Capítulo 26

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16 años y un mes.

Parte 2

Win miro débilmente a su padre para luego escaparse a su habitación y de allí, saltar de su ventana para correr al parque. Subir a aquel árbol que le gustaba subir y llorar silenciosamente.

En cambio, Mew quedo inmóvil en su lugar que estaba. Sentado en el sofá donde compartió muchos momentos con su hijo, sintiendo las lágrimas recorrer una vez más sus mejillas en gran cantidad.

El problema no era el ver que su hijo solo corrió de él, lo que le dolió como un disparo fue ver a su hijo llorar.

***

Win era un chico algo peculiar, no le gustaba mostrar su cara cuando sufría. No quería que los demás se preocuparan por él.

Eso lo compartía Mew, el también no se dejaba mostrar débil ante los demás. Con excepciones, pero muy pocas. Una para ser exacto, que era Gulf.

Win era alegre, era travieso y con un sentido del humor un tanto grosero pero divertido para los demás.

Mew era sádico, casi todo el mundo lo sabía, pero era igual que su hijo. Alegre, travieso y con un sentido del humor grosero.

Los dos eran personas amables y preocupadas por su entorno en silencio. Si veían una oportunidad, aunque sea mínima, ayudarían a cualquiera sin importar quién era.

Los dos eran justicieros y se le notaba desde lejos. Son felices estando los dos juntos, y compartían su felicidad con Gulf.

Ellos dos querían a Gulf, cada uno a su manera diferente.

Ellos dos, se querían, se apreciaban y se preocupaban por el otro.

-A pesar de las diferencias... Somos iguales -Susurro para sí mismo Win para caerse del árbol por estar distraído-Agh...

Win con dificultad se levantó, pero se dio cuenta que su pie se raspo en la caída haciendo que un dolor fuerte apareciera en su pie. Mordió su labio, para no soltar otro sollozo o un quejido lastimero.

-Win? ¿Qué haces aquí? -La voz irreconocible del mejor amigo de Win se acercó al que estaba de espaldas- Tu pie! Hay que llevarte a tu casa -Menciono preocupado el castaño.

-No -Dijo firme el azabache para luego mirar a Bright, que el ultimo se sorprendió al ver a su amigo con tal expresión. Pero Win solo sonrió aun llorando- No sin antes comprar dos porciones de helado de chocolate, es lo único que le anima a papá cuando esta triste.

-...Igual que a ti... -Dijo Bright, acercándose al azabache para abrazarlo, a lo que el ultimo correspondió. Bright desde pequeño supo que Mew no era el verdadero padre de su preciado azabache.

-Por eso. Supongo que ya te habrás dado cuenta que él y yo no compartimos ningún lazo de sangre -Win empezó a acariciar los cabellos chocolate de su amigo suavemente- Pero igualmente, me siento su hijo, siento que soy él de alguna manera. Por eso, voy a volver a casa con dos chocolates en manos mientras que yo y papá lloramos hasta sentir nuestros mocos caerse al s-suelo -Y al último, se quebró y lloro en el hombro de Bright.

-Sabes...-Hablo el castaño para separarse levemente del azabache, secando con su mano las lágrimas que recorrían en las mejillas blanquecinas de Win- Mew me mataría si me ve que estoy cerca de su hijo.

-Seguramente- Rio a lo bajo Win.

Win y Bright se miraron, apreciando la compañía del otro. El de cabellos más claros cerro sus ojos para inclinar su cabeza, depositando sus labios en las mejillas del azabache que quedo estático ante tal acción, y para cuando Bright se alejó, Win con su mano toco la zona besara sabiendo que ese besito no fue de amistad. Fue de algo más.

-Desde hace mucho me gustas... Pero no quiero una respuesta ahora, sentiría que estaría aprovechándome de tu situación actual -Bright sonrió haciendo que el menor se sonrojara- Tengo dinero en los bolsillos, vamos por tu droga que se llama chocolate y volvamos a ver a tu padre.

***

Mew se dejó caer en la cama de su hijo sabiendo desde que corrió el ultimo hacia su respectiva habitación, este salió por la ventana escapándose a algún lugar. Mew inhaló el olor de su hijo que estaba en sus sabanas, no sintió ningún olor, ya que las sábanas tenían el olor que su nariz se acostumbró llamar "aroma de familia".

Mew aun sentía y sentiría que eso eran, una familia, pequeña pero feliz. Mew empezó a llorar, con dolor y miedo. Conocía perfectamente a su hijo, eso estaba claro, pero sentía miedo de que el menor se alejara de él o que de alguna manera lo odiara.

Pero, ¿eso era posible? ¿Después de tanto amor que le había entregado a su hijo?

Mew lloro más fuerte y sentía que su llanto hacía eco en la casa vacía. Se sentía como en un principio, cuando estaba solo aun sin conocer a su pequeño.

Y en ese momento, los recuerdos de ellos dos pasaron por la mente del Suppasit como si de una película se tratase.

Recordó cuando Win dijo su primera palabra.

Cuando celebraron su primer cumpleaños.

Cuando lo citaron por primera vez por la "mal conducta de Win"

Cuando sonreía, mostrando inocencia y felicidad.

Cuando lo abrazaba, rodeando sus delgados brazos en su cuerpo.

-Me cambiaste por completo, pequeño...-Susurro para sí mismo el Suppasit castaño.

Él sabía perfectamente que había cambiado, había hecho que sus defectos sean invisibles para su hijo para mostrar un buen ejemplo. Lo amaba, más que a el mismo o a otra persona. Se entregaría a cualquier clase de dolor solo para ver la sonrisa de su pequeño, de su bebé. Quería que su hijo encontrara esa "Felicidad" y no le importara morir si eso llegaba a que su hijo encuentre ese sentimiento.

"Sólo necesito pensar en ti hijo mío, para llenar de felicidad mi corazón."

Se sentía bendecido por tenerlo, para él era una cosa tan bonita, tan frágil.

Otro sollozo escapo de sus labios, no podía creerse que podía querer tanto a alguien hasta tan punto de cambiar su forma de ser, para mostrarle que podía ser un buen padre.

Quería ser un buen padre.

-Para mi hijo...-Pronuncio para luego sentir la puerta abrirse dejando a la vista una pequeña sonrisa con lágrimas en esos ojos ámbar resplandecientes- Win...

-Estás loco si piensas que me alejare de ti-Dijo Win aguantando las ganas de llorar con una sonrisa- eres mi padre, eso nadie lo cambiara.

Y Win extendió un chocolate con su mano temblando, Mew rio entre lágrimas para luego besar la frente de su hijo y empezar a comer con el menor mientras lloraban, peor al verse, reían al ver lo destrozados que se encontraban.

-No es la carne y la sangre, sino el corazón, lo que nos hace padres e hijos.

Mi hijoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora