" Quiso saber.

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