Capítulo ocho

1K 71 0
                                    

Nos quedamos dormidos nuevamente, por lo que ni siquiera oímos mi alarma. Así que cuando abrí los ojos, aún encima de él, aún con él dentro mío, mi conciencia decidió reaccionar.

Oh, no... oh, demonios, ¿qué hiciste, Moon Yeolbi? Busqué con la mirada el reloj de pared que Jungkook tenía en su habitación y miré la hora, ¡eran las diez de la mañana! ¡Joder! Me moví como pude, separándome de Jungkook que abrió los ojos de inmediato y yo me tapé con la cobija mientras buscaba mi ropa esparcida por el suelo.

—¿Qué demonios hace? —pregunta con su voz ronca.

—Vestirme, es claro, voy malditamente tarde a la escuela —grazno con fastidio—, ¿sabes en los problemas que me meteré? Tú puedes estar tranquilo por tu suspensión, pero yo no, ¡joder!

—Esa boca —gruñe, bostezando, sin importarle en taparse. Yo no quería ni mirarlo, me terminé de abrochar el sujetador y me puse la camisa rápidamente. Dejé la cobija en la cama y tomé mi teléfono—, ¿a dónde vas?

—A mi casa, es mejor llegar tarde que... —iba a empezar a tratar de bajar las enredaderas, pero él se levantó casi que de un salto y me impidió irme, jalándome del brazo hasta chocar con él... que está desnudo—. De-demonios, vístete —pedí, sonrojándome fuertemente.

—No es como si no me volvieras a ver desnudo —gruñe, sin soltarme y cerrando la cortina—. No puedes irte.

—¿Cómo por qué demonios? —cuestioné, empezando a enojarme, no estaba para soportar el carácter gruñón de él ahora, porque yo estaba gruñona, avergonzada, y enojada conmigo misma.

—¿Puedes dejar de responderme así? —me pide con el ceño fruncido, haciéndome fruncir el ceño también— Demonios, Yeolbi, ¡te pregunté! ¡traté de tener cordura, tú tomaste la decisión al igual que yo!

—¿Y eso no me deja ir a mi casa al menos a darme una ducha, maldita sea?

—¡Esa puta boca! —me grita hastiado—. Tenemos que hablar, Yeolbi, no...

—Al menos, déjame ir a bañarme, por favor —pedí, con ganas de llorar, él suspira viéndome a los ojos.

—Bien, como en veinte minutos no estés aquí, iré a tu casa —me avisa o amenaza, o lo que sea, yo asiento y me deja el camino libre. Me apresuro a llegar a mi habitación y cierro la cortina rápidamente.

¿Qué haré ahora? ¿Cómo le miraré a los ojos? ¡¿qué carajos hice?! Dios, soy una morra tonta, con hormonas a flor de piel, maldición. Necesito que la ducha fría me ayude apaciguar la culpa. Me pongo a buscar ropa cómoda y voy al baño para tomar la ducha. Ya no tenía sentido ir a la escuela, mamá me regañará si le llaman a decirle que no fui, lo que muy seguramente harán, y volverá a decirme que Jungkook es una mala influencia y yo volveré a defenderlo...

—Estoy jodida —bufé, metiéndome debajo del agua fría. Me tomé mi tiempo, así como me tomé mi tiempo de vestirme, mi mente parecía no tener rumbo, pensando en todo y a la vez nada. Vuelvo a mi habitación secándome el cabello con una toalla y veo a Jungkook recostado contra la ventana, vestido completamente de negro, con una camiseta dos tallas más grandes y un pantalón ajustado con rotos, lucía malditamente atractivo con su cabello medianamente largo—. Mmmh, ¿ahora no puedo demorarme en una ducha?

—Te dije veinte minutos —me responde casi con la misma mordacidad con la que le hablé, haciéndome rodar los ojos.

—Largo, déjame sola por hoy —ordeno, pero él ni se inmuta. Sólo me observa fijamente—. ¿Qué?

—No usé protección —suelta tranquilamente y yo abrí los ojos espantada—. Debemos ir a comprar la pasta de emergencia, te la tomarás y nos libraremos del peligro, ¿bien? Luego de eso tendremos una conversación, Yeolbi, no tienes que huir de mí.

—Mierda, joder, puta madre, maldición —solté toda maldición que pasaba por mi cabeza, ¿cómo que no usó protección?

—Esa boca —gruñe.

—¿Qué te pasaba por la cabeza? ¿Ah? Idiota —gruñí, con ganas de ir a golpearlo.

—Perdóname, Yeolbi, por no tener un cajón lleno de condones, verás que ando follando cada fin de semana y me los gasté todos —me responde sarcásticamente y yo suspiro, donde no lo conociera le hubiera creído su chistecito, pero lo conozco y sé que es netamente sarcasmo. Me permito mirar la estrella en su brazo, de alguna manera me calma sin que yo sepa al cien por qué.

—Bien, no tiene necesidad resistirme, ¿cierto? —pregunto sabiendo con antelación la respuesta.

—No.

Diez minutos después estábamos caminando hasta la droguería que había a quince cuadras, yo no me atrevería a que mi madre se entere que me he comprado la pastilla de emergencia, porque me mataría, lo haría con sus propias manos. Al llegar, Jungkook me detiene a la entrada.

—Voy yo —me dice y yo frunzo el ceño—, a ti te juzgarán, Yeolbi —me explica, así que me quedo esperando afuera y cinco minutos después él sale, pasándome la cajita junto con una botella de agua. Me tomo las dos pastas de una y las bajo de un trago con el agua. No rechisté nada y lo seguí hasta dónde él quisiera ir, noté que varias personas se quedaban viéndolo descaradamente, ya sea con cara de asombro o de decepción. Quería acercarme a todos los que lo miraban decepcionado por los tatuajes, y golpearlos por ser tan evidentes, por ser tan groseros, ¿y a ellos qué les importa que tenga tatuajes? Malditos vejestorios. Vuelvo a enfocarme en mi entorno cuando él se detiene en un café-restaurante —. Hola, Jiwoo —saluda tranquilamente a la mesera que estaba limpiando un par de mesas, esta levanta la mirada y le sonríe.

—¡Jungkook! Qué bueno verte de nuevo —le sonríe tanto, que me dan ganas de bufar, ¿y esta quién demonios es?

—Lo mismo digo —él le sonríe. Le sonríe. ¿Qué mierdas? —, ¿puedes llevarnos a una mesa alejada de clientes?

—Claro, síganme —la chica, nos sonríe y nos guía, debía admitir que es preciosa, con su cabello pelirrojo, muy seguramente tinturado, y su piel tan blanca como porcelana. Nos indica una mesa y nos sentamos ahí—. Este es el menú, ¿qué desean?

—Es tarde para desayunar, así que pide un almuerzo, Yeolbi —me dice a mí, sin mirarme siquiera, ¿por qué con ella era amigable y a mí me trataba tan secamente? Maldición. De todas maneras, le obedezco y pido algo sencillo para mí. Una vez la mesera se va, cotoneando sus caderas, él me mira serio—. Tenemos y vamos que hablar.

—Que te jodan —murmuré.

—Esa puta boca —me regaña—. Dime qué piensas, Moon Yeolbi, antes de que me vuelva loco.

—Que se jodió todo —respondo y él suspira hastiado.

—No, no se ha jodido nada, ¿qué quieres hacer ahora? —me pregunta, entre dientes y yo frunzo el ceño.

—¿A qué te refieres? —cuestiono su pregunta.

—Pues eso, ¿quieres que pasemos de esto o quieres qué? —mi miraba con los brazos cruzados, tapando con ello la estrella de su brazo.

—¿Qué quieres tú? —pregunté, necesitaba saber a qué atenerme.

—Yeolbi —me recrimina y yo levanto una ceja sin entender.

—Estoy preguntando porque quiero saber, Jungkook.

Él me mira con el ceño fruncido, pasando la lengua por sus labios consecutivamente, como analizando lo que acababa de decirle, sopesando las opciones, no tenía tanta prisa en saber la respuesta, porque me daba miedo qué respuesta dé. ¿Realmente qué quiero que Jungkook responda?

Ceiling stars | Jeon JungkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora