Capítulo uno

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Mi vida siempre ha sido bastante monótona, mis padres se habían divorciado, vivo con mi madre que se la pasa más en el trabajo que en casa, así que tuve que defenderme sola en casa. Nunca había sido de ser social, por lo que cuando me mudé con mamá a Busan eso de hacer amistades no me salió, lo que hizo que durante mucho tiempo fuera retraída social, hasta que noté que mi vecino gruñón y mala vibroso asistía conmigo a la misma escuela En realidad fue que me di cuenta de que el bravucón y badboy de la escuela era en realidad mi vecino cuando chocamos miradas a través de las ventanas de nuestras casas. Él inmediatamente cerró sus cortinas, pero a mí me hizo sonreír. ¡Que adorable! Podía tener tatuajes y todo, pero lucía bastante adorable recién levantado.

Jeon Jungkook es uno de los hombres más atractivos que había visto en mi corta vida por mucho.

Luego de mucho esfuerzo, rezos, gritos, risas y secretos, me convertí en su mejor amiga. Era gracioso, porque fue alrededor de seis meses para que me dejara entrar lo suficiente a su vida para llamarme su amiga. Con él me quitaba el filtro y era yo, además, como era amiga del más temido de la escuela que se la pasaba de pelea en pelea, ni se metían conmigo por suerte.

No me quejaba de que mi círculo social se limitara a mi madre, mi abuelo, la llamada mensual de papá y Jeon Jungkook, mi vecino y compañero de escuela. Me bastaba, realmente. Jungkook era realmente duro y cruel cuando se le daba la gana —que era el ochenta por ciento de las veces—, y otras simplemente era el chico más dulce que jamás había conocido, un ángel lleno de futura diabetes para mi corazón, lo juro. Y era lo que más me agradaba de él, quizá por eso nuestra amistad parecía durar. Por eso, luego de habernos hecho amigos, había pasado dos años y ahora estábamos en nuestro último año a tan sólo meses de graduarnos.

Gruñí cuando escuché la alarma sonar tan incesantemente, me di la vuelta y me arropé más en las cobijas de la cama, pero seguía sonando cada vez más alto.

—Apaga esa mierda, Yeolbi, antes de que te tire ese teléfono por la ventana —la voz ronca de Jungkook a mi lado me hizo bufar y abrir los ojos.

—Buenos días para ti también, idiota —bramé, gateando para bajarme de mi cama.

Hasta hace unos tres meses atrás, yo me había escabullido a la habitación de Jungkook, que estaba al frente de mi casa, y dormía con él por culpa de algunas pesadillas, desde esa noche solía ir mínimo una vez a la semana, hasta que los dos empezamos a rotar entre habitaciones, esta semana tocaba en la mía.

—Sí, demonios, apágala —ordena y yo le pellizco la pierna peluda hasta que llego a mi escritorio y apago la alarma, desconectando nuestros celulares, tomo el de él y se lo paso.

—Media hora para llegar a clases, idiota, despiértate y vete a bañar a tu casa antes de que tu mamá note que no estás, vamos —aplaudo, quitándole mi cobija morada de encima y él abre los ojos, mirándome con su mirada asesina que a mí ya no me asustaba. Jungkook jamás se atrevería a golpearme jamás.

—A veces te odio, ¿lo sabes? En serio que sí, Yeolbi, es muy temprano para que me estés jodiendo —brama, levantándose y restregándose la cara. Me permití admirar sus tatuajes del brazo y sonreí al destellar la pequeña estrella que se hizo por mí.

—Así como a veces me amas, ahora largo, debo bañarme y ponerme el uniforme, al igual que tú, Kook, vamos.

Bufó, y bajó por la enredadera que había en mi ventana para luego dar dos pasos y subir por la suya para llegar a su habitación, me miró gruñón una vez más antes de cerrar su cortina y yo hice lo mismo con una sonrisa burlona.

Hice mi rutina diaria, antes de salir de mi habitación completamente lista, terminé de acomodar mi falda y saco para terminar abriendo la cortina, la de Kook seguía cerrada, lo que suponía seguía vistiéndose. Salí de mi habitación con un poco de pereza y bajé las escaleras para ir a la cocina donde mamá me dejaba mi desayuno antes de correr al trabajo.

—Buenos días, mamá —saludé mientras ambas nos cruzábamos en el pasillo para llegar a la cocina—, ¿ya te vas?

—Voy tarde, cielo, y buenos días, te amo, hasta más tarde —mamá me deja un sonoro beso en la frente y corre hasta la sala por su bolso, cerrando de un portazo la puerta principal. No era nada nuevo, así que seguí mi camino a la cocina para comer los huevos revueltos y un poco de pescado que mamá me dejó sobre el mesón. Quince minutos luego, salí de mi casa, viendo a mi mejor amigo con su ceño fruncido, su cara gruñona, malditamente atractivo como siempre.

—Eh, hola, carebola, ya ni saludas, ni que hubiéramos dormido juntos —sonreí burlona y él bufa, empezando a caminar—. Espérame, que no he cerrado bien la puerta, aaah —maldigo, cerrando bien la puerta para luego correr tras él, Jungkook es casi diez centímetros más alto que yo, sobre todo en sus malditas piernas, por lo que un paso de él, significaban dos míos.

—No entiendo tu buen humor mañanero, ¿sabes? Dudo que me adapte jamás —me dice, una vez quedé a su lado.

—Ya, lo sé, lo sé, sólo me gusta empezar bien el día —respondo—. El que se case conmigo en un futuro debe ser igual de positivo que yo.

—Si es que encuentras uno que lo haga y te soporte —gruñe y yo río sin poder evitarlo, que quizá y no era tan gracioso, pero a mí me hacía un montón de gracia.

—Seguro existe, tengo fe —asiento—. Cambiando de tema, ¿me ayudarás a estudiar para mi examen de cálculo?

Es que Jungkook a pesar de ser un bravucón de primera, también era inteligentísimo, madre santa. Podría asegurar que he pasado con buen promedio gracias a él.

—No, debías estudiar sola, Yeolbi, no siempre estaré para salvarte —me responde, y yo miré a todos lados que no hubiera nadie de nuestra escuela cerca antes de hacer un puchero tierno y suplicante hacia él.

—Por favorcitoooo... —me colgué en su brazo, y pinché la hermosa estrella, ganándome una mirada enfurecida de su parte, que luego se transformó en una de derrota, haciéndome sonreír. Eso significaba que gané.

La escuela quedaba como a veinte minutos caminando, así que por eso no íbamos en algún autobús, aunque había días que sí, cuando yo andaba de perezosa y Jungkook se rehusaba a llevarme en su espalda. Cuando vimos un montón de adolescentes vestidos con su uniforme azul, supimos que habíamos llegado a tiempo. Mientras entrabamos, los jóvenes se hacían a un lado si no querían ganarse un puñetazo por parte de Jungkook por estar en su camino, y yo caminaba, aprovechando los privilegios. Jungkook caminó hasta el aula 13-B y se detuvo viéndome.

—No te metas en ningún maldito problema, Moon Yeolbi —me acusa.

—Creo que yo debería decirte eso a ti, hoy no golpees a nadie —le digo, entrecerrando los ojos y él rueda los suyos.

—Siempre y cuando nadie me saque de quicio —me responde y yo rio.

—Por lo mínimo, no termines en coordinación, Kookie —me despido y entro al salón. Nadie me miraba ni por asomo, hasta que Jungkook se largó de la entrada y todos me miraron por fin con duda, parecía que nadie se acostumbrara que yo, la antisocial, fuera la única a la que no golpeaba de estrés. No me importaba, Jungkook es un chico espectacular incomprendido, así como las pelis. 

Ceiling stars | Jeon JungkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora