En algún momento del día toma un minuto para escuchar la voz de Dios. El nos habla aun en el silencio y nuestra alma es capaz de reconocer esa voz en el silencio cuando te susurra al oído "Te amo".
Recuerdo cuando me encontraba en la escuela elemental. Hacía unos pocos días que nos habíamos mudado de una modesta casa en el barrio Caimito en la región de Río Piedras de San Juan de Puerto Rico a una bastante espaciosa casa del suburbio en la ciudad de Bayamón. Ahora mi paisaje diario no eran las verdes montañas del Valle del Turabo si no el concreto armado de las casas "duplex"de la última sección de la urbanización Sierra Bayamón. Venía de vivir mis primeros años de conciencia en aquella la región montañosa y campestre de la capital y aun siendo niño podía ver la diferencia de cultura y vocabulario entre las dos regiones. Aunque apenas eran unas pocas millas de distancia entre aquellas localidades la diferencia era marcada.
Mi único amigo aquellos primeros días fue mi hermano gemelo Josué que junto a mi hermano mayor Samuel han sido los dos regalos más maravillosos que he recibido. Mi hermano hizo amistades primero que yo, eso debido a sus mejores dotes sociales por lo que rápido encontró compañeros con quien jugar. Me sentía solo en aquella gigantesca escuela en aquel desconocido lugar, era diferente y extraño a lo que yo estaba acostumbrado. Durante días en el recreo solo caminaba por la escuela con las manos metidas en los bolsillos buscando mi lugar en la aquel centro docente. Fue en esa primera semana que me percaté que mi lugar favorito del recinto era un enorme árbol que crecía en el atrio central. Aquel hermoso árbol durante mis primeros días en la ciudad fue mi castillo. A la verdad que me sentía atraído a aquel hermoso árbol, sus ramas subían por encima de la estructura invitando a una fresca brisa que hacía que el patio se sintiera fresco aún en el más caluroso verano.
Ahora con las décadas y las hojas blancas he descubierto que aquella sensación de seguridad y compañía a la sombra del árbol no era producto de mis caprichos, más bien era la presencia de Dios hablando desde el silencio. Aquel dulce susurro en mis oídos al desprenderse una hoja y deslizarse por el aire hasta caer en mi hombro. "Te amo". Aquellas dulces palabras era de donde me sostenía, sujetado de su cuerda salvadora. Aquella cuerda que tomaba forma de suave briza de primavera acariciando mi rostro diciendo de forma táctil "No estás solo hijo". A la sombra de aquel árbol, en el medio de una escuela elemental vivía un niño maravillado de la creación y ahora un adulto enamorado de Dios. Lo que de niño no entendía lo comprendí unos años más tardes al escuchar a mi madre recitar el Salmo 91.
" El que habita al abrigo del Altísimo. Morará bajo la sombra del Omnipotente.
Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; Mi Dios, en quien confiaré.RV60
Es de suma importancia para mi el aceptar que mi fragilidad humana no puede ser comparada con el amor, el poder ni con la fidelidad de Dios. Es recordando mi niñez que comprendo cuán amoroso puede ser mi padre celestial que aún a un insignificante niño puede mimar. Fue en mi niñez que sin saberlo comenzó mi amor por él pues aunque no sabía mucho de quién era yo amaba la presencia que sentía bajo la sombras de aquel árbol. No era el árbol, era la presencia del creador a la que mi cuerpo y mi mente lograban conectarse bajo aquellas ramas.
Filipenses 4:8 Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. RV60
Visualizando aquel árbol mientras simultáneamente medito en la epístola a los filipenses mi mente se llena de claridad. Pensando en lo bueno y hermoso de aquel árbol mi alma se llena de seguridad y las cuerdas de mi alma armonizan con la voluntad del creador. El arquitecto diseñó el árbol aun antes de crear la humanidad y no tan solo le dio una misión biológica lo creo para que aquellos a quienes creó a su imagen y semejanza tuvieran una sombra donde meditar en su nombre. Aun aquel niño ignorante podía comprender la belleza de aquel paraje, la seguridad que emanaba de la presencia del creador entre hoja y hoja, el amor detrás de la brisa y la paz debajo de la sombra del omnipotente.
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Designios del Arquitecto del Universo.
Spiritual¿Alguna vez has tomado un minuto para disfrutar tu entorno? ¿Te haz preguntado por tu lugar en el universo? Ven y descubre conmigo este refrescante relato sobre ti y sobre mi.