Capítulo 2: Madurez (I)

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De lo que le pasó después, se saben tres cosas:

[1] Piamonte conoció a María, se casaron.

[2] Tuvieron un hijo. Nació, creció bien.

[3] Pero la guerra azotaba los linderos. A Piamonte, lo reclutaron en las levas. Había dos frentes, y lo mandaron al sur, con los gitanos.

Piamonte no era cobarde o medroso. Era quizás el hombre más audaz sobre la Tierra. Era comprometido, arrojado, patriota. Pero cuando se enteró que lo habían mandado al sur pensó: «Sí, hombre, en el sur me voy a morir yo, con los gitanos».

Cualquier otro se hubiera resignado, Piamonte no. No se quería morir allí.

Cuando ingresó en las guarniciones del sur, visitó la enfermería. Le dijo a la enfermera, una gitana rechoncha, que le dolía la rodilla, que no lo mandara a la guerra, que lo tuviera a salvo, ingresado por incapacidad, por locura, por un ictus, lo que fuera.

La gitana sabía que aquello era una patraña y una mofa y el que la decía un cuentatrolas avezado y sabido. Pero le vio la complexión fornida, y se aplicó para ingresarlo. A cambio, Piamonte solo debía seguir el tratamiento, que era comer todo lo que la gitana le dijera. Come este chorizo, y este boniato y las almejas y los bigotes y las lentejas, come todo, todo, todo, hasta que no te quepa más.

Así se hizo. Y mucho gritaron, y mucho comieron. Y de allí salieron delgados y finos.

Por eso, Piamonte volvió a casa casi en los huesos, pero muy puesto en los temas aeróbicos y físicos. Cuando llegó, le dijo a María que le diera a probar su aquello que tanto comiera a la gitana.

Él no quería perder ese regustillo nutritivo y agradable. Pero María le dijo que no. Se lo dijo con razón y con motivo: «No», y Piamonte no tardó en abalanzársele, y echársele a llorar, gritando: ¿Por qué, María? ¿Por qué nos ha pasado esto?  

PiamonteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora