Capítulo 2 La respuesta a mis suplicas

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"Jehova está lejos de los impios; pero el oye la oración de los justos". (Proverbios 15:29 RV1960) 


Hace algunos años me quede sin trabajo, fue una época muy dura y bastante triste. Desde muy temprana edad aprendí el valor del trabajo. Así seguí el ejemplo de mi padre que aun con padecimientos crónicos como alta presión y diabetes salía a trabajar seis y a veces siete días en semana. Ahora me encontraba sin empleo, con mi padre encamado y en curso a lo que serían sus últimos días y con una increíble tristeza en mi corazón. Me sentía traicionado por algunas personas a las que le extendí la mano y en lugar de agradecer terminaron por conspirar contra mi. Subía una mañana hacia el cuarto donde agonizaba mi padre en aquel lúgubre hospital que ya había despedido a mis abuelos paternos y a varios amigos de la infancia cuando una mano agarró mi hombro. Me di la vuelta para ver quien había sido la persona que me tomó del hombro y para mi sorpresa descubrí a un amigo de la infancia a quien no había visto en al menos una década. Aquel amigo me abrazó llorando y me contó que su hijo estaba muy grave en aquel hospital. Según su relato aquella criatura necesitaba de un milagro por que lo médicos no aseguraban que saldría de la crisis. No le pregunté por la enfermedad ni por ningún otro detalle solo le dije que me dejara ver a la criatura para hacer una oración. En medio de mi tristeza no lo pensé dos veces y subí con mi amigo a la habitación de su hijo para orar por el. Me arrodillé al lado de la cama y con no mucha fe hice una oración. Le dije a Dios, Señor te pido por esta criatura. Sabes Señor que no tengo muchas fuerzas, pero las pocas que tengo te las entrego en esta oración. Sánalo señor, y enséñale a sus padres cuánto los amas. Amen.

"El perezoso no ara a causa del invierno; pedira, pues, en la siega, y no hallara." (Proverbios 20:4 RV1960)

Salí de la habitación después de darle un abrazo a mi amigo. Aquel amigo antes de desaparecer me había despojado de varios objetos de valor que sustrajo de mi cuarto cuando le dimos posada en casa luego de perder a su madre. El sabe que yo se lo que tomó y algunas veces me lo encuentro y charlamos, pero ninguno de los dos menciona el tema. Doble por el pasillo sin importarme el pasado y con la convicción en mi mente que el que perdona siempre gana mas que el perdonado. El pasillo era una colección de personas sin rostro, ahora la congoja me golpeaba el pecho y de vuelta a la realidad continuaba mi peregrinación hacia la sala de urgencias R.I.C.U. de aquel hospital empotrado en el centro de la mas bella de las ciudades de las tierras del valiente Señor. Llegué hasta la sala de intensivos y busqué el cubículo del final donde estaba mi padre amarrado a un ventilador, dormido por los medicamentos. Me senté en una butaca reclinable y meditando en aquel torbellino de emociones me quedé dormido.

Soñé que estaba en casa de mis abuelos, María la madre de mi papá servía la mesa y mi abuelo Antolino y mi Padre estaban sentados en la mesa. Cuando la abuela se disponía a servirme la comida sonó el teléfono móvil y cuando lo tomé para contestar una voz me dijo que me habían seleccionado para el trabajo que había solicitado. Desperté sobresaltado y confuso, no había recibido contestación de ninguna de las empresas a donde había llevado mi resumé. Estuve en el hospital todo el día hasta que por la tarde mi madre vino a relevarme, me dirigí a casa pensativo y de vez en cuando lloraba durante el viaje hasta mi casa. Llegué hasta mi hogar, me di una ducha y me acosté a dormir. Me sentía exhausto por lo que el sueño me dominó rápidamente.

Llegó la mañana y me levante, mi esposa ya se había marchado con mis hijas hacia su escuela. Luego de ducharme y lavarme la boca entre a la cocina y me prepare una taza de café. Disfrutaba del aroma y delicioso sabor del café cien por ciento arábiga de las montañas de Adjuntas cuando un mensaje de texto llegó al móvil. Era de un concesionario de autos para avisarme que querían entrevistarme. Comencé a vestirme para la entrevista, pero me detuve un corto tiempo para darle la gracias Dios por la entrevista, terminé y emprendí el camino a mi futura área de trabajo.

Llegué al lugar y me agradó, era muy moderno y lujoso todo enchapado en mármol con resplandecientes baldosas que invitaban a caminar por el recinto y contemplar una excelente variedad de automóviles japoneses. Lo siento hoy no hay anuncio gratis chicos. Me recibió el gerente y me fue muy bien en la entrevista, salí confiado que me darían el trabajo. Me dirigí al hospital a relevar a mi mamá y justo cuando me disponía a abordar mi vieja camioneta llegó otro mensaje de texto, era de mi amigo, su hijo había milagrosamente mejorado después de la oración y que de seguir la situación de aquella manera a la criatura le daría de alta en un par de días. Me alegré por él y di una corta oración de gracias mientras conducía a toda velocidad hacia el complejo de edificios médicos.

"El que da mal por bien, no se apartará el mal de su casa" (Proverbios 17:13 RV1960)

Antes de que terminara el mes me habían dado el trabajo, el niño de mi amigo estaba sano, pero mi padre se marchó a conocer al Gran Arquitecto. Uno días antes de fallecer había mejorado bastante, la mejoría fue tal, que inclusive le quitaron el ventilador. Las últimas palabras que me dijo antes de la recaída fueron en realidad una antigua canción que cantábamos en la iglesia. Me miró a los ojos y me cantó los siguientes versos.

"Ya que has puesto la mano en el arado.

No tornes tu mirada hacía atrás.

Sigue a Cristo como fiel soldado.

Y algún día recompensa tú tendrás."

Cuando recuerdo aquellos días suelo sentirme triste. Algunos días todo regresa como una cinta cinematográfica que quiere apoderarse de mis sentimientos, de mi cabeza y de mi presente. Cuando estos pensamientos me atacan y me encuentro sacudido por el pasado recuerdo las palabras del salmista y corro al Arquitecto por protección y fuerzas.

"Tu vara y tu cayado me infundirán aliento". Salmo 19

El Gran arquitecto puso el universo en pausa un segundo, un solo segundo para recordarme lo que el apóstol Pablo comprendía ya en el siglo primero, que el es un Dios consolador.

4 el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios. 2da Corintios 1:4

La enfermedad de mi padre fue un golpe duro para mi, todavía llevo las marcas en mi corazón. Aquellos días de dolor sirvieron para que comprendiera que aunque me ama, su poder es grande y su misericordia es poderosa, más increíblemente amorosa es su voluntad. Antes de un año un poderoso huracán categoría cuatro al nivel del mar destruyera el país que orgullosamente había ayudado a construir. Al caer la infraestructura la vida de mi papá hubiera sido arrancada por la falta de servicios médicos, electricidad y servicios básicos. El arquitecto también diseñó los tiempos para que fueran perfectos, no con indiferencia mas con amor eterno. Ahora comprendo el sueño en la butaca del hospital, aquella cena no era para mí, no era el tiempo todavía. La voluntad del arquitecto se refleja en la manera que contesta mis oraciones. Dame un trabajo nuevo, si, has un milagro en la vida del hijo de mi amigo, si, sana a mi padre, no. Ahora comprendo que la respuesta a algunas oraciones es simplemente no. El no del arquitecto es también una expresión de su infinito amor solo el tiempo nos enseña esa importante lección.

Designios del Arquitecto del Universo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora